David Graeber, un antrop¨®logo indignado por los trabajos ¡°de mierda¡±
Te¨®rico y activista, en sus provocadores ensayos abord¨® cuestiones como la globalizaci¨®n
¡°Estoy seguro de que nuestros hijos y, definitivamente, nuestros nietos no vivir¨¢n toda su vida bajo el sistema capitalista. La pregunta es si lo que vendr¨¢ ser¨¢ algo mejor o algo peor¡±. Es una cita in¨¦dita de David Graeber en una reciente entrevista con EL PA?S. De hecho, para Graeber, el capitalismo acab¨® como tal en los a?os ochenta y ahora vivimos en un sistema mutante que todav¨ªa no hemos logrado identificar. Antrop¨®logo y activista estadounidense de tendencias ¨¢cratas, algo as¨ª como un enfant terrible y despeinado al que le gustaba meter el dedo en la llaga, Graeber muri¨® de forma repentina el d¨ªa 2 en Venecia, donde se encontraba de viaje con su pareja, la artista Nika Dubrovsky, y unos amigos. Ten¨ªa 59 a?os.
El compromiso pol¨ªtico le ven¨ªa de familia. Nacido en Nueva York en 1961, era hijo de un exmiembro de las Brigadas Internacionales que le regal¨® a los 16 a?os el Homenaje a Catalu?a de George Orwell. Como en el caso de Noam Chomsky, sus ra¨ªces ideol¨®gicas brotaban de la experiencia de la Guerra Civil. Su madre era una trabajadora de la confecci¨®n con simpat¨ªas sindicales.
A lo largo de su vida Graeber ejerci¨® el activismo, como participante destacado del movimiento Occupy Wall Street, en el que bas¨® su libro Somos el 99%. Una historia, una crisis, un movimiento (Capit¨¢n Swing, 2014) o como miembro del sindicato revolucionario Industrial Workers of the World (IWW, tambi¨¦n conocidos como los wobblies).
Deuda e imperativo moral
La popularizaci¨®n de su trabajo lleg¨® con la publicaci¨®n de En deuda. Una historia alternativa de la econom¨ªa (Ariel, 2012), donde relacionaba la deuda con la violencia y la desigualdad y abogaba por la condonaci¨®n de todas las deudas, tanto las soberanas como las de los consumidores, para acabar con ¡°el imperialismo de la deuda¡±.
Para Graeber, pagar la deuda no es necesariamente un imperativo moral, sobre todo si aquella es ileg¨ªtima. ¡°Lo m¨¢s notorio de la frase ¡®uno ha de pagar sus deudas¡¯ es que, incluso de acuerdo con la teor¨ªa econ¨®mica est¨¢ndar, es mentira. Se supone que quien presta acepta un cierto grado de riesgo¡±, escribi¨®. ¡°Si todos los pr¨¦stamos, incluso los m¨¢s est¨²pidos, se tuvieran que cobrar (por ejemplo, si no hubiera leyes de bancarrota) los resultados ser¨ªan desastrosos¡±.
Graeber se gradu¨® en antropolog¨ªa en la Universidad de Nueva York y obtuvo su doctorado en la de Chicago con una investigaci¨®n sobre las desigualdades entre los descendientes de nobles y esclavos en Betafo, una poblaci¨®n de Madagascar. Su carrera acad¨¦mica transcurri¨® en dichas universidades y en la de Yale, que no renov¨® su contrato de profesor en 2004. Ello caus¨® pol¨¦mica por la sospecha de que este despido pod¨ªa deberse a motivaciones pol¨ªticas, dado su activismo.
"La gran mayor¨ªa de quienes consideran su labor innecesaria son infelices¡±
El antrop¨®logo sol¨ªa dar charlas en diferentes pa¨ªses sobre asuntos como la desigualdad, los efectos nocivos de la globalizaci¨®n neoliberal o la revoluci¨®n de Rojava, de corte libertario y feminista, en el Kurdist¨¢n sirio. En sus ¨²ltimos a?os, despu¨¦s de ser rechazado por una veintena de universidades, seg¨²n declar¨® a este peri¨®dico, recal¨® en la prestigiosa London School of Economics.
Otro de sus ensayos m¨¢s sonados fue el provocador Trabajos de mierda. Una teor¨ªa (Ariel, 2018), nacido de un art¨ªculo que se volvi¨® viral en Internet, donde introduc¨ªa el concepto de bullshit jobs, esos empleos ¡°de mierda¡±, muchos de nombres rimbombantes, que no aportan nada a la sociedad (aunque quienes los ocupan traten de fingir que no es as¨ª). En el texto denunci¨® que la automatizaci¨®n no libra del trabajo y abog¨® por la introducci¨®n de una renta b¨¢sica universal.
¡°Lo que est¨¢ claro es que un alto porcentaje de los empleados consideran que lo que hacen a diario no sirve para nada (¡) La gran mayor¨ªa de quienes consideran su labor innecesaria son infelices¡±, dec¨ªa en octubre de 2018 en una entrevista con El Pa¨ªs Semanal, y cifraba el origen de muchas depresiones en una inamovible jornada de ocho horas. Graeber, eso s¨ª, se defin¨ªa como un workaholic, un adicto al trabajo.
Explicaba que la empat¨ªa y la compasi¨®n est¨¢n en la base de la condici¨®n humana, y buena parte de la tarea desarrollada por la clase trabajadora tiene que ver con los cuidados
En una l¨ªnea semejante, la proliferaci¨®n de las normas, la burocratizaci¨®n de todos los aspectos de la vida, hab¨ªan centrado otra de sus obras notables, La utop¨ªa de las normas. De la tecnolog¨ªa, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia (Ariel, 2015). La tecnolog¨ªa, defend¨ªa, no solo no libera a los ciudadanos, sino que fomenta su control.
Otra de sus preocupaciones era la clase cuidadora (caring class). Explicaba que la empat¨ªa y la compasi¨®n est¨¢n en la base de la condici¨®n humana, y buena parte de la tarea desarrollada por la clase trabajadora tiene que ver con los cuidados. ¡°Las clases trabajadoras son clases cuidadoras, y siempre lo han sido¡±, escribi¨® en el diario brit¨¢nico The Guardian. La pandemia, en cierto modo, le ha dado la raz¨®n: los trabajadores imprescindibles han sido aquellos dedicados a garantizar la supervivencia de los dem¨¢s.
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