El bum de la prehistoria: somos cavern¨ªcolas con internet
Descubrimientos recientes sobre los neandertales, el avance en los yacimientos y el an¨¢lisis de los f¨®siles generan un auge en la divulgaci¨®n sobre la prehistoria
La prehistoria se ha convertido en un campo de estudio extraordinariamente vol¨¢til, en una trituradora de certezas. El pasado remoto se ha mostrado cada vez m¨¢s sorprendente y desafiante desde que, hace una d¨¦cada, un equipo del Instituto Max Planck de Leipzig dirigido por Svante P??bo descubri¨® que los humanos modernos tenemos genes neandertales, una especie extinta con la que nuestros antepasados hibridaron en contra de lo que los cient¨ªficos hab¨ªan pensado durante d¨¦cadas.
Esta pasi¨®n por la prehistoria y por la ciencia de la evoluci¨®n humana tiene un reflejo creciente en las mesas de novedades de las librer¨ªas. No se trata de novelas, sino de ensayos cient¨ªficos, como Neandertales. La vida, el amor, la muerte y el arte de nuestros primos lejanos (Geoplaneta), de Rebecca Wragg Sykes; El c¨¢liz y la espada. De las diosas a los dioses: culturas prepatriarcales (Capit¨¢n Swing), de Riane Eisler, o El hombre prehist¨®rico es tambi¨¦n una mujer (Lumen), de Maryl¨¨ne Patou-Mathis; adem¨¢s de obras de divulgaci¨®n como La vida contada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara), de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s y Juan Luis Arsuaga, que lleva meses ocupando puestos destacados en las listas de best sellers. De hecho, sus autores est¨¢n trabajando en una continuaci¨®n: La muerte contada por un sapiens a un neandertal.
¡°La pasi¨®n por la prehistoria no tiene solo que ver con el inter¨¦s por el pasado, sino tambi¨¦n con el futuro¡±, se?ala la investigadora Rebecca ?Wragg Sykes por tel¨¦fono desde el Reino Unido, aunque pronto visitar¨¢ Espa?a para presentar su libro, que ha sido traducido a numerosos idiomas desde que sali¨® hace un a?o en ingl¨¦s. Para explicar esta paradoja prosigue: ¡°Creo que est¨¢ muy relacionada con nuestra voluntad de querer definir nuestro futuro. Por eso tenemos tanto inter¨¦s en nuestro origen remoto y en los caminos que hemos seguido como especie, en c¨®mo hemos construido nuestra sociedad y nuestra cultura y, cada vez m¨¢s, en nuestro impacto sobre el clima y el planeta. Por eso la prehistoria tambi¨¦n nos habla de nuestro futuro¡±.
Los neandertales, por ejemplo, no solo nos han mostrado que existe ¡°otra forma de ser humanos¡±, como escribe Wragg Sykes en su ensayo, sino que nos obligan a enfrentarnos con creciente intensidad al misterio de la propia existencia humana. Se trata de una especie muy similar a la nuestra, que durante 300.000 a?os resolvi¨® los inexpugnables problemas de la supervivencia en un mundo tremendamente hostil, pero que, de repente, en un plazo relativamente corto de tiempo, se desvaneci¨® de la faz de la tierra, coincidiendo con la entrada de los Homo sapiens, nuestra especie, en Europa. Preguntarnos por qu¨¦ ellos desaparecieron y nosotros seguimos aqu¨ª nos obliga a replantearnos no solo nuestro pasado, sino sobre todo nuestro futuro.
Este punto de inflexi¨®n en la historia de la humanidad ¡ªque ya tenemos claro que no es una sino muchas, porque durante milenios compartieron el planeta diferentes especies humanas de las que solo sobrevive la nuestra¡ª se complic¨® todav¨ªa m¨¢s cuando el equipo de P??bo, premio Princesa de Asturias de Investigaci¨®n Cient¨ªfica y autor del ensayo El hombre de neandertal. En busca de genomas perdidos (Alianza), descubri¨® en 2011 que los humanos no africanos tenemos un porcentaje peque?o, pero significativo (entre el 2% y el 4%), de genes neandertales. Esta certeza convirti¨® en fosfatina certezas anteriores, como que dos especies diferentes no pod¨ªan tener descendencia f¨¦rtil. Algunos cient¨ªficos sostienen incluso que los neandertales no han desaparecido: nosotros somos lo que queda de ellos.
¡°La arqueolog¨ªa y la prehistoria tienen el potencial de sorprender y de subvertir ideas, lo que resulta muy atractivo¡±, prosigue Wragg Sykes en referencia a aquel hallazgo. ¡°Con un solo descubrimiento, puedes verte obligada a cambiar de perspectiva completamente. No es falso decir que hay algo cosmol¨®gico en la evoluci¨®n humana, como ocurre con la atracci¨®n por la astronom¨ªa y por nuestro papel en el universo. La capacidad de que la prehistoria nos sorprenda es infinita. La gente quiere aprender las realidades del pasado: no solo nos interesa lo que conocemos, sino tambi¨¦n aquello que ignoramos e incluso las cosas que ni siquiera sabemos que no sabemos¡±.
¡°La ausencia de pruebas no es una prueba¡±
La prehistoriadora francesa Maryl¨¨ne Patou-Mathis, una de las grandes especialistas europeas en neandertales y autora de numerosos ensayos en los que se ha dedicado a poner en duda certezas asentadas ¡ª?como imaginar siempre a los hombres prehist¨®ricos pintando los maravillosos frescos de Altamira, Lascaux o Chauvet y no a las mujeres¡ª, lo plantea con un juego de palabras: ¡°La ausencia de pruebas no es una prueba¡±. Lo que sostiene es que cuanto m¨¢s nos adentramos en la larga prehistoria humana, cuanto m¨¢s escrutamos el pasado remoto, m¨¢s vestigios corren el riesgo de haber desaparecido. Durante much¨ªsimo tiempo se pens¨® que los neandertales no hab¨ªan dejado pinturas y que, por lo tanto, carec¨ªan de pensamiento simb¨®lico. Ahora, gracias a la mejora en los sistemas de dataci¨®n, se ha descubierto que existen pinturas trazadas antes de la llegada de los sapiens a Europa hace 40.000 a?os que, necesariamente, tuvieron que ser obra de nuestros primos lejanos. No se trata de arte figurativo, sino de signos. ?Quiere decir esto que los neandertales nunca grabaron o pintaron en las rocas, como nosotros, a los animales con los que compart¨ªan su espacio vital? No, significa que no se han encontrado pruebas de que esto fuese as¨ª.
El cient¨ªfico del CSIC Antonio Rosas, autor de Neandertales y Los primeros hom¨ªnidos (ambos en Libros de la Catarata) e investigador de uno de los principales yacimientos de neandertales del mundo, el Sidr¨®n (en Asturias), tambi¨¦n cree que la fascinaci¨®n por la prehistoria est¨¢ relacionada con la cantidad interminable de misterios que oculta y por los constantes cambios que ofrece en el relato del pasado: ¡°El enigma del origen humano y de la interacci¨®n entre diferentes especies nos enfrenta a cuestiones fundamentales, a misterios no resueltos. En un sentido hist¨®rico profundo, la disciplina que nos da m¨¢s respuestas a esos problemas es la prehistoria, nos enfrenta a lo que planteaba Huxley en su famoso libro El lugar del hombre en la naturaleza. A eso adem¨¢s hay que a?adirle capas de misterio, profundidad del tiempo, el hecho de que muchos yacimientos sean cuevas, que nos fascinan. Es algo que agita nuestros intereses intelectuales, conscientes e inconscientes¡±.
Cuando la prehistoria comenz¨® a convertirse en una ciencia, en el siglo XIX, coincidiendo con el cambio de paradigma sobre el origen de la humanidad que desencaden¨® Charles Darwin con El origen de las especies, este periodo despert¨® la imaginaci¨®n de numerosos escritores, creando un subg¨¦nero que llega hasta nuestros d¨ªas. Produjo cl¨¢sicos como La guerra del fuego, de J.-H. Rosny A?n¨¦, o la apasionante novela Los herederos (Minotauro), del premio Nobel William Golding, que utiliz¨®, en plena Guerra Fr¨ªa, a los neandertales como met¨¢fora del fin del mundo por la violencia. Tambi¨¦n surgi¨® toda una cultura pop, que engloba desde los Picapiedra hasta Raquel Welch en Hace un mill¨®n de a?os, o los tebeos de Rahan, de Andr¨¦ Cheret y Roger L¨¦cureux, que desde su primera aparici¨®n en la revista Pif en 1969 se convirtieron en un puntal del c¨®mic francobelga. Su monumental edici¨®n integral se puede encontrar todav¨ªa en cualquier librer¨ªa francesa con una buena secci¨®n de tebeos.
¡°Soy el ¨²ltimo de mi raza. Es tiempo de morir¡±
Tambi¨¦n surgieron series literarias, m¨¢s o menos imaginativas, como la que arranca con El clan del oso cavernario, de la estadounidense Jean Marie Auel, un ¨¦xito internacional, o la saga prehist¨®rica del espa?ol Antonio P¨¦rez Henares que empieza con Nublares (Plaza & Jan¨¦s). La danza del tigre (Plot), del paleont¨®logo sueco Bj?rn Kurt¨¦n, es citada por muchos expertos como la mejor novela sobre el pasado lejano de la humanidad. Se centra en el tema que m¨¢s ha interesado a la literatura prehist¨®rica: la relaci¨®n entre dos especies humanas y la desaparici¨®n de una de ellas. ¡°La danza del tigre se desarrolla en el momento de la desaparici¨®n de los neandertales¡±, escribe Juan Luis Arsuaga en el pr¨®logo de la edici¨®n espa?ola. ¡°En todos y cada uno de los lugares donde ocurri¨®, alguien pens¨®: ¡®Soy el ¨²ltimo de mi raza. Es tiempo de morir¡±, agrega el codirector de Atapuerca.
Sin embargo, todas esas novelas han sido superadas por la realidad, por lo menos en el inter¨¦s de los lectores. Los ¨¦xitos actuales no surgen de la literatura, sino de la divulgaci¨®n cient¨ªfica. Una parte de ese creciente inter¨¦s se debe a la fascinaci¨®n por los neandertales, los otros humanos, pero en el caso concreto de Espa?a est¨¢ profundamente relacionada con un lugar concreto: Atapuerca. El yacimiento burgal¨¦s, uno de los m¨¢s importantes del mundo con restos que superan el mill¨®n de a?os, no solo cambi¨® la percepci¨®n del pasado ¡ªotra vez¡ª, sino que ha resultado fundamental para nutrir la creciente fascinaci¨®n por la prehistoria.
¡°Para m¨ª Atapuerca fue como una ca¨ªda del caballo¡±, explica el escritor Juan Jos¨¦ Mill¨¢s, cuyo libro con Juan Luis Arsuaga naci¨® porque quer¨ªa aprender sobre la prehistoria m¨¢s que escribir sobre ella. ¡°Hasta entonces hab¨ªa pensado que entre la prehistoria y la historia hab¨ªa una especie de muro, que era una cosa de especialistas. Pero all¨ª me di cuenta de que aquellas personas que hab¨ªan vivido hace 300.000 a?os eran mis abuelos. La prehistoria est¨¢ en nosotros, nosotros somos la prehistoria. Nuestro propio cuerpo est¨¢ hecho de los retales de nuestros hermanos mayores¡±.
El paleoantrop¨®logo Jos¨¦ Mar¨ªa Berm¨²dez de Castro, codirector de Atapuerca y autor del ensayo Dioses y mendigos (Cr¨ªtica), que resume d¨¦cadas de investigaci¨®n sobre la evoluci¨®n humana, tambi¨¦n cree que el punto de inflexi¨®n se encuentra en el yacimiento burgal¨¦s. ?l mismo relata que no descubri¨® su vocaci¨®n hasta los 22 a?os, ya en la universidad, porque entonces su disciplina era muy poco conocida en Espa?a. ¡°El n¨²mero de personas interesadas en conocer la evoluci¨®n humana ha crecido de manera desmesurada¡±, se?ala. ¡°Y se trata de libros bastante especializados, incluso densos. No son c¨®mics ni novelas. Y eso tambi¨¦n se refleja en los datos que tenemos sobre las personas que vienen a visitar el yacimiento durante las campa?as de excavaci¨®n. Todos se van emocionados de Atapuerca, con la sensaci¨®n de haber descubierto un mundo nuevo, que estuvo tapado durante miles de a?os¡±.
En su libro El hombre prehist¨®rico es tambi¨¦n una mujer, reci¨¦n traducido al castellano tras alcanzar un n¨²mero considerable de ediciones en Francia, Maryl¨¨ne Patou-Mathis muestra que el cambio de la mirada sobre la prehistoria no depende solo de la ciencia, sino de la perspectiva. Como relata el periodista Gregory Curtis en su ensayo Los pintores de las cavernas. El misterio de los primeros artistas (Turner), cuando Marcelino Sanz de Sautuola descubri¨® las pinturas de Altamira en 1879 fue acusado de falsificador porque sus contempor¨¢neos consideraron que era imposible que unos dibujos tan bellos y sofisticados fuesen obra de lo que entonces se consideraba seres primitivos. Cuando qued¨® claro que aquellas pinturas s¨ª hab¨ªan sido realizadas hace miles de a?os, los prejuicios continuaron, esta vez centrados en los neandertales, una especie humana necesariamente inferior. El colonialismo europeo no era en absoluto ajeno a esa visi¨®n de que unos humanos eran superiores a otros. El pasado se convirti¨® en una forma de justificar las injusticias del presente.
¡°Las mujeres prehist¨®ricas no se pasaban el d¨ªa barriendo la cueva¡±
En el siglo XXI, esos prejuicios hacia los neandertales parecen superados en el mundo cient¨ªfico (no en la cultura popular), pero todav¨ªa queda por romper un techo de piedra. ¡°?No! ?Las mujeres prehist¨®ricas no se pasaban el d¨ªa barriendo la cueva!¡±, exclama Patou-Mathis en el arranque de un ensayo tan erudito como reivindicativo. ¡°?Y si resulta que tambi¨¦n pintaron Lascaux, cazaron bisontes, tallaron utensilios e idearon innovaciones y avances sociales? Las nuevas t¨¦cnicas de an¨¢lisis de los restos arqueol¨®gicos, los recientes descubrimientos de f¨®siles humanos y el desarrollo de la arqueolog¨ªa de g¨¦nero han cuestionado muchas de las ideas y clich¨¦s heredados¡±.
La prehistoria no sirve solo para escrutar el pasado y tratar de entrever el futuro. Ha reflejado siempre las inquietudes y las injusticias del presente. La prehistoria nos fascina porque nos habla de lo que somos, no solo de lo que hemos sido, y de lo que queremos ser, nos ayuda a leer en las l¨ªneas de la mano del tiempo. Rebecca Wragg Sykes sostiene sobre los neandertales: ¡°Nos resultan tan interesantes porque nos ofrecen muchas diferencias sobre las que pensar, pero tambi¨¦n similitudes. Son un espejo y a la vez una ventana¡±. Es una frase que se puede aplicar tambi¨¦n a los sapiens, esos nosotros que vivieron en un tiempo y un espacio tan diferentes a los nuestros, que formaban parte integral de la naturaleza, fuente de vida y de muerte. Como nosotros, al final, solo pretend¨ªan sobrevivir y perdurar. Mirarnos en aquellos antepasados remotos nos obliga a enfrentarnos al misterio mismo de la humanidad.
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