El extravagante doctor Charcot y sus peculiares maneras de diagnosticar la histeria
Jean-Marin Charcot se convirti¨® en todo un showman. Lo inaudito, lo que m¨¢s llamaba la atenci¨®n, es que las pacientes compet¨ªan entre ellas por ver qui¨¦n eclipsaba a todas las dem¨¢s
En su primer volumen de Historia de la sexualidad (Siglo XXI), el fil¨®sofo franc¨¦s Michel Foucault nos cuenta c¨®mo la afici¨®n al placer carnal es examinada de manera cient¨ªfica desde la medicina, ya sea desde la psicolog¨ªa, la psiquiatr¨ªa o desde la urolog¨ªa. Porque ser¨¢ a partir del siglo XIX cuando el sexo se articule con el discurso de la ciencia.
En uno de sus pasajes, Foucault nos habla de Jean-Martin Charcot (1825-1893), el renombrado neur¨®logo franc¨¦s que, en 1862, fue nombrado director de La Salp¨ºtri¨¨re, el hospital ubicado en el extremo sureste de Par¨ªs, famoso por confinar mujeres de las mal llamadas problem¨¢ticas. Fue aqu¨ª, en este recinto, ¡°gran asilo de la miseria humana¡± como lo denominaba el mismo Charcot, donde puso en marcha sus experimentos para el estudio de lo que vino a llamar la gran enfermedad del siglo, es decir, la histeria.
En una de sus notas a pie de p¨¢gina, Foucault nos habla de los documentos in¨¦ditos de las lecciones de Charcot donde se narra que el 25 de noviembre de 1877 tuvo lugar una sesi¨®n donde una paciente presentaba una contracci¨®n hist¨¦rica que Charcot suspendi¨® colocando un bast¨®n sobre los ovarios. Cuando se retira el bast¨®n la crisis brota de nuevo y Charcot la acelera dando a inhalar nitrito de amilo a la paciente. Es entonces cuando la paciente pide de nuevo ¡°el bast¨®n¡±.
Hay un famoso cuadro de Pierre Andre Brouillet (1857-1914), titulado Una lecci¨®n cl¨ªnica de Docter Charcot en La Salp¨ºtri¨¨re, donde podemos ver al doctor en una de sus clases, rodeado de alumnos y explicando el ataque de histeria de Blanche Wittman. La citada paciente se qued¨® sorda y muda a los dos a?os de edad. Aunque recuper¨® el habla y el o¨ªdo a?os m¨¢s tarde, sufri¨® ataques y convulsiones nerviosas progresivas. Su mal se convirti¨® en espect¨¢culo. Lleg¨® a los 18 a?os a La Salp¨ºtri¨¨rey, donde fue internada de inmediato. Al ser recluida se cort¨® la comunicaci¨®n org¨¢nica con el cuerpo social, por decirlo a la manera de Foucault y, muy pronto, se convirti¨® en la ¡°hist¨¦rica¡± favorita de Charcot.
El cuadro de Brouillet rezuma sexismo por all¨ª por donde se mire y es fiel a una realidad que existi¨® en aquellos tiempos de los que habla Foucault en su primer volumen de Historia de la sexualidad, cuando la represi¨®n sexual se manifestaba como un secreto obligado a esconderse para permitir a la ciencia descubrirlo. Charcot se convirti¨® en todo un showman, sus puestas en escena seduc¨ªan a las gentes que acud¨ªan en masa para presenciar las demostraciones. Lo inaudito, lo que m¨¢s llamaba la atenci¨®n, es que las pacientes compet¨ªan entre ellas por ver qui¨¦n eclipsaba a todas las dem¨¢s.
De esta manera, las contorsiones y espasmos se exageraban hasta el l¨ªmite, dando lugar a una actuaci¨®n teatral m¨¢s que a una clase de medicina. Estaba en marcha la sociedad espectacular de la que cien a?os despu¨¦s hablar¨ªa Guy Debord, la sociedad arraigada en la econom¨ªa donde las relaciones est¨¢n falsificadas y la simulaci¨®n contamina la vida cotidiana. Lo que sucede es que, para Foucault, a diferencia de Debord, nuestra sociedad no es del espect¨¢culo, sino de ¡°la vigilancia¡±.
Por ello, en su trabajo hist¨®rico acerca de la sexualidad subyacen las relaciones de poder y, con ello, las relaciones de orden y defensa que vigilan la naturaleza del deseo. Historia de la sexualidad de Foucault es lectura imprescindible.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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