?Existe el verdadero altruismo? Los secretos de la naturaleza para hacernos menos ego¨ªstas
Un estudio con ratones revela que el comportamiento altruista no es innato, sino aprendido por la experiencia
Para el com¨²n de los mortales, el altruismo es un comportamiento que implica alg¨²n tipo de cesi¨®n o sacrificio personal en beneficio de otros, sin esperar nada a cambio; algo que parece contradecir las ideas darwinianas del ego¨ªsmo y la selecci¨®n de los m¨¢s fuertes como motores de la supervivencia y la evoluci¨®n. Los bi¨®logos, por tanto, intentan explicar el altruismo considerando que tiene lugar ...
Para el com¨²n de los mortales, el altruismo es un comportamiento que implica alg¨²n tipo de cesi¨®n o sacrificio personal en beneficio de otros, sin esperar nada a cambio; algo que parece contradecir las ideas darwinianas del ego¨ªsmo y la selecci¨®n de los m¨¢s fuertes como motores de la supervivencia y la evoluci¨®n. Los bi¨®logos, por tanto, intentan explicar el altruismo considerando que tiene lugar sobre todo en el seno de las familias, donde el sacrificio de un pariente (cediendo, por ejemplo, un ri?¨®n) ayuda a la supervivencia de otro miembro de la misma familia.
Otra explicaci¨®n es el altruismo rec¨ªproco, es decir, hoy por ti, ma?ana por m¨ª. Te doy el dinero que necesitas esperando que t¨² hagas lo mismo conmigo cuando yo lo necesite. Pero la conducta que beneficia al otro sin que haya reciprocidad es m¨¢s dif¨ªcil de explicar. ?Acaso siempre hay alg¨²n tipo de reciprocidad oculta y, en realidad, un verdadero altruismo, tal como solemos definirlo, no existe?
Tratando de hallar la respuesta a ese interrogante, un equipo de investigadores de la Universidad de Mil¨¢n y otros centros de investigaci¨®n italianos han llevado a cabo un extenso trabajo de exploraci¨®n de la conducta y el cerebro altruista en ratones, mam¨ªferos como nosotros, con resultados tan llamativos como interesantes, recientemente publicados en Nature Neuroscience.
Su escenario experimental consist¨ªa en dos compartimentos adyacentes separados por una mampara transparente. En uno de ellos un rat¨®n (actor) pod¨ªa introducir su nariz en dos agujeros diferentes. Cuando lo hac¨ªa en uno de ellos recib¨ªa una dosis de comida ¨¦l solo (elecci¨®n ego¨ªsta). Cuando lo hac¨ªa en el otro agujero, tanto ¨¦l como otro rat¨®n (receptor), al que pod¨ªa observar a trav¨¦s de la mampara en el compartimento adyacente, recib¨ªan una dosis de comida (elecci¨®n altruista). O pido comida solo para m¨ª, o la pido para los dos, podr¨ªamos decir, tratando de indagar en la mente y conducta del rat¨®n actor.
Con los sucesivos ensayos y siempre que hab¨ªa un rat¨®n receptor al otro lado de la mampara los ratones actores desarrollaron una fuerte preferencia por una de las dos opciones, altruista o ego¨ªsta. Los ratones machos mostraron mayoritariamente una preferencia altruista, mientras que los ratones hembras tuvieron un comportamiento altruista o ego¨ªsta al 50%. Pero todas esas preferencias perdieron fuerza, es decir, dejaron de desarrollarse cuando al otro lado de la mampara en lugar de otro rat¨®n lo que hab¨ªa era un objeto inanimado, o cuando entre ambos compartimentos se interpon¨ªa una barrera opaca. Sorprendentemente, todo eso parec¨ªa indicar que la conducta preferente de los ratones actores, fuera ego¨ªsmo o altruismo, era motivada por razones sociales, es decir, por la presencia de otro rat¨®n, pero no de un objeto, en el compartimento adyacente.
Pero esa no fue la ¨²nica sorpresa, porque tambi¨¦n se observ¨® que la elecci¨®n altruista (comida para ambos ratones) fue mayor cuando el rat¨®n receptor era familiar y hab¨ªa estado en contacto con el rat¨®n actor antes del experimento. El contacto social, por tanto, desarroll¨® la conducta altruista de los ratones. Adem¨¢s, los machos continuaron teniendo conducta altruista incluso cuando aument¨® el requerimiento (hasta seis incursiones en el agujero) para obtener la comida. Las hembras tambi¨¦n la mantuvieron, aunque algo menos.
Con todo, lo que m¨¢s llam¨® la atenci¨®n de los investigadores fue que la elecci¨®n altruista de los ratones continu¨® cuando la comida suministrada iba solo al receptor y no al actor, lo que significa que la comida no era necesariamente la motivaci¨®n del actor, pues hab¨ªa algo m¨¢s. Y si el rat¨®n receptor no estaba previamente privado de comida, la elecci¨®n altruista del rat¨®n actor tambi¨¦n disminuy¨®, como si su objetivo, perm¨ªtaseme decirlo, fuera alimentar al hambriento. Una motivaci¨®n social, en definitiva.
Esos resultados tambi¨¦n indicaron que el comportamiento altruista de los ratones no era innato, sino aprendido por la experiencia, es decir, por aprendizaje reforzado (condicionamiento operante, en el lenguaje de la psicolog¨ªa experimental), por lo que los investigadores acabaron pregunt¨¢ndose si ese comportamiento, socialmente recompensado, era o no un verdadero altruismo. En realidad, nosotros los humanos tambi¨¦n resultamos socialmente recompensados cuando, por ejemplo, damos dinero a un pobre o cedemos el asiento a una persona mayor.
Altruismo y corteza cerebral
Por otro lado, como los estudios con resonancia magn¨¦tica funcional han mostrado que cuando los humanos tomamos decisiones altruistas pueden activarse zonas de nuestro cerebro como la corteza prefrontal o la am¨ªgdala, los investigadores italianos estudiaron tambi¨¦n si algo parecido pod¨ªa ocurrir en el cerebro de los ratones. Efectivamente, as¨ª fue, pues mediante modernas t¨¦cnicas de registro observaron que las elecciones altruistas de los ratones se acompa?aban de un aumento de la actividad de las neuronas de su am¨ªgdala basolateral, cosa que no ocurr¨ªa cuando las elecciones eran ego¨ªstas. Adem¨¢s, la supresi¨®n de esa actividad en la am¨ªgdala de los ratones mediante t¨¦cnicas quimiogen¨¦ticas redujo las elecciones altruistas cuando los ratones estaban adquiriendo una preferencia, es decir, durante el tiempo de aprendizaje. Parec¨ªa, en definitiva, que el aumento de actividad de las neuronas de la am¨ªgdala podr¨ªa ser el responsable del establecimiento de las preferencias altruistas de los ratones.
Si as¨ª fuera, ?c¨®mo esas neuronas lo consiguen? Al parecer, actuando sobre la corteza cerebral, pues cuando los investigadores inhibieron la actividad de las neuronas que proyectan desde la am¨ªgdala a la corteza cerebral prel¨ªmbica de los ratones, cayeron las preferencias y disminuyeron las elecciones altruistas. En contraste, la inhibici¨®n de las neuronas contrarias, las que van de la corteza cerebral a la am¨ªgdala, increment¨® el n¨²mero de elecciones altruistas en los ratones actores, como si la corteza cerebral dijera al rat¨®n: ¡°Seamos altruistas, que eso es bueno¡±.
Muchos de los resultados obtenidos por los investigadores italianos son susceptibles de interpretaciones diversas y alternativas, pero si los extrapolamos a nosotros los humanos (con un cerebro tambi¨¦n de mam¨ªfero, aunque m¨¢s evolucionado que el de los ratones), dejan entrever al menos dos cosas importantes. Una es que todo comportamiento altruista (o aparentemente altruista) podr¨ªa ocultar alguna gratificaci¨®n o recompensa de car¨¢cter emocional (cuando somos generosos, nos sentimos mejores personas) o social (cuando los dem¨¢s perciben nuestra generosidad, nos valoran m¨¢s). La otra conclusi¨®n es que ese tipo de conducta resulta siempre, como era de esperar, de una interacci¨®n entre las regiones emocionales (am¨ªgdala) y las regiones racionales (corteza) del cerebro.
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