Los riesgos de radicalizar el debate de los bisontes en Espa?a
Este gran herb¨ªvoro podr¨ªa ser un candidato ideal para suplir la carencia de ganado pastador en extensivo en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica
Se ha abierto un debate, por momentos encendido, en torno a la presencia o no del bisonte europeo (Bison bonasus) en Espa?a. Los partidarios argumentan que, ante la matorralizaci¨®n acuciante de nuestros montes, los beneficios ser¨ªan inmediatos debido a un comportamiento alimenticio que permitir¨ªa al herb¨ªvoro m¨¢s grande de la fauna europea desbrozar el monte hasta tal punto que se abrir¨ªan cortafuegos naturales, y retornar¨ªan praderas y ecosistemas abiertos, lo que implicar¨ªa un aumento en cadena de la biodiversidad, comenzando por plantas, artr¨®podos y aves propios de estos h¨¢bitats a cielo abierto. Los contrarios, empero, argumentan que traer el bisonte a Espa?a es un dislate, esencialmente porque nunca hubo (no se han encontrado restos f¨®siles que acrediten su presencia) y es por tanto una especie ajena, ex¨®tica, y consecuentemente los efectos sobre nuestros ecosistemas son imprevisibles pero a buen seguro negativos. Parten adem¨¢s de la base de que se trata de un herb¨ªvoro propio de bosques norte?os y fr¨ªos, en absoluto adaptable al clima c¨¢lido mediterr¨¢neo propio de la mayor¨ªa de nuestros ecosistemas. ?Alguien tiene raz¨®n en esta diatriba? ?C¨®mo es posible que colegas versados en los mismos campos de investigaci¨®n no se pongan de acuerdo? A esta ¨²ltima pregunta s¨ª que no tengo respuesta, pero en lo que respecta a la biolog¨ªa y ecolog¨ªa del bisonte europeo, intentar¨¦ clarificar las diferentes aristas que presenta este superviviente del pasado.
Pero, antes que nada, contextualicemos este peliagudo, a la par que fascinante, asunto.
La conservaci¨®n de la biodiversidad
Las iniciativas que rodean los programas de retorno, de reintroducci¨®n de especies anta?o comunes en la naturaleza, se enmarcan dentro del concepto com¨²nmente denominado rewilding, una especie de ¡°vuelta a los or¨ªgenes¡± naturales, propios de tiempos preneol¨ªticos, es decir, antes de que nuestra especie comenzara a transformar, si no destruir, los ecosistemas a trav¨¦s de la explotaci¨®n de los recursos, y una incipiente actividad agr¨ªcola y ganadera. Esta renaturalizaci¨®n se fundamenta en el intento de restaurar las cadenas tr¨®ficas que conforman nuestros ecosistemas, en donde, debido a la implacable acci¨®n humana, nos faltan muchos e importantes eslabones. La ciencia ecol¨®gica nos dice que los ecosistemas originales, inalterados, eran sostenibles, m¨¢s biodiversos y seguramente m¨¢s resilientes ante procesos adversos, fueran estos ecol¨®gicos o clim¨¢ticos. Pero ya pr¨¢cticamente no quedan zonas pr¨ªstinas, inalteradas.
La antropizaci¨®n del planeta es cada d¨ªa mayor, y esto ha determinado ecosistemas rotos, insostenibles en alg¨²n caso, y vulnerables, muy vulnerables. No podemos seguir permiti¨¦ndonos la tasa actual de extinci¨®n de especies, la denominada Sexta Extinci¨®n Masiva, que en los ¨²ltimos 50 a?os, debido a diferentes factores antr¨®picos, ha llevado a una defaunaci¨®n o extinci¨®n de poblaciones y especies animales estimada en un 50%. As¨ª, seg¨²n la Lista Roja de la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN), en el a?o 2021 hay contabilizadas 37.400 especies amenazadas, incluidas plantas y animales, una estima basada exclusivamente en aquellos grupos taxon¨®micos suficientemente evaluados y conocidos, por lo que la cifra real es seguramente mayor.
En biolog¨ªa de la conservaci¨®n tenemos claros varios objetivos, pero globalmente podemos resumirlos en dos conceptos clave: restaurar la resiliencia y sostenibilidad de los ecosistemas y preservar la biodiversidad. As¨ª, m¨¢s all¨¢ de salvaguardar la supervivencia de las denominadas especies bandera, o emblem¨¢ticas, atractivas para el gran p¨²blico y que son la punta de lanza para preservar los ecosistemas, son estos ¨²ltimos, los que en ¨²ltima instancia han de permanecer lo m¨¢s inalterados posibles para que la biodiversidad que albergan en su seno pueda asegurarse.
En el ¨¢mbito europeo, y m¨¢s concretamente en la cuenca mediterr¨¢nea, se localizan al menos 25.000 especies de plantas, lo que se corresponde con un 10% de todas las especies vegetales existentes en nuestro planeta, ocupando el 1,6% de la superficie seca. Adem¨¢s, aproximadamente la mitad de estas especies son end¨¦micas del Mediterr¨¢neo, y un 12% son raras o est¨¢n amenazadas, porcentaje con tendencia al alza. Esta elevada biodiversidad se debe a varios factores tanto biogeogr¨¢ficos como geol¨®gicos, ecol¨®gicos e hist¨®ricos; pero lo que identifica al paisaje mediterr¨¢neo es su elevada heterogeneidad, con la presencia de teselas vegetales en mosaico, las cuales son ocasionadas en gran medida por la diferente incidencia de grandes herb¨ªvoros especializados en diversas capas vegetales. As¨ª, a comienzos del Holoceno, hace 11.700 a?os, la megafauna europea inclu¨ªa grandes c¨¦rvidos y b¨®vidos, y entre estos ¨²ltimos se encontraban el uro (Bos primigenius) y el bisonte (Bison sp.), herb¨ªvoros esencialmente pastadores que, junto al caballo salvaje o tarp¨¢n (Equus ferus), se alimentaban en las praderas que se extend¨ªan por toda la cuenca mediterr¨¢nea conectando entre s¨ª zonas de matorral y bosques, como lo atestiguan estudios paleopalinol¨®gicos (del polen f¨®sil).
Durante el Neol¨ªtico, hace unos 10.000 a?os, tuvo lugar la gran revoluci¨®n cultural humana, testigo de la aparici¨®n de las primeras sociedades productoras, agr¨ªcolas y ganaderas, que llevaron a cabo la domesticaci¨®n de un buen n¨²mero de especies animales. Ese fue el destino final de los descendientes del uro, el cual fue cazado hasta su extinci¨®n. En la pen¨ªnsula ib¨¦rica probablemente desapareci¨® en la Alta Edad Media, y el ¨²ltimo ejemplar europeo del que se tiene constancia fue muerto en Polonia en 1627.
El bisonte en Europa
?Y qu¨¦ le ocurri¨® al bisonte en Europa? Hasta donde nos muestran las evidencias f¨®siles, nuestra ¨²nica ventana al pasado prehist¨®rico, al final de la ¨²ltima glaciaci¨®n, la denominada W¨¹rm, el bisonte estep¨¢rico (Bison priscus) dej¨® de aparecer en el registro f¨®sil justo en la ¨¦poca fronteriza entre el Paleoceno y el Holoceno. Y una nueva especie, algo m¨¢s peque?a de tama?o, hizo aparici¨®n, el bisonte europeo (Bison bonasus). El ¨²ltimo bisonte datado en Espa?a, hace 11.750 (¡À 60 a?os), se sit¨²a en el nivel C del yacimiento Kiputz IX, junto a la costa cant¨¢brica, en Guipuzcoa; est¨¢ clasificado como estep¨¢rico, pero tiene un tama?o algo menor a lo habitual.
El origen del bisonte europeo est¨¢ a¨²n lleno de inc¨®gnitas, pero recientes estudios gen¨¦ticos se?alan como posible causa la hibridaci¨®n entre el estep¨¢rico y el uro. Julien Soubrier, cient¨ªfico del Centro Australiano de DNA Antiguo de la Universidad de Adelaida, junto a un extenso n¨²mero de investigadores internacionales, publicaron en 2016 en la prestigiosa revista Nature Communications un revolucionario estudio en el que, por medio del uso de ADN mitocondrial y nuclear antiguos, conclu¨ªan que el bisonte europeo actual es resultado de la hibridaci¨®n entre el bisonte estep¨¢rico y el uro, un evento que situaron hace m¨¢s de 120.000 a?os. Apreciaron la presencia de un 10% de ascendencia gen¨®mica de uro en el bisonte. Aunque este hecho no ha podido detectarse en el registro f¨®sil, este descubrimiento sugiere que los antepasados del bisonte actual y el bisonte estep¨¢rico habr¨ªan convivido, alternando su dominio ecol¨®gico de acuerdo a los cambios clim¨¢ticos que se fueron sucediendo, al menos desde hace 55.000 a?os. Es interesante destacar que ambas especies se diferencian entre s¨ª por su tama?o corporal y por la longitud de sus cuernos, siendo en ambos casos mayor en el bisonte estep¨¢rico. A nuestros antepasados no se les escaparon estas diferencias morfol¨®gicas, como acreditan algunas pinturas rupestres realizadas durante el ?ltimo M¨¢ximo Glacial (hace 21.000¨C18.000 a?os). Es el caso de varias grutas en el sur de Francia y a tan solo 20 kil¨®metros de la frontera espa?ola, en donde se aprecian siluetas claramente de bonasus. Las muestras f¨®siles analizadas en este estudio proven¨ªan de diversas partes de Europa, desde el Mar del Norte o los Montes Urales hasta Francia e Italia.
Asociado a este hallazgo, es de destacar el hecho de que el actual bisonte europeo pueda cruzarse con ganado vacuno y dar lugar a descendencia f¨¦rtil. Esta estrecha relaci¨®n de parentesco entre bisontes y uros podr¨ªa explicar la tremenda dificultad que existe a la hora de distinguir restos f¨®siles ¨®seos de ambas especies, haci¨¦ndose imprescindible el uso de herramientas m¨¢s precisas, aunque tambi¨¦n costosas, como el an¨¢lisis del ADN f¨®sil. A d¨ªa de hoy ning¨²n estudio ha analizado, utilizando esta metodolog¨ªa, las muestras clasificadas como pertenecientes a b¨®vidos (la familia que incluye tanto a bisontes como a uros) de los yacimientos neol¨ªticos de la pen¨ªnsula ib¨¦rica. Sin este paso previo, es imposible aseverar que el bisonte europeo no pisara tierras ib¨¦ricas durante este periodo, y si bien es cierto que tampoco podemos afirmar lo contrario, los indicios y la presencia abundante de bisontes estep¨¢ricos y uros en el registro f¨®sil previo al comienzo de la actual ¨¦poca interglacial sugiere que esta hibridaci¨®n tambi¨¦n habr¨ªa podido tener lugar en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica.
Herb¨ªvoros pastadores y paisajes biodiversos
En todo caso, el lector que haya llegado hasta aqu¨ª habr¨¢ comprobado que el problema de base al que nos enfrentamos a la hora de gestionar nuestros medios antropizados es la conservaci¨®n de la biodiversidad de nuestros ecosistemas. Y en este sentido, el abandono progresivo de la ganader¨ªa de ovino y vacuno en extensivo, por diversas razones que se salen del ¨¢mbito de este art¨ªculo, as¨ª como el de amplias zonas cultivadas, est¨¢ afectando a ese delicado equilibrio que permit¨ªa, por medio de la acci¨®n de los grandes herb¨ªvoros de pradera, el mantenimiento de un paisaje en mosaico, natural, propio de la cuenca mediterr¨¢nea y reservorio de su ampl¨ªsimo acervo natural.
Parad¨®jicamente, un medio tan antropizado como la dehesa est¨¢ caracterizado por una alt¨ªsima biodiversidad. Pero no debemos pasar por alto el hecho de que en el pasado pre-neol¨ªtico, las praderas y estepas naturales eran ¡°dehesas naturales¡±, provocadas y mantenidas gracias al comportamiento tr¨®fico continuado ejercido por los grandes herb¨ªvoros silvestres.
A¨²n comprendiendo las necesarias medidas preventivas sobre la presencia de un herb¨ªvoro como el bisonte europeo en nuestros montes. El conocimiento de su comportamiento, biolog¨ªa y ecolog¨ªa, enriquecido en los ¨²ltimos a?os gracias a la distribuci¨®n de peque?as poblaciones en diferentes territorios europeos, nos ha permitido establecer su capacidad de adaptarse a diferentes h¨¢bitats y climas. As¨ª, la hip¨®tesis preponderante actual es que el h¨¢bitat propio original del bisonte europeo ser¨ªa el conformado por prados y pastizales abiertos, si bien, debido a la presi¨®n humana, se vio obligado a habitar los bosques. Consecuentemente, el bosque ser¨ªa un h¨¢bitat marginal para el bisonte actual. En cuanto al clima, hay evidencias que apuntan a la presencia de bisontes en zonas con temperaturas medias de al menos 25 grados, como por ejemplo en Grecia, Rumania y algunos territorios del C¨¢ucaso.
Finalmente, su papel como gran herb¨ªvoro pastador, sin duda, podr¨ªa hacer del bisonte un candidato ideal para suplir la carencia de ganado pastador en extensivo, facilitando el desbroce natural de matorrales y zonas boscosas, y, consecuentemente, permitiendo la apertura de claros y terrenos abiertos, algo que el comportamiento alimenticio de ciervos y cabras monteses, siempre ligados a la alimentaci¨®n preferente en el matorral, no facilita. El bisonte, junto a otras especies con comportamientos alimenticios similares, tales como muflones o caballos, podr¨ªa ayudar al mantenimiento del paisaje en mosaico, y facilitar la biodiversidad asociada a dichos entornos, entre otros florestas, artr¨®podos, reptiles y aves esteparias. Polinizadores, como mariposas o abejas, podr¨ªan beneficiarse de esta cadena tr¨®fica rica, restaurada y a todas luces m¨¢s sostenible desde un punto de vista ecol¨®gico.
La analog¨ªa del puzzle
A modo de conclusi¨®n, podr¨ªamos desarrollar una analog¨ªa planteada por mi colega Jordi Bartolom¨¦. El ecosistema podr¨ªa ser el equivalente a un puzzle, al que se le quita una pieza (herb¨ªvoros pastadores extintos) pero que es sustituida por otra que encaja bien (ganado dom¨¦stico, aut¨®ctono y ex¨®tico), y que ahora se pierde. Podemos dejar el puzzle como est¨¢, o substituir la pieza perdida por otra que tambi¨¦n puede encajar bien y que, quiz¨¢s, pertenec¨ªa al puzzle original (bisontes)¡
Jorge Cassiniello es el vicedirector de la Estaci¨®n Experimental de Zonas ?ridas (CSIC).
Puedes seguir a CLIMA Y MEDIO AMBIENTE en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.