Vale la pena vivir para este oficio
Juan Arias estuvo siempre y aqu¨ª nos deja, con un recado inmenso: ser periodistas hasta el ¨²ltimo aliento
Unos meses antes de morir, Juan Arias escribi¨® su cr¨®nica m¨¢s arriesgada, m¨¢s personal y m¨¢s hermosa: la cr¨®nica de la agresi¨®n que su mujer, Roseana Murray, escritora, poeta, el amor de su vida, hab¨ªa sufrido en su pueblo de Brasil, atacada por unos perros locos. Sin que le temblara el pulso de periodista que llev¨® siempre, Juan Arias cont¨® aquel accidente con un pulso conmovedor, de arriba abajo, cumpliendo todos los mandatos que este peri¨®dico exigente tiene dispuestos en su Libro de Estilo. Fue una noticia mundial y fue ¨¦l quien la cont¨® mejor, porque no se atribuy¨® protagonismo alguno. Sigui¨® las normas de un estilo, la sobriedad, que ¨¦l ya hab¨ªa ensayado cuando era un muchacho y escrib¨ªa, desde Roma, para los peri¨®dicos de los Sindicatos en Espa?a.
Este periodista que ahora le rinde homenaje lo ley¨® en esos peri¨®dicos, en los que aparec¨ªa su prosa ultracontempor¨¢nea, ya en la decadencia de esos medios que el Estado usaba para detener la decrepitud de la dictadura. El rigor de la prosa de Juan Arias advert¨ªa, desde Italia, que otro mundo era posible. De manera que, en cierto modo, ¨¦l era la Pirenaica escrita, el resultado de una toma de conciencia democr¨¢tica que entonces guiaba y sorprend¨ªa.
Muy poco despu¨¦s de nacer EL PA?S, Juan fue, para este peri¨®dico, para los que est¨¢bamos en ¨¦l y para los que lo le¨ªan, una gu¨ªa espiritual laica que ayudaba a entender el mundo a partir de ese ideario b¨¢sico que fue naciendo, y haci¨¦ndose, gracias a esas exigencias de estilo.
Cuando Juan dio por acabada su larga estancia en los alrededores de la Santa Sede, ya hab¨ªa acreditado su manera de ser periodista, su capacidad para contar y para convencer. Para interrogarse con los mismos argumentos de duda que propon¨ªa ese Libro de Estilo.
Luego vino la ¨¦poca de Babelia, cuando Joaqu¨ªn Estefan¨ªa le encarg¨® ponerse al frente del gran suplemento cuyo nombre naci¨® de una bella met¨¢fora que Manuel Vicent le regal¨® a su peri¨®dico. Babelia. Desde la inauguraci¨®n de aquella nueva iniciativa literaria de EL PA?S, que prosegu¨ªa las que hab¨ªa consolidado antes Rafael Conte, Juan Arias explic¨® ya su modo de ser como hombre de Redacci¨®n.
Regal¨®, desde entonces, varios tesoros de su modo de ser, entre ellos el de la habilidad, heroica en periodismo, de dar consejos, y de darlos con el ejemplo.
No dej¨® jam¨¢s de estar, como periodista de EL PA?S, en todas partes, y tambi¨¦n en Italia. Le regal¨® al diario, y a la ¨¦poca, la comprensi¨®n de dos entidades juntas y tan diversas como Italia y el Vaticano que, contadas por ¨¦l, y por sus sucesores, ha parecido siempre un modo de explicar Europa y las rarezas de esos mundos.
Luego vino su otra ¨¦gida, la de Brasil. Ayud¨® desde all¨ª a que un proyecto de entonces, hacer que la cultura literaria que este grupo quiso renacer en Brasil consolidara all¨ª, de su mano y de la de su amiga Isabel Polanco, una apuesta editorial, la de Alfaguara, que salt¨® as¨ª a todo el universo iberoamericano.
Juan Arias era, lo fue entonces, y lo ser¨ªa hasta el fin, alguien que se despertaba y no se dorm¨ªa cuando lo llamaban desde la casa de Miguel Yuste o de los alrededores en los que estuvieran periodistas de EL PA?S. Esta fidelidad tuvo origen en su modo de ser, fiel, delicado y dedicado, amistoso, desprendido, lleno de entusiasmo por el periodismo y por este diario en concreto, cuyas vicisitudes vivi¨® hasta el fin, como si ¨¦l lo estuviera viendo renacer cada d¨ªa mientras vivi¨®.
Supe de la noticia de su muerte cuando estaba en Sevilla hablando sobre periodismo, este oficio dif¨ªcil que ¨¦l am¨® como se ama una herencia inolvidable o el recuerdo infinito de una dedicatoria. Un muchacho del p¨²blico dijo que no ve¨ªa claro el porvenir de lo que hacemos y yo le record¨¦ lo que Albert Camus les dijo a sus compa?eros de Combat bajo las bombas nazis en Par¨ªs. Les hab¨ªa salido un buen peri¨®dico y el autor de El rev¨¦s y el derecho los llev¨® a brindar a una bo?te parisina.
Con la copa en alto, exclam¨® Camus: ¡°?Vale la pena vivir para este oficio!¡±. Es el grito que quise dar cuando desde el propio peri¨®dico recib¨ª la noticia de que ya no est¨¢ aqu¨ª Juan Arias. Vale la pena vivir para un oficio en el que ¨¦l estuvo siempre y aqu¨ª nos deja, con un recado inmenso: ser periodistas hasta el ¨²ltimo aliento. Emocionante legado de un hombre que adem¨¢s fue, como Kim de la India, el amigo de todo el mundo.
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