"Arrastro conmigo una genealog¨ªa que apenas si s¨¦ ya de qu¨¦ criaturas y etnias se forj¨®"
Discurso de N¨¦lida Pi?¨®n, Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras
Majestad, Alteza Real, Se?or Presidente y Se?ores de la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias, Se?or Presidente y Se?ores miembros del Jurado de este Premio, Se?oras y Se?ores galardonados con el Premio Pr¨ªncipe de Asturias, Se?oras y Se?ores
Procedo del Brasil y reverencio la majestad de la lengua portuguesa. En este idioma saludo a Dios y a los hombres. Mi letan¨ªa diaria es celebrar las leyendas de mi casa gallega, de mi pa¨ªs, de toda la tierra que aspiro a conocer. La condici¨®n humana me obliga a retornar siempre a los lugares de donde part¨ª, aunque jam¨¢s los hubiera visitado.
Mi repertorio est¨¢ compuesto de memorias del mundo. En compa?¨ªa de todos, sin exclusi¨®n, conmemoro las emociones que me ciegan y me permiten reconocer el precipicio humano.
Como todos, soy m¨²ltiple en mi humanidad. Nunca me resign¨¦ a ser una ¨²nica criatura. Arrastro conmigo una genealog¨ªa que apenas si s¨¦ ya de qu¨¦ criaturas y etnias se forj¨®.
Asumo mi modestia y agradezco a los genios que me dieron razones para proseguir. Acojo en el coraz¨®n a los que me infiltraron la incredulidad indispensable para tener fe. A los aedos, los amautas, los chamanes, a Homero, a Cervantes, a Shakespeare, a Cam?es, a Machado de Assis. A los seres de la ilusi¨®n y de la oralidad. Yo les rindo culto y ellos me deben la inmortalidad. Todos los muertos est¨¢n en deuda con mi especie, que enaltece el ingenio humano y cree que el arte es voraz cuando retrata esta nuestra sustancia corporal, capaz de triturar y so?ar al mismo tiempo.
Lo que yo haga de m¨ª ya no permite enmiendas. No estoy autorizada a renunciar a un saber que me despierta la compasi¨®n y me ense?a a ba?ar el cuerpo ajeno con el b¨¢lsamo de la esperanza.
El desfile de la vida, que es carn¨ªvora y transitoria, no ahuyent¨® la fantas¨ªa sustentada por las volutas de las catedrales, por el delirio musical de la muerte y transfiguraci¨®n de Isolda, por los filtros del amor y del desespero de las Am¨¦ricas, por la "sinraz¨®n" ir¨®nica del Quijote.
La imaginaci¨®n de los seres, en su continuo respirar, es una conmovedora secuencia narrativa. Es la carta de las grandes navegaciones a cielo abierto. Nos hace c¨®mplices de todas las culturas, de todos los siglos, de sentimientos soterrados o a flor de piel. Nos induce a restaurar las ruinas arqueol¨®gicas, en el ansia de escenificar el para¨ªso perdido.
En nuestra condici¨®n de errantes goliardos, empu?amos el verbo y la lujuria, experimentamos el sabor de las lenguas de Babel, esa argamasa po¨¦tica que se ubica en la franja entre lo sagrado y lo profano. Confiados siempre en que la quimera est¨¢ al alcance de todos. Y aunque la modernidad se burle de la credulidad, el sue?o irradia el placer de la carne y del esp¨ªritu.
El sol de las Am¨¦ricas, no obstante, es bienhechor. Una met¨¢fora que antecede al discurso del mestizaje, y lo ampara. En este feudo americano estamos hechos de las sobras humanas. A lo largo de sus cantos f¨²nebres y epif¨¢nicos se deposit¨® en la palabra la centella de la poes¨ªa, la visi¨®n transformadora que expresa el palimpsesto de nuestros rostros y recoge el pasado y los d¨ªas por venir.
En alg¨²n lugar de este cuerpo iberoamericano se resguarda el recuerdo de los pueblos oriundos de castas monote¨ªstas y pante¨ªstas. De herencia griega, latina, ib¨¦rica, ¨¢rabe, ind¨ªgena, africana, su cultura, f¨¢ustica y dispersa, traduce una singular manera de relacionarse con el mundo, de lanzarse a alegor¨ªas exaltadas, de sumergirse en las utop¨ªas que otrora traicionaron a tantas generaciones. De interrogar pensamiento y acci¨®n, enigmas y el poliedro de la luz, las nociones lacerantes de la pasi¨®n desmedida.
Tambi¨¦n yo, circunscrita a la seducci¨®n universal, s¨®lo supero los dominios de mi ser al cuestionar de qu¨¦ ancestralidad se forma mi psique, que llora ante el recuerdo de Pr¨ªamo, rey de Troya, arrodillado frente a Aquiles, suplic¨¢ndole la devoluci¨®n de los despojos mortales de H¨¦ctor, el hijo amado. Este simple hecho asegur¨¢ndome que, gracias a la liberalidad del conocimiento, me modernizo, me atrevo a la ex¨¦gesis, pleiteo rastros h¨ªbridos que me proyectan a tiempos inmemoriales.
As¨ª pues, como fruto de este caos civilizador ostento la m¨¢scara tr¨¢gica de Agamen¨®n y el coraje c¨ªvico de Ant¨ªgona. Seres emblem¨¢ticos, ellos circulan por la conciencia moderna. Y, bajo el arbitrio de tales memorias, libero las amarras de la sangre y de la intolerancia, defiendo la antropofagia cultural que mastica los productos humanos y las especias del coraz¨®n. Como la sal y los humores, los licores y el arrebato amoroso, los tub¨¦rculos y las ideas exacerbadas. El humus, en fin, de la invenci¨®n del arte y del cotidiano.
El Brasil, a donde ustedes fueron a buscarme, se rodea de marcas que le confieren una dimensi¨®n simb¨®lica. Herederos de la peregrina aventura de los pueblos que ah¨ª llegaron, surgen all¨ª poetas de sus propias sagas, h¨¦roes de s¨ª mismos, narradores. Bajo el alborozo de la carne, en su suelo m¨ªtico se hincaron banderas, h¨¢bitos, historias, la lengua lusa y las apasionadas demencias de la condici¨®n humana. La realidad, que oscila entre el carnaval y la melancol¨ªa, el fluir del melodrama y el escarnio, el optimismo y el cinismo, la turbulencia y la cordialidad, atenaza nuestro instinto civilizador con una substancia po¨¦tica que ilumina lo cotidiano, por m¨¢s que sea ¨¦ste tantas veces injusto y miserable.
Cierto es que vivimos distantes del epicentro cosmopolita, pero tambi¨¦n somos part¨ªcipes de los sinos y las aventuras contempor¨¢neas. Con igual severidad, registramos la apolog¨ªa del mal en nombre de la salvaguardia del alma, la ascensi¨®n de la barbarie, la creciente palidez de los tan amenazados principios human¨ªsticos. En el ansia, sin embargo, de fertilizar el presente y tornarlo m¨¢s solidario, expresamos nuestra inconformidad con un orden que, bajo el pretexto de defender falsas premisas, inmola inocentes, bendice la abundancia para algunos a cambio del sacrificio de la mayor¨ªa.
Nos batimos contra aquellos profetas que, esgrimiendo el sentimiento de la inmortalidad, de la insensatez, de la intolerancia, desprecian la alteridad, expurgan al opositor, a¨ªslan a los que amenazan empobrecer, rechazan las diferencias ¨¦tnicas, ling¨¹¨ªsticas, est¨¦ticas, teol¨®gicas. Como si, habi¨¦ndoseles dado el privilegio de inaugurar una sociedad a su medida, no respetaran el estatuto de la vida.
En esta ¨¦poca nuestra, el escepticismo y la indiferencia se otorgan robustas credenciales, como si fuera de su esencia moral descalificar cualquier acto que se empe?e en superar la distancia que nos separa del pr¨®jimo.
La materia del arte, no obstante, resiste las crisis que asolan las civilizaciones y rechaza acuerdos previos para existir. A fin de cuentas, hecho de asombros, el arte nace de nuestro humanismo. Es perenne, as¨ª siembre angustias y discordias.
Tambi¨¦n Iberoam¨¦rica siente atracci¨®n por la perplejidad, por la magnitud de lo real, por el redimensionamiento de la imaginaci¨®n, tiene apetito por el ilusorio arte de narrar.
Ante la vastedad del continente, todo en este discurso americano actualiza la realidad, busca dar palabra al pensamiento, hace hablar al coraz¨®n. El soplo de la epopeya rastrea la substancia arqueol¨®gica de su fabulaci¨®n.
Y son estos andamios fundacionales de su literatura los que expresan la tradici¨®n del ahora y del futuro. Impulsa una escritura insubordinada que sobrepasa lo meramente mim¨¦tico. Y que, a pesar de los caprichos de la modernidad, abarca la verdad narrativa que se funde con el misterio de la invenci¨®n.
Pero, como escritora brasile?a, huelo la brisa de la floresta y del mar, los c¨®digos de mi identidad. Nada en m¨ª borra el camino de regreso al lar brasile?o. Aprend¨ª, ni?a a¨²n, cierto d¨ªa lluvioso de noviembre en el puerto de Vigo, a amar a Espa?a, patria de mi g¨¦nesis. De aqu¨ª, oriunda de Cotobade, mi grey gallega ech¨® ra¨ªces profundas en el Brasil. Un pa¨ªs que me dio a mis padres, Lino y Carmen, la familia, los amigos, las instancias amorosas, la lengua lusa, nuestros escritores, los desconocidos que me abrazan de manera desprendida.
Estoy agradecida por la generosidad con que Espa?a trata a mi coraz¨®n. Doy gracias a los jurados que me concedieron este galard¨®n. Doy gracias, s¨ª, a este magn¨ªfico premio Pr¨ªncipe de Asturias que hoy recibo acompa?ada de estos seres notables que, conmigo, agradecen al un¨ªsono tal distinci¨®n. Aqu¨ª, reunidos ante nosotros, son ellos orgullo de la especie humana. Me conmuevo con ellos, con todos los presentes, en especial, y aunque est¨¦ ausente la Princesa, con los Pr¨ªncipes de Asturias que, en este radiante momento de sus vidas, aqu¨ª nos acompa?an.
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