Mao: la historia desconocida
Un libro de Jung Chang y Jon Halliday
PRIMERA PARTE
El creyente tibio
Mao Zedong (Mao Tse-tung), que durante d¨¦cadas ejerci¨® un poder absoluto sobre la cuarta parte de los habitantes de la Tierra, fue responsable de la muerte de m¨¢s de setenta millones de personas en tiempo de paz. De ning¨²n otro l¨ªder pol¨ªtico del siglo XX puede decirse tanto. Mao naci¨® el 26 de diciembre de 1893 en el seno de una familia de campesinos del valle de Shaoshan, provincia de Hunan, el coraz¨®n de China, un lugar en el que sus antepasados llevaban viviendo quinientos a?os.
Era un mundo de antigua belleza, una regi¨®n h¨²meda y templada cuyos montes, brumosos y ondulados, acog¨ªan a los hombres desde el Neol¨ªtico.
Los templos budistas de la zona se remontaban al reinado de la dinast¨ªa Tang (618 d. C.-916 d. C.), ¨¦poca de la introducci¨®n del budismo en China, y estaban todav¨ªa abiertos al culto. En los bosques cercanos crec¨ªan casi trescientas especies de ¨¢rboles —arces, alcanfores, metasecuoyas y los rar¨ªsimos ginkgos— que cubr¨ªan la regi¨®n y daban cobijo a los tigres, leopardos y jabal¨ªes que todav¨ªa rondaban por la zona. (El ¨²ltimo tigre lo mataron en 1957). Esos montes, que no atravesaban ning¨²n camino ni r¨ªo navegable, aislaban el pueblo de Mao del resto del mundo.
Ni siquiera a principios del siglo XX acontecimientos tan relevantes como la muerte del emperador (1908) ten¨ªan eco en aquellos parajes, hasta el extremo de que Mao no conoci¨® esa noticia hasta dos a?os despu¨¦s de haberse producido y cuando estaba fuera de Shaoshan.
El valle de Shaoshan mide aproximadamente 5 por 3,50 kil¨®metros. Las seiscientas familias que habitaban en ¨¦l en 1893 cultivaban t¨¦ y bamb¨² y unc¨ªan b¨²falos para arar los arrozales. La vida cotidiana giraba en torno a estas actividades ancestrales. Yichang, el padre de Mao, naci¨® en 1870. A los diez a?os se prometi¨® en matrimonio con una ni?a de trece de un pueblo situado a unos diez kil¨®metros de Shaoshan, al otro lado del Paso del Tigre que Reposa, donde los tigres se tumbaban a tomar el sol. Esa distancia tan corta era suficiente, sin embargo, para que en los dos pueblos se hablaran dialectos que no ten¨ªan casi nada en com¨²n. Por ser ni?a, la madre de Mao no ten¨ªa nombre: como era la s¨¦ptima hembra del clan Wen, la llamaban S¨¦ptima Hermana Wen. De acuerdo con una costumbre centenaria, llevaba los pies encogidos —prensados— y vendados, para que se convirtieran en ?lirios dorados de ocho cent¨ªmetros?, que en la ¨¦poca constitu¨ªan el ep¨ªtome de la belleza.
Su compromiso con el padre de Mao respond¨ªa a una costumbre consagrada por la tradici¨®n. Los progenitores de ambos lo hab¨ªan concertado por consideraciones pr¨¢cticas: la tumba de uno de los abuelos de ella se encontraba en Shaoshan y hab¨ªa que atenderla regularmente y con rituales muy elaborados, de modo que contar con un pariente en el valle resultar¨ªa muy ¨²til. S¨¦ptima Hermana Wen se mud¨® a casa de los Mao despu¨¦s de formalizar el compromiso y se cas¨® a los dieciocho a?os, en 1885, cuando Yichang ten¨ªa quince.
Poco despu¨¦s de la boda, Yichang se march¨® para hacerse soldado y ganar dinero suficiente para pagar las deudas de la familia —lo conseguir¨ªa al cabo de unos a?os—. Los campesinos chinos no eran siervos, sino granjeros libres, y alistarse por motivos puramente pecuniarios era una pr¨¢ctica generalizada. Por fortuna, Yichang no intervino en ninguna guerra. En vez de ello, vio mundo e hizo acopio de ideas para montar un negocio. A diferencia de la mayor¨ªa de los aldeanos, sab¨ªa leer y escribir con la soltura suficiente para llevar un libro de cuentas. A su regreso, cri¨® cerdos y cultiv¨® arroz de calidad para venderlo en el mercado de una ciudad cercana. Finalmente, recuper¨® las tierras que su padre hab¨ªa empe?ado, compr¨® m¨¢s y se convirti¨® en uno de los hombres m¨¢s ricos del pueblo.
Aunque relativamente acomodado, Yichang no dej¨® de trabajar en toda su vida y fue bastante avaro. El hogar familiar ten¨ªa media docena de habitaciones que ocupaban uno de los pabellones de una gran casa con los tejados de paja. Con el tiempo, Yichang sustituy¨® la paja por tejas, una mejora notable, pero no modific¨® el suelo de tierra ni las paredes de adobe. Las ventanas no ten¨ªan cristales —un raro lujo para la ¨¦poca—, eran aberturas cuadrangulares con barrotes de madera que por la noche se cerraban con tablas (la temperatura casi nunca descend¨ªa a bajo cero). El mobiliario era sencillo: camas, mesas y bancos de madera desprovistos de todo adorno. Fue en una de aquellas espartanas estancias donde, bajo una manta azul p¨¢lido tejida a mano y protegido por un mosquitero tambi¨¦n azul, naci¨® Mao.
Mao fue el tercer hijo var¨®n y el primero que sobrevivi¨® a la infancia. Su madre, budista, se hizo m¨¢s devota todav¨ªa para que Buda le protegiese. Mao recibi¨® un nombre de pila compuesto: Zedong. Ze significa ?que ha de brillar sobre? y era el nombre que, tal y como hab¨ªan prescrito las cr¨®nicas del clan, escritas en el siglo XVIII, deb¨ªan recibir todos los miembros de su generaci¨®n. Dong quiere decir ?el Oriente?, as¨ª que el nombre completo era ?el que ha de brillar sobre el Oriente?. Luego, en 1896 y 1905, Mao tuvo dos hermanos. Los llamaron Zemin (min significa ?el pueblo?) y Zetan (es muy posible que tan aluda al nombre de la zona, Xiangtan).
Estos nombres reflejaban la inveterada aspiraci¨®n de los campesinos chinos de que a sus hijos les fuera bien en la vida —y el deseo de que as¨ª sucediera—. Los cargos elevados estaban abiertos a todos a trav¨¦s de la educaci¨®n, que desde hac¨ªa siglos se basaba en el estudio de los cl¨¢sicos confucianos. La excelencia permit¨ªa a los j¨®venes de cualquier condici¨®n que pasaran los ex¨¢menes de ingreso en la administraci¨®n imperial y que se convirtieran en mandarines, primera etapa del camino hacia el empleo de primer ministro. Ser funcionario era la m¨¢xima expresi¨®n del ¨¦xito y los nombres de Mao y de sus hermanos expresan las esperanzas puestas en ellos.
Pero un nombre ambicioso era tambi¨¦n una carga onerosa y, potencialmente, tentaba al destino, as¨ª que la mayor¨ªa de los ni?os recib¨ªa un apodo m¨¢s bien tosco o humilde, o ambas cosas. A Mao le llamaban Shi san yazi, ?Ni?o de piedra?. Para este segundo bautismo, su madre lo subi¨® a una roca de casi dos metros que, seg¨²n se dec¨ªa, ten¨ªa un manantial debajo y estaba encantada. Mao prest¨® juramento de obediencia y se postr¨®: y fue adoptado por la roca. A Mao le encantaba su apodo y continu¨® emple¨¢ndolo de adulto. En 1959, cuando regres¨® a Shaoshan y se reuni¨® con los lugare?os por primera —y ¨²nica— vez en su condici¨®n de l¨ªder supremo de China, dio inicio a la cena que le hab¨ªan preparado con la siguiente ocurrencia: ?Ya veo, ha venido todo el mundo menos mi Madre Piedra. ?La esperamos??
Mao quer¨ªa a su madre real m¨¢s que a nadie. S¨¦ptima Hermana Wen era una mujer amable y tolerante que, como su hijo recordar¨ªa m¨¢s de una vez, jam¨¢s le levantaba la voz. De ella hered¨® Mao su cara redonda, sus labios sensuales y la tranquila contenci¨®n de su mirada. Mao hablar¨ªa de su madre con emoci¨®n toda su vida. Por ella se convirti¨® al budismo cuando era ni?o y siendo ya el m¨¢ximo dirigente de China dijo a algunos de sus subordinados: ?Yo adoraba a mi madre [...] La segu¨ªa a todas partes [...] a las ferias de los templos, a quemar incienso y dinero de papel, a venerar a Buda [...] Yo cre¨ªa en Buda porque mi madre cre¨ªa en Buda?.
Pero Mao abandon¨® el budismo antes de cumplir los veinte.
Mao tuvo una infancia libre de preocupaciones. Hasta los ocho a?os vivi¨® con los Wen, la familia de su madre, en el pueblo de ¨¦stos, porque S¨¦ptima Hermana Wen prefer¨ªa vivir con sus padres. Su abuela materna lo idolatraba. Sus dos t¨ªos y sus esposas lo trataban como si fuera su propio hijo y uno de ellos se convirti¨® en su Padre Adoptivo, equivalente chino del padrino de los cat¨®licos. En la granja, Mao desempe?aba tareas menores como recoger pienso para los cerdos y llevar a los b¨²falos a pasear a un bosquecillo de camelias y a un estanque al que daban sombra unos pl¨¢tanos. A?os despu¨¦s recordar¨ªa con cari?o esos d¨ªas id¨ªlicos.
Adem¨¢s, se iniciaba en la lectura mientras sus t¨ªas tej¨ªan y cos¨ªan bajo la luz de una l¨¢mpara de aceite. Mao regres¨® a Shaoshan con ocho a?os, en la primavera de 1902, para acudir a las clases de un profesor particular. Los cl¨¢sicos confucianos, que integraban la mayor parte del curr¨ªculo, resultaban incomprensibles para los ni?os, que sin embargo ten¨ªan que aprend¨¦rselos de memoria. A Mao, dotado de una memoria excepcional, le fue bien. Sus compa?eros le recordar¨ªan despu¨¦s como un ni?o diligente que no s¨®lo era capaz de recitar de memoria sino tambi¨¦n de reproducir por escrito —tambi¨¦n de memoria— aquellos textos tan dif¨ªciles. Adem¨¢s, Mao consigui¨® una beca para estudiar chino e historia y dio sus primeros pasos en caligraf¨ªa y en la escritura de prosa de calidad y de poes¨ªa —escribir poes¨ªa era parte esencial de la educaci¨®n confuciana—. Leer se convirti¨® en su pasi¨®n. Normalmente, los campesinos se acostaban a la puesta de sol a fin de ahorrar combustible, pero Mao colocaba un banco al otro lado del mosquitero, encend¨ªa una l¨¢mpara de aceite y le¨ªa hasta bien entrada la noche. A?os despu¨¦s, convertido ya en l¨ªder supremo de China, la mitad de su enorme cama estaba ocupada por pilas de cl¨¢sicos chinos —siempre adorn¨® sus discursos y escritos con referencias hist¨®ricas, pero sus poemas perdieron soltura—.
Mao chocaba frecuentemente con sus tutores. Se escap¨® de su primer colegio a los diez a?os aduciendo que su profesor era un tirano. Fue expulsado —o ?le pidieron que se marchara?— de al menos tres colegios por obstinado y desobediente. Su madre se mostraba indulgente con ¨¦l, pero su padre no condescend¨ªa y el hecho de que Mao fuera de profesor en profesor constituy¨® una continua fuente de tensiones entre padre e hijo. Yichang pag¨® la educaci¨®n de Mao con la esperanza de que, cuando menos, fuera capaz de llevar la contabilidad de la familia, pero a Mao le desagradaba la tarea. Toda su vida fue impreciso con las cifras y un desastre en asuntos econ¨®micos. Tampoco aceptaba de buen grado los trabajos f¨ªsicos y los rehuy¨® en cuanto dej¨® atr¨¢s sus d¨ªas de campesino.
Pero Yichang no pod¨ªa soportar que Mao estuviera mano sobre mano. Tras pasar todos y cada uno de los minutos de sus horas de vigilia trabajando, esperaba que su hijo hiciera lo mismo y le pegaba cuando el chico no se plegaba. Por su parte, Mao odiaba a su padre. En 1968, despu¨¦s de poner en marcha la venganza a gran escala sobre sus adversarios pol¨ªticos, dijo a los torturadores que trabajaban para ¨¦l que le habr¨ªa gustado que a su padre lo hubieran tratado con la misma brutalidad que ellos empleaban:
?Mi padre era malo. Si estuviera vivo, habr¨ªa que hacerle el avi¨®n?.
El avi¨®n era una postura atroz en la que se tiraba hacia atr¨¢s de los brazos de la v¨ªctima al tiempo que se empujaba su cabeza hacia abajo. Pero Mao no era una simple v¨ªctima de su padre. Se rebelaba contra ¨¦l y, muchas veces, le venc¨ªa. Le dec¨ªa que, al ser mayor, todo padre deb¨ªa trabajar m¨¢s que su hijo; claro que, de acuerdo con la educaci¨®n tradicional china, este argumento era de una insolencia inconcebible. Cierto d¨ªa, seg¨²n Mao, padre e hijo se pelearon en presencia de unas visitas. ?Mi padre me reprendi¨® delante de ellos, me llam¨® vago e in¨²til. Yo me puse muy furioso, le insult¨¦ y me march¨¦ [...] Mi padre [...] me persigui¨®, maldici¨¦ndome y orden¨¢ndome que volviera. Yo llegu¨¦ al borde de una laguna y le amenac¨¦ con saltar si se acercaba [...] Mi padre se ech¨® atr¨¢s?. En cierta ocasi¨®n en que Mao contaba esta historia una vez m¨¢s, se ech¨® a re¨ªr y a?adi¨® la siguiente observaci¨®n: ?A los viejos como ¨¦l no les gusta perder a sus hijos. ?sa es su debilidad. Yo ataqu¨¦ su punto d¨¦bil ?y venc¨ª!?
El dinero era la ¨²nica arma del padre de Mao. En 1907, despu¨¦s de que el cuarto profesor particular de Mao lo expulsase de sus clases, Yichang dej¨® de pagar la educaci¨®n de su hijo, y el chico, que ten¨ªa trece a?os, se convirti¨® en agricultor a tiempo completo. Pero pronto encontr¨® la forma de escabullirse del trabajo de la granja y volver al mundo de los libros. Yichang estaba impaciente por casarle. En su opini¨®n, era el ¨²nico modo de que sentase la cabeza. Por otra parte, su sobrina ten¨ªa una edad ideal para contraer matrimonio: diecisiete a?os, cuatro m¨¢s que Mao. ?ste acept¨® la propuesta de su padre: se casar¨ªa y reanudar¨ªa su educaci¨®n.
La boda se celebr¨® en 1908. Mao ten¨ªa catorce a?os y la novia dieciocho. Pertenec¨ªa a la familia Luo y no ten¨ªa nombre propio. Era, simplemente, ?Mujer Luo?. Que se sepa, Mao se refiri¨® a ella una sola vez: en 1936, al periodista norteamericano Edgar Snow. Se mostr¨® extraordinariamente despectivo y exager¨® su diferencia de edad: ?Cuando ten¨ªa catorce a?os mis padres me casaron con una chica de veinte. Pero no llegu¨¦ a vivir con ella [...] No considero que fuera mi esposa [...] y he pensado muy poco en ella?.
Por sus palabras, se dir¨ªa que Mujer Luo segu¨ªa viva, pero hab¨ªa muerto, en 1910, cuando no llevaba casada con Mao m¨¢s que un a?o.
Esa boda temprana convirti¨® a Mao en un feroz adversario de los matrimonios concertados. Nueve a?os despu¨¦s escribi¨® un art¨ªculo rabioso contra esta pr¨¢ctica: ?En Occidente, las familias admiten la libertad de elecci¨®n de sus hijos; por el contrario, en China, las ¨®rdenes de los padres no son en absoluto compatibles con la voluntad de los hijos [...] Es una especie de violaci¨®n indirecta. Los padres chinos est¨¢n todo el tiempo violando indirectamente a sus hijos?.
En cuanto muri¨® su esposa, Mao, convertido en un viudo de diecis¨¦is a?os, dijo que deseaba abandonar Shaoshan. Su padre quer¨ªa que trabajase como aprendiz en un almac¨¦n de arroz de la capital del condado, pero Mao hab¨ªa puesto el ojo en un colegio moderno situado a 25 kil¨®metros de all¨ª. Se hab¨ªa enterado de que hab¨ªan abolido los ex¨¢menes de ingreso en la administraci¨®n imperial y de que hab¨ªan fundado colegios modernos en los que se ense?aban ciencias, historia universal, geograf¨ªa y lenguas extranjeras. Ser¨ªan estos colegios los que abrir¨ªan las puertas de una vida alejada del campo a muchos campesinos como ¨¦l.
A finales del siglo XIX, China se hab¨ªa embarcado en una transformaci¨®n social espectacular. La dinast¨ªa manch¨², que reg¨ªa el pa¨ªs desde 1644, abandonaba un mundo antiguo para entrar en la modernidad. Impuls¨® el cambio una serie de derrotas catastr¨®ficas a manos de las potencias europeas y de Jap¨®n. Esa serie hab¨ªa comenzado con la victoria de Gran Breta?a en la Primera Guerra del Opio (1839-1842) y la llamada de Occidente a las puertas cerradas de China. Desde los integrantes de la corte manch¨² hasta los intelectuales, casi todos coincid¨ªan en que la naci¨®n ten¨ªa que cambiar si quer¨ªa sobrevivir. Se introdujo una bater¨ªa de reformas b¨¢sicas. Una de ellas consist¨ªa en la implantaci¨®n de un sistema educativo completamente nuevo. Comenzaron a construirse ferrocarriles, aunque la mayor prioridad eran las industrias modernas y el comercio, se autorizaron las organizaciones pol¨ªticas y se publicaron peri¨®dicos por vez primera. Los estudiantes viajaban al extranjero para estudiar ciencias; los mandarines tambi¨¦n viajaban, pero para estudiar los sistemas parlamentarios y aprender de las democracias. En 1908 la corte anunci¨® un programa para convertir China en monarqu¨ªa constitucional en un plazo de nueve a?os.
Hunan, la provincia de Mao, con unos treinta millones de habitantes, se convirti¨® en uno de los lugares m¨¢s liberales y activos de China. Aunque no ten¨ªa salida al mar, estaba unida a la costa por varios r¨ªos navegables y, en 1904, Changsha, su capital, se hab¨ªa convertido en puerto abierto al comercio.
Llegaron numerosos comerciantes y misioneros extranjeros y, con ellos, modos de comportamiento e instituciones occidentales. Cuando Mao oy¨® hablar de los colegios modernos, ya hab¨ªa en Hunan un centenar, m¨¢s que en ninguna otra provincia china, y muchos de ellos eran femeninos.
Casualmente, a Mao uno de esos colegios le quedaba muy cerca, en la Colina Oriental del condado de los Wen, la familia de su madre. La matr¨ªcula y el alojamiento eran caros, pero Mao consigui¨® que los Wen y otros familiares presionasen a su padre, que acab¨® por sufragar su ense?anza durante cinco meses. Acorde con la modernidad del colegio, la esposa de uno de sus primos de la familia Wen sustituy¨® el viejo mosquitero azul de Mao hecho a mano por otro de muselina blanca cosido a m¨¢quina.
El colegio le abri¨® los ojos. Entre otras asignaturas, daba educaci¨®n f¨ªsica, m¨²sica e ingl¨¦s, y los materiales de lectura contaban con biograf¨ªas resumidas de Napole¨®n, Wellington, Pedro el Grande, Rousseau y Lincoln.
Mao oy¨® hablar de Am¨¦rica y de Europa por primera vez y desarroll¨® un gran aprecio por un hombre que hab¨ªa estado en el extranjero, un profesor que hab¨ªa estudiado en Jap¨®n y a quien sus alumnos apodaban ?Falso Diablo Extranjero?. D¨¦cadas despu¨¦s, Mao recordaba a¨²n una canci¨®n japonesa que este hombre les hab¨ªa ense?ado, una canci¨®n que celebraba la asombrosa victoria que Jap¨®n hab¨ªa conseguido sobre Rusia en 1905.
Mao no estuvo en la Colina Oriental m¨¢s que unos cuantos meses, pero ese tiempo le bast¨® para vislumbrar un nuevo camino. En Changsha hab¨ªa un colegio que acog¨ªa sobre todo a los j¨®venes del condado de Wen. Mao convenci¨® a su profesor de que lo aceptase pese a que, estrictamente hablando, ¨¦l no pertenec¨ªa a ese condado. En la primavera de 1911 lleg¨® a Changsha. Seg¨²n sus propias palabras, se sent¨ªa ?extraordinariamente excitado ?. Ten¨ªa diecisiete a?os y hab¨ªa dicho adi¨®s para siempre a la vida campesina.
M¨¢s tarde, Mao afirmar¨ªa que cuando era ni?o y viv¨ªa en Shaoshan sent¨ªa una honda preocupaci¨®n por los campesinos pobres. No existe ninguna prueba de ello. Dec¨ªa que, mientras estaba en Shaoshan, se hab¨ªa visto muy influido por un tal Pang, un fabricante de ruedas de molino arrestado y decapitado tras liderar una revuelta de los campesinos locales, pero tras una b¨²squeda exhaustiva de este h¨¦roe, los historiadores del Partido no encontraron trazas de ¨¦l.
Nada indica que las ra¨ªces campesinas de Mao despertaran en ¨¦l inquietud social alguna y mucho menos que lo impulsara un profundo sentido de la justicia. En su diario, Yang Changji, uno de los profesores de Mao, escribi¨® (en la entrada correspondiente al 5 de abril de 1915): ?Mi alumno Mao Zedong ha dicho que [...] su clan [...] est¨¢ integrado en su mayor¨ªa por campesinos y que para ellos es f¨¢cil ser ricos? [la cursiva es nuestra]. Mao no daba pruebas de sentir una particular simpat¨ªa por los campesinos.
A finales de 1925, con treinta y un a?os, y cinco despu¨¦s de haberse hecho comunista, Mao hac¨ªa muy escasas referencias a los campesinos en sus conversaciones y escritos conocidos. Abundaban en una carta de agosto de 1917, pero lejos de expresar simpat¨ªa, Mao afirmaba que la forma en que un comandante llamado Zeng Guofan hab¨ªa ?liquidado? la mayor revuelta campesina de la historia de China, la Rebeli¨®n de Taiping (1850-1864), le hab¨ªa dejado ?admirado?. Dos a?os despu¨¦s, en julio de 1919, Mao redact¨® un trabajo donde relacionaba condici¨®n social y profesi¨®n.
En ¨¦l deb¨ªan aparecer por fuerza los campesinos, pero la enumeraci¨®n de sus problemas era muy gen¨¦rica y el tono inconfundiblemente neutro. Una notable ausencia de emoci¨®n caracteriza todas sus menciones de los campesinos, sobre todo cuando se las compara con la pasi¨®n con que habla de los estudiantes, cuya vida describ¨ªa como ?un mar de amargura?. En una exhaustiva relaci¨®n de temas de investigaci¨®n —setenta y uno— que elabor¨® en el mes de septiembre de ese mismo a?o, s¨®lo uno de ellos —el d¨¦cimo— estaba dedicado a la mano de obra. De entre quince subtemas, s¨®lo uno trataba sobre los campesinos y su t¨ªtulo era el siguiente: ?El problema de que los peones de granja intervengan en pol¨ªtica?. A partir de finales de los a?os veinte, una vez integrado en la ¨®rbita comunista, Mao empez¨® a emplear expresiones como ?trabajadores y campesinos? y ?proletariado?, pero no eran m¨¢s que frases hechas, parte de un vocabulario obligado.
D¨¦cadas despu¨¦s, Mao hablar¨ªa de cu¨¢n honda era su preocupaci¨®n cuando era joven y viv¨ªa en Shaoshan por las personas que se mor¨ªan de hambre. Pero no hay documento que ofrezca evidencia alguna de tal preocupaci¨®n. En 1921, Mao se encontraba en Changsha durante la hambruna que azot¨® la zona. Un amigo escribi¨® en su diario: ?Hay muchos mendigos, debo de ver m¨¢s de cien al d¨ªa [...] La mayor¨ªa [...] parecen esqueletos envueltos en piel amarilla, es como si fueran a salir volando con la primera r¨¢faga de viento. He o¨ªdo que muchos de los que han venido [...] para escapar del hambre de su regi¨®n han muerto, que los que ven¨ªan regalando tablas [para hacer ata¨²des] ya no pueden permit¨ªrselo?.
En los escritos de Mao de la ¨¦poca no hay menci¨®n de este hecho y ning¨²n indicio de que prestase atenci¨®n a este problema. Pese a sus antecedentes rurales, Mao no se vio imbuido del idealismo necesario para mejorar las condiciones de vida del campesinado chino.
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