El imitador de voces
Con una de sus extremidades superiores rematada en mu?eco de madera y la voz emergiendo de su est¨®mago, la figura del ventr¨ªlocuo suele situarse, en el imaginario colectivo, en un punto equidistante entre lo inquietante y lo grotesco. No es extra?o que, incluso antes de la llegada del sonoro, alguien tan receptivo a ambas sensibilidades como Tod Browning decidiese convertir, en El tr¨ªo fant¨¢stico (1925), a Lon Chaney en uno de los primeros ventr¨ªlocuos inmortales del cine de terror. El arquetipo obtuvo su representaci¨®n can¨®nica en un episodio dirigido por Alberto Cavalcanti dentro de la colectiva pel¨ªcula brit¨¢nica Al caer la noche (1945) y, m¨¢s tarde, alcanz¨® la categor¨ªa de lugar com¨²n reutilizado hasta la saciedad.
Director del primer Saw (2004) -y, por tanto, fundador de una de las franquicias distintivas del moderno cine de terror-, James Wan desempolva el t¨®pico en Silencio desde el mal para componer un ejercicio de terror vintage, una impostura del todo consciente de su naturaleza derivativa. En sus manos, el ventr¨ªlocuo es casi una imagen de s¨ª mismo: un imitador de voces que enlaza situaciones gastadas por el uso, con el af¨¢n de gratificar al aficionado memorioso mediante los placeres del reconocimiento. Que la pel¨ªcula se abra con el viejo logotipo de la Universal es toda una declaraci¨®n de intenciones.
En Silencio desde el mal, el protagonista (Ryan Kwanten) recibe un mu?eco de ventr¨ªlocuo como regalo envenenado y pasaporte a una temprana viudedad. Su regreso al hogar paterno convertir¨¢ el resto de la pel¨ªcula en una c¨¢mara de ecos, donde Wan ejercer¨¢ de competente remezclador de viejos sobresaltos. No falta de nada: ni los flash-backs turbadores, ni las apariciones espectrales, pasando por cementerios inquietantes, espectros vengadores, secretos de familia, canciones macabras y ruinosos epicentros del mal.
Puntuada por notas de exc¨¦ntrico humor -como las apariciones de ese polic¨ªa encarnado por Donnie Wahlberg, con su particular compulsi¨®n por el afeitado-, "Silencio desde el mal" no es tanto una buena pel¨ªcula de terror como una gratificante mirada hacia el pasado del g¨¦nero. Un pasado que Wan no contempla como herencia a la que reverenciar, sino casi como un arsenal de trucos tronados, sustos baratos y ajados golpes de efecto. L¨¢stima que, en ocasiones, su escritura visual sucumba a la muy moderna dependencia de su mesa de post-producci¨®n.
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