La bailarina y el elefante
El ruido de las ca?er¨ªas creaba una banda sonora casual en el s¨®tano de Valencia donde los hermanos Oligor permanecieron concentrados durante tres a?os construyendo juguetes imposibles, aut¨®matas con coraz¨®n, mecanismos on¨ªricos y trenes el¨¦ctricos en direcci¨®n a una infancia que s¨®lo quienes ya han claudicado podr¨ªan llamar irrecuperable. Con esos materiales dieron forma a un espect¨¢culo teatral -Las tribulaciones de Virginia- que, en un principio, fue representado ante reducidos c¨ªrculos hasta que el eco fue llegando m¨¢s lejos y esta pareja de inclasificables visionarios sali¨® a recorrer los circuitos del teatro experimental.
Montaje de bolsillo que s¨®lo se representa ante 50 espectadores cada vez en el interior de una carpa de ce?ido espacio, Las tribulaciones de Virginia es la posible destilaci¨®n de una historia de desamor que dej¨® herido a Jomi Oligor y, tambi¨¦n, su creaci¨®n terap¨¦utica, su estrategia para contar historias (con bailarina y elefante) y contarse a s¨ª mismo. Pero a¨²n hay m¨¢s: Las tribulaciones de Virginia y esos a?os de numantino encierro son el territorio del di¨¢logo entre dos hermanos que s¨®lo han sido capaces de comunicarse a trav¨¦s del arte. Los hermanos Oligor, documental de Joan L¨®pez Lloret, se acerca al misterio del acto creativo y a los misterios de los hermanos Oligor, conquistadores de una Arcadia perdida, y logra ser un trabajo tan excelente, l¨²cido y conmovedor por lo que cuenta como por lo que no cuenta, tanto por su imp¨²dica intromisi¨®n en un universo privado como por su cautela al pasar de puntillas por sus zonas de sombra.
LOS HERMANOS OLIGOR
Direcci¨®n: Joan L¨®pez Lloret. G¨¦nero: Documental. Espa?a, 2006. Duraci¨®n: 85 minutos.
Uno se siente tentado a pensar que esas sonoras ca?er¨ªas del s¨®tano de los Oligor conectaban, a trav¨¦s de un trazado on¨ªrico y subterr¨¢neo, con el estudio de otros hermanos (en este caso, gemelos y norteamericanos), los animadores Stephen y Timothy Quay, capaces de encerrar en el desv¨¢n de su imaginario las esencias de cierta sensibilidad centro-europea (de Bruno Schulz a Robert Walser, pasando por Jan Svankmajer) y de domesticar a la luz y a la sombra en hipn¨®ticas coreograf¨ªas de lo cr¨ªptico. Siguiendo esas mismas ca?er¨ªas, quiz¨¢s un explorador curioso podr¨ªa acabar descendiendo a esa Zona de Subcultura de la que hablaba Bruno Schulz a prop¨®sito de Witold Gombrowicz: una mitolog¨ªa privada construida con las sobras del banquete oficial en el l¨ªquido amni¨®tico de la inmadurez.
En la po¨¦tica de los Oligor, la infancia es el para¨ªso perdido a reconquistar y la estrategia para lograrlo pasa por los caminos, no siempre gratos -ni mucho menos f¨¢ciles- del amor o la creaci¨®n. La p¨¦rdida es el islote desde el que Jomi Oligor, con la complicidad de su hermano y el contrapunto racionalista de su primo, desgrana su historia: un islote que sus palabras y las im¨¢genes que dispara su artesanal sentido del espect¨¢culo reformulan como espejo universal y punto de encuentro. En suma, como comunicaci¨®n pura.
Es imposible ver Los hermanos Oligor -una de las m¨¢s extra?as (y tambi¨¦n de las mejores) pel¨ªculas espa?olas de la temporada- sin sentir el deseo irrefrenable de entrar en esa carpa itinerante y asistir a una representaci¨®n de Las tribulaciones de Virginia, pero el documental de L¨®pez Lloret tiene vida y entidad propia: incluso sus derivas -como la que nos lleva al recuerdo del muro de Berl¨ªn- abren insospechadas ventanas de significado, elevando la sensibilidad Oligor a categor¨ªa.
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