Fallece J. G. Ballard, escritor y gran visionario moderno
El autor de 'El imperio del sol' muri¨® a los 78 a?os de edad
El so?ador de cat¨¢strofes se ha adentrado en el m¨¢s ignoto de los territorios devastados: el escritor brit¨¢nico James Graham Ballard, uno de los grandes visionarios del siglo XX, considerado el ¨²ltimo de los surrealistas y maestro de la ciencia-ficci¨®n m¨¢s literaria, ha fallecido este domingo, a los 78 a?os, a consecuencia del c¨¢ncer de pr¨®stata que sufr¨ªa. El autor hab¨ªa revelado su enfermedad, y que no esperaba curaci¨®n, en su autobiograf¨ªa Milagros de vida (Mondadori), aparecida el a?o pasado. Ballard era viudo desde que su esposa, Mary Ballard, falleci¨® tr¨¢gicamente en 1963 en Alicante durante unas vacaciones en familia. El escritor sac¨® adelante a sus tres hijos en su casa de Shepperton, en los suburbios de Londres, y desde hace cuarenta a?os manten¨ªa una relaci¨®n de pareja con Claire Walsh, que lo ha acompa?ado hasta la muerte.
Ballard, nacido en 1930 en Shanghai, donde sus padres eran miembros de la colonia brit¨¢nica, tuvo una infancia ex¨®tica y aventurera en China al vivir la invasi¨®n japonesa y verse recluido con su familia en el campo de concentraci¨®n de Lunghua. Esa experiencia dram¨¢tica la narr¨® en su novela m¨¢s conocida, la autobiogr¨¢fica El imperio del sol (Minotauro) que Spielberg convirti¨® en pel¨ªcula. Ballard regres¨® a Reino Unido de adolescente y nunca pudo adaptarse al mundo gris y cerrado de la sociedad brit¨¢nica de posguerra. Estudi¨® Medicina, y la anatom¨ªa, la patolog¨ªa y la disecci¨®n forman parte integrante de su literatura, a veces de una perturbadora fisicidad y sexualidad. Tambi¨¦n se enrol¨® en la fuerza a¨¦rea (RAF) donde realiz¨® el curso de piloto, y el imaginario de los aviones y el vuelo -especialmente lo relacionado con la ca¨ªda de los fulgurantes aparatos- aparece en sus textos.
Las im¨¢genes, sue?os y experiencias traum¨¢ticas de la China devastada por la guerra le acompa?aron toda la vida y formaron en buena medida su mundo creativo, caracterizado por una conexi¨®n tremendamente fruct¨ªfera con el inconsciente que se expresaba en una capacidad asombrosa para el simbolismo y las met¨¢foras.
Los edificios deshabitados, los night-clubs y hoteles abandonados, las piscinas vac¨ªas, los desiertos... son algunos de los no-lugares on¨ªricos que pueblan los sensacionales cuentos y novelas de Ballard, cuya lectura provoca una sensaci¨®n escalofriante, a la vez de extra?eza y reconocimiento. En una ocasi¨®n, entrevistado por quien firma estas l¨ªneas, el escritor, que tras la muerte de su mujer pas¨® una ¨¦poca abismal de alcohol, desesperaci¨®n y promiscuidad, afirm¨® que no necesitaba drogas para imaginar sus mundos, algunos de los cuales tienen una luminosidad lis¨¦rgica: "No hay droga como la mente". Algunos cr¨ªticos vieron en su escritura un elemento enfermizo, malsano y perverso. Sus muchos admiradores, en cambio, destacan su capacidad de avizorar el futuro y de escrutar en las profundidades de nuestras almas, sondeando los elementos m¨¢s tenebrosos, pero tambi¨¦n los m¨¢s conmovedores y extraordinarios.
Admirador de los pintores surrealistas, de Magritte, de Dal¨ª, de De Chirico, de Delvaux sobre todo, de los que su universo imaginario es muy deudor, e interesado en el psicoan¨¢lisis, Ballard estuvo muy pr¨®ximo al mundo art¨ªstico y se vincul¨® a los movimientos vanguardistas de los sesenta, sobre todo el pop-art. En una ocasi¨®n, incluso organiz¨® una exposici¨®n de autom¨®viles destrozados en accidentes, un tema que le obsesionaba y que sublim¨® en su novela Crash (1973), llevada al cine por David Cronenberg. De su ¨¦poca m¨¢s experimental, en la que no dud¨® en acercarse a la pornograf¨ªa y rodear su escritura de elementos morbosos y alucinatorios, son libros inclasificables como La exhibici¨®n de atrocidades (1966).
Gran contador de historias fant¨¢sticas, acu?ador del t¨¦rmino "espacio interior" (como contraposici¨®n al de las galaxias) en la ciencia-ficci¨®n, varias de sus obras m¨¢s conocidas giran en torno a cat¨¢strofes que amenazan la Tierra y conducen a los personajes a una regresi¨®n psicol¨®gica, a un apocalipsis interno que no deja de tener un elemento de regeneraci¨®n. Novelas como El mundo sumergido, La sequ¨ªa o El mundo de cristal imaginan la civilizaci¨®n abocada a su fin respectivamente por inundaciones, falta de agua o un extra?o fen¨®meno que cristaliza la naturaleza. El a?o pasado, el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB) le dedic¨® una magn¨ªfica exposici¨®n que revisaba pormenorizadamente todos los aspectos de su obra y que ¨¦l ya no pudo inaugurar como era su deseo. Ballard era consciente de que se mor¨ªa y sus ¨²ltimos tiempos los ha pasado colaborando con su m¨¦dico en una suerte de experimento literario en torno a su enfermedad, del que no se sabe si sus frutos ver¨¢n la luz p¨²blica.
Babelia
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