Memoria del so?ador de apocalipsis
J. G. Ballard publica su autobiograf¨ªa y revela que padece un c¨¢ncer sin curaci¨®n
Piscinas vac¨ªas, carreteras desiertas, aeroplanos enterrados en el barro, ciudades sumergidas, eriales de cemento, autom¨®viles rotos, selvas que cristalizan... Es en los reinos de la desolaci¨®n y la melancol¨ªa -con toda su maravillosa atracci¨®n, su enfermiza belleza y su misterio- donde ha fructificado la imaginaci¨®n del brit¨¢nico J. G. Ballard, uno de los grandes escritores fant¨¢sticos de nuestro tiempo, heredero de los surrealistas, autor de relatos extra?os e inquietantes y de novelas igualmente perturbadoras (insanas, han dicho sus cr¨ªticos) como El mundo sumergido, La sequ¨ªa, Crash -llevada al cine por Cronenberg- o El d¨ªa de la creaci¨®n. Conocido popularmente por su novela El imperio del sol, en la que relataba su infancia en Shanghai y a partir de la cual Spielberg rod¨® la pel¨ªcula del mismo t¨ªtulo, Ballard ha publicado este a?o su verdadera autobiograf¨ªa, Miracles of life. Shanghai to Shepperton (Fourth Estate, 2008), un libro conmovedor y revelador en el que repasa su vida. Y que cierra desvelando que padece un c¨¢ncer m¨¢s all¨¢ de la curaci¨®n.
En la "extravagante y cruel" Shanghai colonial se enra¨ªza toda su obra
Ballard recuerda su "felicidad" mientras estuvo en el campo de concentraci¨®n
Escribe con ternura de sus hijos y de su mujer, que muri¨® en Alicante
Es la de Ballard, al que el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB) dedicar¨¢ en junio una gran exposici¨®n comisariada por Jordi Costa, una autobiograf¨ªa formalmente muy sobria, casi as¨¦ptica, pese a que explica la vida extraordinaria de un creador con may¨²sculas y a que est¨¢ recorrida por una profunda humanidad que pone a menudo al borde de las l¨¢grimas. Es literariamente m¨¢s plana que El imperio del sol y su secuela La bondad de las mujeres, sus dos novelas autobiogr¨¢ficas, pero tiene el aliciente de que aqu¨ª no hay ficci¨®n que vele la realidad, adem¨¢s de su calidad casi testamentaria.
James Graham Ballard, la mayor parte de cuya obra ha publicado en castellano Minotauro (Berenice acaba de editar su ¨²ltimo libro de cuentos, Fiebre de guerra), naci¨® en 1930 en Shanghai, donde sus padres formaban parte de la ¨¦lite colonial brit¨¢nica. En esa ciudad "extravagante pero cruel" se enra¨ªza su mundo literario. Es ah¨ª donde, por ejemplo, le conmociona la visi¨®n de una piscina seca, s¨ªmbolo emergente de lo desconocido que habr¨ªa de convertirse en una de las im¨¢genes m¨¢s poderosas de su narrativa. Muchas otras de sus obsesiones, explica, nacieron mientras recorr¨ªa en bicicleta la Shanghai ocupada, visitaba campos de aviaci¨®n abandonados, casinos y night-clubs desiertos o contemplaba los esqueletos de dos submarinos varados en la playa de Tsingtao como dinosaurios herrumbrosos. Su primera degustaci¨®n de surrealismo. "Aprend¨ª que la realidad misma es un estado que puede ser desmantelado en cualquier momento, no importa cu¨¢n magn¨ªfica pueda parecer".
Tras Pearl Harbour, los japoneses internaron a Ballard y su familia en el campo de Lunghua, donde, escribe, pas¨® una de las ¨¦pocas m¨¢s felices de su vida, pese a las penurias. El joven Ballard observaba, entusiasmado ante la letal belleza tecnol¨®gica, pasar los cazas estadounidenses Mustang -"?Cadillacs del cielo!"- desde la pagoda del campo. El escritor aprecia mucho la forma en que Spielberg plasm¨® la escena en celuloide. De esa ¨¦poca, Ballard describe un acontecimiento brutal en un apeadero ferroviario, donde presenci¨® la tortura de un joven chino por soldados nipones.
El descubrimiento de Freud y de los pintores surrealistas (De Chirico, Ernst, Dal¨ª, Magritte, Delvaux), cuando estudiaba en Cambridge, fue un hito en su vida y le impuls¨® a escribir. "A¨²n pienso que el psicoan¨¢lisis y el surrealismo son una llave para la verdad acerca de la existencia. Ofrecen una ruta de escape, un corredor secreto, a un mundo m¨¢s real y con m¨¢s significado". El arte es un hilo conductor en la vida de Ballard, que vivi¨® la conmoci¨®n del pop art, fue amigo de Paolozzi y organiz¨® la famosa exposici¨®n en The Arts Lab de autom¨®viles destrozados en choques y presentados como esculturas. Una joven en top less recog¨ªa las reacciones del p¨²blico. La experiencia sirvi¨® de base a la no menos pol¨¦mica novela Crash, cuya adaptaci¨®n por Cronenberg en 1996 Ballard juzga "elegante".
Interesado en la psiquiatr¨ªa, Ballard estudi¨® Medicina. La disecci¨®n de cad¨¢veres, pr¨¢ctica a la que dedica un apartado de sus memorias, le abri¨® el mundo "vasto y misterioso" del cuerpo humano. Dej¨® los estudios para trabajar en una agencia publicitaria mientras trataba de ordenar sus impulsos literarios. En 1954 se alist¨® en la RAF en alas del vehemente inter¨¦s por el vuelo y los aviones que le persegu¨ªa desde ni?o. Fue enviado a una base de la OTAN en Saskatchewan (Canad¨¢) y all¨ª, en los descansos de las pr¨¢cticas en su aeroplano Harvard T-6, descubri¨® apasionado la ciencia-ficci¨®n. Pero le interes¨® el g¨¦nero como ingenio visionario, exploraci¨®n no del espacio exterior, c¨®smico, sino del interior (acu?¨® el t¨¦rmino "inner-space").
Tragedia y ternura
En 1955 se cas¨® con Mary Matthews. En un autor entregado a extra?as visiones de apocalipsis y m¨®rbidas realidades enajenadas, sorprende el grado de amor y ternura con que escribe de su esposa y sus tres hijos. A estos ¨²ltimos les dedica la autobiograf¨ªa. Ballard los sac¨® adelante solo en su casa del suburbio de Shepperton tras el fallecimiento en 1963 de su esposa a causa de una neumon¨ªa en Alicante durante unas vacaciones. El relato de ese episodio es trist¨ªsimo. "Le estuve diciendo que la quer¨ªa hasta el final". Ballard pasa de puntillas la ¨¦poca de "desesperada promiscuidad" en que trat¨® de olvidar a su mujer (en la biograf¨ªa hay poco del sexo, a menudo malsano, de sus ficciones). El autor habla de una experiencia con el LSD -"una rejilla al infierno"- que le confirm¨® en su adicci¨®n al whisky con soda.
Ballard escribe que sus ¨²ltimos a?os han sido felices hasta que en junio de 2006 le diagnosticaron un c¨¢ncer de pr¨®stata extendido a la columna y costillas. Los m¨¦dicos le han quitado los dolores, pero han sido francos con ¨¦l, as¨ª que no se hace ninguna ilusi¨®n sobre el fin. Y cuando uno lee esas fr¨ªas palabras no puede dejar de percibir su eco en todas las piscinas vac¨ªas, estancias desiertas y lugares yermos que Ballard ha conjurado, libro a libro, en nuestras almas.
Babelia
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