Primero el ritmo, luego la pol¨ªtica
M¨¢s m¨²sica que consignas en el concierto organizado por Juanes en La Habana
Un rugido descomunal del p¨²blico y el merengue endemoniado de la portorrique?a Olga Ta?¨®n abrieron este domingo el hist¨®rico concierto Paz sin Fronteras en la Plaza de la Revoluci¨®n de La Habana. Eran las 2 de la tarde (seis horas despu¨¦s en Espa?a), y atr¨¢s quedaban meses de tensiones y desgastadoras batallas extra musicales. Frente al escenario blanco, montado en el mismo lugar donde hace 11 a?os al Papa Juan Pablo II pidi¨® "que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba", una masa de m¨¢s de un mill¨®n de j¨®venes cubanos parec¨ªa un ¨²nico y gigantesco animal hambriento de espect¨¢culo.
Tremendo. Sali¨® Olga Ta?¨®n del brazo de Miguel Bos¨¦ y el cantante colombiano Juanes, y a nombre de los quince participantes en el concierto ley¨® una peque?a presentaci¨®n: "it`s time to change", dijo. Mencion¨® tambi¨¦n con todas sus letras al "exilio". Uff... Algo absolutamente excepcional. La plaza, desbordada hasta los jardines del Palacio de la Revoluci¨®n, tembl¨® cuando a media tarde empez¨® el ritmo violento de Juanes. "Es tiempo de cambiar el odio por amor", dijo. Y aquello se vino abajo.
Se palpaba la energ¨ªa y la emoci¨®n. Era algo que los cubanos necesitaban hace mucho tiempo. Nada m¨¢s sonar el primer bong¨® de la Ta?¨®n , Yoraidis, una estudiante situada en primera fila, espet¨® a este corresponsal: "Chico, no seas 'pesao': mejor mover el culo que hablar de pol¨ªtica". Buen resumen de la situaci¨®n nada m¨¢s comenzar...
Para Juanes y los participantes en el concierto la iniciativa pretend¨ªa ser un puente de paz, un grito de tolerancia y por la reconciliaci¨®n entre los cubanos. Seg¨²n el exilio duro de Miami, Paz sin fronteras era sobre todo "un regalo al r¨¦gimen dictatorial de los hermanos Castro". Para Yoraidis y la mayor¨ªa de los que se reunieron este domingo en la plaza, el macroconcierto - de cinco horas de duraci¨®n - era simplemente la oportunidad de escuchar en directo a artistas de fama mundial, en un pa¨ªs excluido de los circuitos comerciales de la m¨²sica internacional.
"Que vengan todos, Ricardo Arjona, Willy Chirino, todos", dec¨ªa casi llorando Leslie Morales, una habanera de 25 a?os que dec¨ªa estar "so?ando".
Si insist¨ªas en preguntar al p¨²blico cosas profundas, las ideas m¨¢s repetidas eran que ojal¨¢ la iniciativa de Juanes sirviera para "tender puentes" entre Cuba y Estados Unidos y "abrir caminos" que puedan transitar otros artistas famosos. Pocos, o casi ning¨²n discurso acartonado. La gente, en su inmensa mayor¨ªa j¨®venes, hablaba y vibraba de coraz¨®n.
Antes del concierto hubo algunas tensiones por el excesivo control. Una an¨¦cdota. Cuatro horas antes del concierto, V¨ªctor Manuel, de an¨®nimo, se quiso dar un paseo por los alrededores de la Plaza de la Revoluci¨®n. En un cord¨®n policial, a medio kil¨®metro del escenario, le pararon. No le quer¨ªan dejar pasar porque no llevaba camisa blanca, como hab¨ªa pedido la televisi¨®n. Al exceso de celo del uniformado se sumaron otros roces. Juanes y Miguel Bos¨¦ se quejaron a la contraparte cubana por el control exagerado y por haberse colocado vallas en la plaza separando una especie de zona vip, pegada al escenario. Al final, despu¨¦s de las protestas - hubo un encuentro de ¨²ltima hora con el ministro de Cultura, Abel Prieto - desaparecieron las vallas y nada pas¨®.
Mereci¨® la pena. Las palabras anteriores al evento y los meses de dif¨ªciles preparativos y amenazas fueron barridos por la m¨²sica. La gente, ajena a estos intr¨ªngulis, bail¨® y disfruto de lo lindo. El concierto blanco de Juanes sirvi¨® de catarsis colectiva a cientos de miles de cubanos ansiosos de buen arte. Exactamente 1.150.000 cubanos, seg¨²n dijo Juanes.
Era lo que se pretend¨ªa. Primero el movimiento y despu¨¦s la pol¨ªtica, como dec¨ªa Yoraidis, saturada de tanta ideolog¨ªa. La intransigencia burda del otro lado -hay que recordar que en Miami destrozaron discos de Juanes con martillos y cachiporras - tambi¨¦n fue derrotada por la cinturita cubana.
La lista de artistas era larga (X Alfonso, Miguel Bos¨¦, Silvio Rodr¨ªguez, Jovanotti, Amaury P¨¦rez, Lu¨ªs Eduardo Aute, Carlos VarelaVictor Manuel...), unos con m¨¢s cadera que mensaje, otros con m¨¢s mensaje que cadera. Quince en total. El primer gran climax lleg¨® con Orishas, grupo de raperos cubanos emigrados que llevaba diez a?os sin actuar en la isla. Muchos lloraron mientras bailaban al escuchar sus temas marchosos, cubanos y desgarrados. Juanes fue con sus principales ¨¦xitos, por supuesto A Dios le pido y La camisa negra. Su mensaje de tolerancia y amor arras¨®.
El final fue apote¨®sico: la orquesta Van Van, todo el mundo a menearse. Ese era el verdadero puente: disfrutar, cero pol¨ªtica, solo cinturita. En Miami, horas antes, un loco hab¨ªa sacado a la calle una apisonadora de dos toneladas a destrozar la m¨²sica de los participantes. Pero nadie lo mencion¨®. Solo Juan Formell, el director de Van Van, dijo: "Duelale a quien le duela, el concierto por la paz ya se hizo. Ya esta bueno ya de abusos". Despu¨¦s, con todos en el escenario, son¨® el Chan Chan de Compay Segundo.
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