La transici¨®n musical cubana
Proliferan las visitas de grupos y cantantes de la isla a Miami, pese a la tensi¨®n pol¨ªtica, aunque apenas sean correspondidas por artistas de EE UU
La revoluci¨®n cubana hizo una transici¨®n traum¨¢tica hace ya m¨¢s de medio siglo. Se han hecho m¨²ltiples conjeturas sobre c¨®mo ser¨¢ la siguiente. Lo que quiz¨¢ nunca se pens¨® es que pod¨ªa ser musical. En sus comienzos, al menos. Que un barniz de cultura pudiera ayudar de alguna forma a salir del laberinto que supera ya los 51 a?os.
Con Celia Cruz muerta sin haber podido volver a su tierra y tantas Olga Guillot en el interminable destierro, la v¨ªa sigue siendo de un solo sentido, porque Juanes estuvo en La Habana sin Gloria Stefan. Pero es un hecho que el inter¨¦s del Gobierno estadounidense de Barack Obama por intensificar los intercambios culturales ha abierto puertas, aunque s¨®lo sea de su lado.
A finales de 2009 y principios de 2010 han proliferado las visitas de grupos y cantantes de la isla a Miami sin que se hayan producido reacciones tan radicales como sucedi¨® hace pocos meses.
?Se ha vuelto transigente el exilio? Todo sigue por el filo de la navaja. M¨¢s a¨²n con la detenci¨®n en La Habana de un estadounidense acusado de trabajar para los servicios de inteligencia y la airada protesta de Cuba por seguir incluida en la lista de deshonor de pa¨ªses terroristas tras el atentado frustrado del joven nigeriano en el avi¨®n de Delta-Northwest cerca de Detroit. Ra¨²l Castro hab¨ªa reiterado su oferta de di¨¢logo con Washington, los viajes son m¨¢s fluidos, y aunque el embargo se mantenga se han facilitado los hip¨®critas negocios y contactos econ¨®micos "por razones humanitarias".
"Obama querr¨¢ la distensi¨®n, pero los Castro siempre se han instalado en el conflicto y en ser los eternos inocentes atacados para tapar sus miserias y mantener su se?a de identidad dictatorial", dice un cuban¨®logo avezado. "Lo han hecho en cuanto se han quedado sin argumentos, y con la actual pol¨ªtica suave de Estados Unidos, cuando su crisis interna es cada vez mayor, necesitan coartadas lo antes posible. Tensan cualquier cuerda. La expulsi¨®n del eurodiputado Luis Y¨¢nez cuando Espa?a es su valedora ante la UE es otro ejemplo. No se casan con nadie".
En cualquier caso, la prueba de fuego de la "perestroika y glasnost musical caribe?a", el intento de reestructuraci¨®n y apertura al son cubano, ser¨¢ el d¨ªa 31 con la presentaci¨®n en la capital de la di¨¢spora del grupo Los Van Van, un emblema de la revoluci¨®n. Tres d¨ªas antes, el 28, habr¨¢ un aperitivo de tanteo en Key West, en el ¨²ltimo sur floridano y estadounidense, a las hist¨®ricas 90 millas de Cuba. No es la primera vez que Los Van Van act¨²an en Miami y el recuerdo es traum¨¢tico. En 1999, tras ganar un Grammy, cerca de 4.000 exiliados indignados causaron estragos en los alrededores del Miami Arena durante su actuaci¨®n.
Han pasado 11 a?os y las encuestas sobre el concierto est¨¢n repartidas. Y la amenaza de protestas. Pero el fundador del grupo, Juan Formell, ya ha estado en Florida de visita privada, tanteando el nuevo terreno, lo mismo que Amaury P¨¦rez, el director art¨ªstico del concierto de Juanes, y la veterana Omara Portuondo, reciente presentadora y premiada con otro Grammy en Las Vegas, que posiblemente act¨²e tambi¨¦n el 31 de marzo en Miami.
Ha sido la que ha creado m¨¢s pol¨¦mica, pues s¨®lo d¨ªas antes, en la reuni¨®n de la Alternativa Bolivariana de los Pueblos de Nuestra Am¨¦rica (ALBA) en La Habana, cant¨® para los presidentes, mientras Ra¨²l Castro y Hugo Ch¨¢vez besaban amorosamente su mano. Las respuestas de todos al llegar para ver "familia y amigos", como suele suceder en los personajes m¨¢s implicados en el r¨¦gimen, y que van a regresar a la isla, fueron una mezcla de evasivas y de sensaciones hip¨®critas. A Portuondo y P¨¦rez se les acusa especialmente de firmar en 2003 la carta de intelectuales y artistas apoyando la revoluci¨®n tras el encarcelamiento de 75 disidentes y los fusilamientos sumarios de tres j¨®venes negros que secuestraron una lancha en Regla para huir a Estados Unidos.
Pero la realidad es que, en medio del complejo entramado pol¨ªtico y econ¨®mico que a¨²n separa ambos pa¨ªses, la v¨ªa musical est¨¢ abriendo puertas, aunque s¨®lo sea de un lado. A¨²n est¨¢ por ver qu¨¦ cantantes cubanos del exilio, significados por su postura contra el r¨¦gimen castrista, pueden llegar a cantar en su patria. De momento, ¨²nicamente grupos estadounidenses lo han hecho. El ¨²ltimo, Kool & The Gang, incluso por encima de la pol¨¦mica sobre el racismo en la isla, y premiado personalmente por el ministro de Cultura, Abel Prieto. Cant¨® en la plaza de la Revoluci¨®n, en la tribuna antiimperialista Jos¨¦ Mart¨ª y bajo una pancarta de la Juventud Rebelde.
En Florida, de momento, el cambio ha sido evidente. Mientras, hace unos meses, la llegada de Paulito FG, cubano tambi¨¦n con pasaporte italiano, provoc¨® continuas protestas, exacerbadas al agradecer p¨²blicamente el cantante a Fidel Castro su educaci¨®n y formaci¨®n, en esta ocasi¨®n el aeropuerto y los escenarios de Miami han sido una balsa de aceite.
La Charanga Habanera hizo incluso su primera presentaci¨®n en un programa de televisi¨®n, algo ins¨®lito, lo mismo que el D¨²o Santa Fe al d¨ªa siguiente. Se hizo publicidad de sus actuaciones y s¨®lo las radios m¨¢s radicales lo criticaron, pero las protestas no salieron de su caverna. Pareci¨® como si la paz navide?a empezara a reconciliar las dos orillas. "Nosotros le cantamos a todos los cubanos, los de aqu¨ª y los de all¨¢. La m¨²sica no tiene nada que ver con la pol¨ªtica", fue la frase m¨¢gica repetida en distintas formas, pero con el mismo objetivo: no enconar, no molestar. Diplomacia musical.
Del concierto de Juanes no quedaron en el exilio ni rescoldos. Para la mayor¨ªa no aport¨® nada, pero tampoco hizo da?o o empeor¨® las cosas, como muchos derrotistas pronosticaban y esperaban. Simplemente abri¨® un camino, aunque s¨®lo de vuelta, por ahora.
La sensibilidad del exilio, su paciencia tantas veces escasa, se pone a prueba de nuevo, pero el tiempo parece ir suaviz¨¢ndolo todo. Quienes escuchan proclamas contra los errores o desmanes revolucionarios son ya una mayor¨ªa de j¨®venes que pueden censurarlos y est¨¢n de acuerdo con que acaben. Por eso se han ido de la isla. Pero quieren vivir, no pelear, y, desde luego, prefieren otra dial¨¦ctica para un problema que dura ya m¨¢s de medio siglo. Por ejemplo, la musical.
Babelia
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