M¨¢s all¨¢ del juguete
El Museu del Juguet de Catalunya adquiere una nueva dimensi¨®n con la Colecci¨®n de Colecciones de Guy Selz
Hay colecciones hembra y colecciones macho. Las colecciones macho se acaban en s¨ª mismas, pero las hembras engendran otras colecciones. Esta teor¨ªa pertenece al coleccionista Guy Selz (1901-1976), un "coleccionista de colecciones" femeninas, por supuesto, cuyo legado ha sido donado ahora por sus hijos Doroth¨¦e y Philippe al Museu del Juguet de Catalunya. Parte de la cual se expone ahora como aperitivo en el Arts Santa M¨°nica, en Barcelona.
Este a?adido, no solo por sus dimensiones 1.200 piezas sino tambi¨¦n por las caracter¨ªsticas de sus colecciones, muy distintas a los cl¨¢sicos juguetes burgueses de las sociedades occidentales, corregir¨¢ la trayectoria y ampliar¨¢ el espacio "real y social" de la fant¨¢stica instituci¨®n creada por Josep Maria Joan i Rosa en Figueres, en una direcci¨®n que siempre tuvo, en parte: la de una cierta visi¨®n que combina la antropolog¨ªa y la vanguardia art¨ªstica.
Los coleccionistas son una gente especial, se reconocen entre ellos. A la mayor¨ªa les gusta la acumulaci¨®n de objetos y no valoran las piezas en funci¨®n del precio que tengan en el mercado, eso lo dejan para los traficantes o los inversores, sino por razones que obedecen exclusivamente a su pasi¨®n y a otros secretos. La historia del museo que ahora ocupa el viejo Hotel Duran en la Rambla de Figueres es, b¨¢sicamente, la de Joan, que reconoce que no guarda ni uno solo de los juguetes que tuvo de ni?o.
Quiz¨¢s por eso, cuando en 1959 viene a estudiar a Barcelona, encontr¨® los lugares de donde proced¨ªan los juguetes que tuvo de ni?o y pas¨® a acumular cosas que encontraba por aqu¨ª y por all¨¢, "de cuando apareci¨® el pl¨¢stico y la gente empez¨® a deshacerse de los objetos hechos con otros materiales". Al poco realiz¨® su primera exposici¨®n en una peque?a galer¨ªa, titulada Descansi en Pau, porque hab¨ªa encontrado material funerario.
En 1971, cuando ya hab¨ªa acumulado muchos juguetes, el Colegio de Aparejadores le pidi¨® que hiciera una exposici¨®n en el Palau Guell, y Joan Brossa les hizo un soneto para la ocasi¨®n. Es en ese momento en que se puede decir que nace el Museo del Juguete, que funcionaba de forma itinerante ocupando pabellones y centros culturales, entrando y saliendo de cajas mientras la colecci¨®n crec¨ªa sin parar
Desde entonces ha llovido mucho. En 1981 el todav¨ªa museo itinerante llegaba a Perpi?¨¢n. La muestra del Palacio de Congresos fue un ¨¦xito. Un vecino de Figueres, que por aquel entonces ten¨ªa alquilado el hotel de la Rambla vio la exposici¨®n y le ofreci¨® instalar la colecci¨®n en aquel lugar. Joan, a quien la idea ya le rondaba por la cabeza y que hab¨ªa visitado un museo de este tipo en Alemania, visit¨® el edificio y, pese a que encontr¨® que el agua entraba por los boquetes del techo, decidi¨® meterse.
Al poco empezaron a llegar m¨¢s donaciones, como las del Museu Fabra, as¨ª como de artistas y particulares de otros sitios, y aquello creci¨® y tom¨® el nombre que ahora tiene: Museo del Juguet de Catalunya. Cuando se puso a la venta el edificio, cre¨® una fundaci¨®n y consigui¨® que se involucraran las administraciones p¨²blicas. Finalmente, la propiedad del edificio ha quedado en manos del ayuntamiento y la fundaci¨®n tiene la cesi¨®n de uso.
Adem¨¢s de los juguetes, el museo de Joan siempre ha tenido una vertiente que lo emparejar¨ªa con el Museo Sentimental de Frederic Mares y otra que lo relaciona con la historia y, m¨¢s especialmente con la memoria. Exhibe, por ejemplo, el tren el¨¦ctrico del malogrado Salvador Puig Antich, ejecutado por el Gobierno de Franco en 1973, una pieza para cuya llegada el desaparecido Manuel V¨¢zquez Montalban escribi¨® uno de sus ¨²ltimos textos.
Tiene tambi¨¦n una sorprendente colecci¨®n de fotograf¨ªas de personajes m¨¢s o menos famosos, de ni?os y con un juguete o bien disfrazados, empezando por Salvador Dal¨ª y su hermana Anna Maria con Don Osito Marquina, o Terenci Moix con su perrito de peluche o Ernest Lluch con su caballo de madera fabricado por Juguetes Recadara, en Zaragoza. En este sentido, la presencia de los viejos fabricantes de juguetes tradicionales, a?ade incluso una parte de arqueolog¨ªa industrial al museo.
Joan reconoce que siempre la ha tenido. "Nunca ha sido del todo un museo exclusivamente del juguete", explica, "en 1984, por ejemplo, hicimos una exposici¨®n de galletas que tuvo un eco extraordinario". Y tampoco se identifica con cierto tipo de coleccionista que valora el objeto en funci¨®n de su precio. "Nosotros tenemos algunas piezas que valen mucho dinero, pero las ponemos junto a cosas que no valen nada. Los coleccionistas que vienen y miran la gran pieza se sorprenden de que este junto a otros menores. Pero nosotros no intentamos exponer cosas importantes, sino darle un sentido a la totalidad".
La Colecci¨®n de Colecciones de Guy Selz va a dotar definitivamente de esta dimensi¨®n poli¨¦drica al museo y su llegada parece ahora una predestinaci¨®n. Doroth¨¦e Selz conoci¨® en Par¨ªs, a mediados de la d¨¦cada de 1960, al grupo de los llamados Catalanes cuando ella misma iniciaba su carrera como artista. Comparti¨® experiencias y trabajo y exposiciones con Antoni Miralda, Joan Rabascall, Jaume Xifra y Benet Rosell, que a menudo visitaban la casa de sus padres y se quedaban extasiados por la colecci¨®n, una influencia que para algunos ha sido determinante.
Tras la muerte de Guy, en 1976, cuando alguno de ellos se encontraba con Doroth¨¦e, surg¨ªa la pregunta sobre la colecci¨®n. El a?o pasado, cenando en Par¨ªs con Rabascall y Xifra, sali¨® de nuevo el tema. "Rabascall me pregunt¨® qu¨¦ pasaba con la colecci¨®n. Le dije que nada, que hab¨ªamos contactado con gente en Francia pero que nadie parec¨ªa interesado. Entonces me habl¨® de Josep Maria Joan i Rosa, y de su museo de Figueres. No lo conoc¨ªa, lo que es bastante extra?o porque siempre he estado muy en contacto con Barcelona, pero no hab¨ªa pasado por Figueres".
Y fue un flechazo. Joan les invit¨® a conocer el Museo, y poco despu¨¦s ¨¦l mismo visitaba la colecci¨®n en Paris y Toulon. "Enseguida sentimos que el esp¨ªritu de nuestra colecci¨®n correspond¨ªa con el del museo", explican los hermanos Selz. Porque Philippe y Doroth¨¦e vivieron la aventura coleccionista de su padre desde el primer momento y sufrieron los efectos de la acumulaci¨®n, porque de hecho, pese a que lleg¨® a contar con 30.000 piezas, siempre estuvo en casa o en el s¨®tano.
"No eran nuestros juguetes, pero nos gustaba. Estaban por toda la casa, en nuestras habitaciones tambi¨¦n, incluso hab¨ªa algunos cuadros en el techo, porque era el ¨²nico lugar que quedaba libre, explica. Hemos crecido dentro de esta acumulaci¨®n, pero hay que decir que siempre que hab¨ªa una nueva llegada, sea de un objeto o de un conjunto, era un poco como si entraran nuevos compa?eros".
De hecho, adem¨¢s de su madre, Fran?oise "la c¨®mplice", tambi¨¦n Philippe que como diplom¨¢tico ha recorrido el mundo y Doroth¨¦e han contribuido a la colecci¨®n, al igual que mucha otra gente que, contagiados, que hac¨ªan de ojos de Guy y tra¨ªan objetos de los lugares m¨¢s ex¨®ticos. "Descubr¨ª que entre los "pitos" de Mallorca ?as¨ª llamaba Guy a los siurells? hab¨ªa cuatro o cinco que ven¨ªan de Portugal, pero que yo sepa mi padre no hab¨ªa ido nunca a Portugal. Y en un viaje, cuando mi padre ya hab¨ªa fallecido, encontr¨¦ un mont¨®n de siurells en Barcelos y los a?ad¨ª a la colecci¨®n".
Es dif¨ªcil definir los componentes del legado. "Estaba clasificado de una manera muy peculiar; las cosas estaban clasificadas seg¨²n un equilibrio visual, en funci¨®n del sentido est¨¦tico de nuestro padre. No estaba clasificado por pa¨ªses, sino por temas y algunas veces por materias. Por temas, por ejemplo. Uno muy destacado era el de los p¨¢jaros. Hab¨ªa muchas cosas de p¨¢jaros, y tambi¨¦n nidos aut¨¦nticos que ¨¦l se encontraba en sus paseos y pon¨ªa junto a los p¨¢jaros. Esto forma parte de lo que nuestro padre llamaba colecciones femeninas, en contraposici¨®n a las colecciones masculinas, las femeninas son aquellas que engendran otras colecciones, las masculinas son las que se contienen a s¨ª mismas. Daba tres ejemplos de colecciones masculinas, con algo de iron¨ªa: las alabardas, las campanas y los violoncelos. Cuando se colecciona esto no se engendran otras colecciones. Las femeninas, como los p¨¢jaros, traen otras, como los nidos, los huevos..., por ejemplo, mi padre hizo pintar en huevos de gallina a artistas y conocidos suyos. Ionesco escribi¨® "despu¨¦s del rinoceronte, he aqu¨ª el huevo", tambi¨¦n el escultor Calder o Foujita que pudo un huevo sobre una peque?a gamba. Pero los huevos se rompieron y la colecci¨®n se autodestruy¨®".
Ahora, despu¨¦s de su estancia en Barcelona, la instalaci¨®n viajar¨¢ a Par¨ªs y, si es posible, a Ibiza, el lugar m¨¢gico de la familia. Mientras tanto Joan ya est¨¢ acondicionando un piso nuevo en el museo. "La instalaci¨®n ser¨¢ una gran vitrina larga en la que pondremos una acumulaci¨®n como si fueran estas cuevas en las que la gente deja los exvotos, y luego toda una serie de cajones, como los que se han puesto ahora en el Santa M¨®nica para que se puedan abrir y mirar la colecci¨®n de colecciones".
Un aut¨¦ntico bohemio
Guy Selz nace en Par¨ªs en 1901 de madre cantante y padre pianista. Es un producto aut¨¦ntico de la bohemia. Sin paliativos, porque para acabar de forjar su personalidad, su madre se opone a que ni ¨¦l ni sus hermanos vayan a la escuela ¡ªni p¨²blica ni privada¡ª y decide que se eduquen en casa con preceptores. Su primera juventud la disfruta atravesando el Par¨ªs de los locos a?os veinte, frecuentando artistas como el pintor japon¨¦s Foujita y Kiki de Montparnasse, mientras trabajaba en una agencia de publicidad.
La pasi¨®n por el coleccionismo tiene una fecha de arranque: 1925. Guy contempla un papel de de envolver de una naranja espa?ola en el que hay dibujada una locomotora de color azul y oro y compulsivamente empieza a guardar todos los papeles de envolver naranjas que encuentra.
En 1933 dej¨® su trabajo y la capital francesa y se instal¨® en Ibiza. En el puerto mont¨® un bar, El Mitjorn que se convirti¨® r¨¢pidamente en el lugar de moda. El Diario de Ibiza se hizo eco de la inauguraci¨®n de un espacio cosmopolita y el fil¨®sofo Walter Benjamin, uno de los m¨¢s ilustres visitantes, explic¨® en una carta a Gretel Adorno que se hab¨ªa inaugurado "un nuevo punto de encuentro, un rincon muy agradable, en el que se cuecen todo tipo de intrigas". All¨ª se encuentran expatriados del calibre de Benjamin, del poeta Jacques Pr¨¦vert, Raoul Haussman o Rafael Alberti.
Pero el estallido de la guerra civil espa?ola puso fin a esta Ibiza avant la leerte, con consecuencias m¨¢s que nefastas para algunos, como fue el caso de Benjamin, para quien el hermano de Guy hab¨ªa traducido algunas de sus obras al franc¨¦s.
De vuelta a Par¨ªs, Guy trabaja como periodista en la revista Marie Claire y en 1940 se casa con su "c¨®mplice", Fran?ois Bost, hija de un pastor calvinista.
Atraviesa como puede la II Guerra Mundial y en 1946 entra a formar parte del primer equipo de H¨¦l¨¨ne Lazareff, fundadora de la revista Elle ¡ªuna publicaci¨®n que iba a revolucionar la prensa femenina en Europa¡ª en condici¨®n de "secretario general" y tambi¨¦n como cr¨ªtico de arte y de teatro. En el Par¨ªs del existencialismo es amigo de Andre Breton, Robert Desnos, Alexander Calder, Agnes Varda, Juliette Greco...
Es el momento ¨¢lgido de su pasi¨®n por el coleccionismo, esencialmente de arte popular. La revista le encarga una serie de reportajes sobre la artesan¨ªa en Francia y recorre el pa¨ªs descubriendo maravillas. Uno de sus descubrimientos m¨¢s sorprendentes es el campanero de un pueblo de la Provenza, Auguste Bonnefoi; un tipo que se dedica a coleccionar latas vac¨ªas, ponerles un badajo y juntarlas en forma de inquietantes racimos. Se lleva dos de sus creaciones, una de las cuales se puede ver ahora en el Santa Monica. Al mismo tiempo compra, le llegan objetos, juguetes, rituales, escapularios, imaginer¨ªa, de Am¨¦rica latina y Asia, de todo el mundo, porque ha conseguido transmitir su pasi¨®n.
Una de sus zonas de caza es la Unesco, donde se realizan numerosas exposiciones de arte popular de todo el mundo. Guy se deja caer por all¨ª y pide si puede quedarse tal o cual pieza. En cierta ocasi¨®n descubre una preciosa figura de un toro procedente de una muestra de arte popular mexicano y pide que se la reserven. Al d¨ªa siguiente, el ministro de Cultura del general De Gaulle, el brillante Andre Malraux, inaugura la exposici¨®n y se enamora de la pieza. El comisario le dice que ya ha sido concedida a un periodista y Malraux sale blanco de ira. El toro, tambi¨¦n puede verse en el espacio de La Rambla.
Guy retoma su pasi¨®n por Espa?a ¡ªm¨¢s concretamente por Barcelona e Ibiza¡ª y entre 1951 y 1962 la familia Selz veranea dos meses cada a?o en Ibiza. "Siempre pas¨¢bamos por Barcelona de camino a Ibiza", explica Doroth¨¦e, "Catalu?a forma parte de nuestro mundo sentimental, por eso el hecho de que la colecci¨®n se quede aqu¨ª no es una cuesti¨®n neutral. Esta relaci¨®n es la que nos ha empujado a encontrar un acuerdo. Es nuestra infancia: Barcelona e Ibiza. Hay un lazo emocional y afectivo muy fuerte. Guy adoraba Barcelona. Es una historia muy emocionante. Es una historia en la que se cierra el c¨ªrculo, pero que se vuelve a abrir porque ahora la colecci¨®n va a estar abierta al p¨²blico".
En 1974, finalmente, Guy tiene la oportunidad de mostrar al p¨²blico sus colecciones en el Museo de las Artes Decorativas de Par¨ªs. Fran?ois Mathey, el comisario de la muestra, le escribe: "Por fin podr¨¦ realizar un viejo sue?o que para usted es una maravillosa y cotidiana realidad: ofrecer al gran p¨²blico la revelaci¨®n de estas colecciones secretas, no confesadas, insospechadas, que son fruto de una larga constancia amorosa, de una b¨²squeda paciente y obstinada, al margen de la fama, las corrientes, la especulaci¨®n, las convenciones de la moda y los gustos".
La exposici¨®n tuvo un gran ¨¦xito. Guy Selz muri¨® en 1976. Hasta el ¨²ltimo momento estuvo coleccionando. Su ¨²ltimo proyecto fue tal vez el m¨¢s ambicioso: empez¨® a coleccionar arco iris.
Babelia
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