El f¨²tbol danzado glorifica a Maradona
El Festival de N¨¢poles estrena una obra que ir¨¢ como atracci¨®n estrella a Johanesburgo
Hasta ahora, el f¨²tbol en ballet era un tema b¨¢sicamente ruso-sovi¨¦tico y humor¨ªstico. En la decena larga de piezas con el balompi¨¦ como argumento que dio de s¨ª el siglo XX y donde destacan los cl¨¢sicos de Asaff Messerer, Igor Moiseiev y Vladimir Vassiliev, la llegada golpeante del coreografo de Sarajevo Haris Pasovic trae una nueva perspectiva y una nueva estetica; una nueva vision de la pasion por darle patadas a la pelota como escape vital y asunci¨®n de una po¨¦tica, como tabla en mar proceloso, como respiro en el infierno. El Festival de Teatro de N¨¢poles estrena en primicia europea la obra que ir¨¢ la semana que viene a Johanesburgo y al Festival de las Artes de Garahamstown (Sudafrica): F¨²tbol, f¨²tbol, un canto desesperado y l¨ªrico, rompiente y duro, expl¨ªcito y descarnado donde 12 j¨®venes luchan por el bal¨®n acaso como s¨ªmbolo esf¨¦rico de la vida misma, de un mundo que les rechaza, pues los danzantes son chicos de arrabal, curtidos en el navajeo, la letan¨ªa rapera y la rivalidad machista.
Pasovic se intern¨® primero en el barrio de Scampia, una zona marginal de la periferia de N¨¢poles que r¨ªete t¨² de lo que cuentan en cuanto a dureza de Medell¨ªn, R¨ªo de Janeiro o M¨¦xico DF, solo que estamos en los m¨¢rgenes del mediterr¨¢neo occidental y en la Europa de la sociedad del bienestar. As¨ª Pasovic ide¨® este escenario de andamios y escaleras met¨¢licas, pasadizos con luces de emergencia, cuerdas con ropa tendida (algo consustancial al paisaje de la N¨¢poles vernacula) y enormes redes de porter¨ªa que cierran los lados de la escena, dando opresivamente la sensaci¨®n de que todo ocurre en ese espacio de nadie donde se grita gol. Ellos, los scugnizzi (dicho en napolitano y para lo que no hay traducci¨®n exacta, algo as¨ª como monelli di strada, pilluelos de poca monta) no tienen piedad, no la conocen ni la reconocer¨ªan en el contrario. Todos van armados con pistolas autom¨¢ticas y fusiles AK, recitan un mantra furioso en el que se identifican a duras penas palabras como bal¨®n, droga, puta y muerte; hacen perrer¨ªas con la pelota, rozan la acrobacia, imitan los partidos que ven en la televisi¨®n, se sienten h¨¦roes destronados, algo tienen que hacer con la testosterona y otros deseos. La violencia est¨¢ servida. Un menda con abdominales de concurso se hace las rayas de coca¨ªna sobre la pelota, otro la palma de sobredosis de caballo, jeringa incluida. Todos amagan, nadie dispara: hay un torneo retador constante, un peligro atmosf¨¦rico y una chica enmarcada por 11 chicos. Naturalmente, ella es violada, golpeada, enganada y tirada en una cuneta donde tambi¨¦n hay balones desinflados: usar y tirar, digamos que es lo que marca la est¨¦tica donde flota el emigrante extracomunitario, tanto asi¨¢tico como subsahariano. As¨ª de dura se representa la estampa. Y la mujer sigue al hombre que obsecadamente ha escogido, hasta que con sus b¨¢rtulos a cuestas, esas enormes bolsas de los sin techo, opta por la vida, por una luz todavia escasa por donde escapa indecisa.
Se dice en el programa que esta obra es un homenaje a N¨¢poles y al mito de Diego Armando Maradona, pero encontramos m¨¢s un epitafio que un canto, un dramma gioccoso, pero drama al fin y al cabo. Hay que pensar que despu¨¦s de la licuefacci¨®n de la sangre de San Genaro dos veces al a?oo, el otro milagro local napolitano que nadie osa discutir, iglesia mitrada incluida, es Maradona. En los di¨¢logos (dichos en jerga dialectal, chino mandar¨ªn, ingl¨¦s macarronico y ese est¨¢ndar del dialecto eslokavo llamado bosanski jerzik) se le cita y se le imita. Que cada cual lea lo que quiera, pero lo quese ve no llama a enga?o. Los bailarines proceden de B¨¦lgica, Bosnia Erzegovina, Italia, Singapur y Eslovenia. El baile apura la composici¨®n grupal y es muy din¨¢mico a trazos energ¨¦ticos, los solos explotan la l¨ªnea de cada uno, hay quien luce preparaci¨®n academica y quien se obstina en el malabar; el d¨²o con la mujer roza un instante de ternura sombr¨ªa que enseguida deviene tr¨¢gico. La hora y media larga se complementa con las filmaciones entre ruinas modernas, chabolas, chatarra y fango.
La otra obra de impacto ha sido la de la artista escocesa Claire Cunningham. me (mobile/evolution) es un solo en dos partes donde la bailarina se pone a prueba y de paso examina al p¨²blico, que al final estalla en aplausos y reconoce su coraje. La primera parte, m¨¢s pl¨¢stica, es una instalaci¨®n. El escenario aparece poblado de muletas de muchos modelos. Cunningham es ir¨®nica con su propio destino: a los 18 a?os se cay¨® de la bici, y dice que pens¨® que era cuestion de seis semanas. Le diagnosticaron una osteoporosis asociada a otro mal degenerativo y de eso hace 18 a?os: "Hoy mido varios cent¨ªmetros menos y mi masa ¨®sea es mucho mas pesada". Con las muletas fabrica un m¨®vil a lo Calder y se cuelga de ¨¦l; despu¨¦s con la escena ya desnuda sale con un tut¨² negro y prueba a saltar, girar y volar. El asunto se pone serio y Claire desengrasa el ambiente bailando Cantando bajo la lluvia. As¨ª se despide, zigzagueando como en una cuerda floja. Extra?a y dram¨¢tica belleza, autobiograf¨ªa descarnada y tambi¨¦n amarga que sin embargo reivindica el deseo de vivir y bailar a toda costa quiz¨¢s tambi¨¦n como ¨²nica esperanza, lo mismo que los chicos sin futuro del barrio de Scampia.
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