Miguel Calder¨®n quiere estar moreno
El artista mexicano expone 'Solo Project' en la madrile?a Casa de Am¨¦rica
?Qui¨¦nes somos? ?D¨®nde hab¨ªamos visto antes las pinturas de Miguel Calder¨®n? Hagamos memoria. Tic, tac, tic, tac. ?D¨®nde demonios...? ?Exacto! En casa de Eli Cash, el personaje de Owen Wilson en Los Tenenbaums. Una familia de genios, traducci¨®n mesetaria y sui generis de The Royal Tenenbaums, la pel¨ªcula de Wes Anderson.
Los cuadros, por cierto, no los pint¨® ¨¦l sino un pintor "profesional", es decir, uno de esos a los que llevas un retrato de tu hijo y ellos te devuelven un ¨®leo satinad¨ªsimo para que presida el sal¨®n-comedor-living. Es lo que hacen los cuadros de Calder¨®n en la pel¨ªcula de Anderson. El artista mexicano, 39 a?os, los pint¨® al parecer inspirado en un programa de televisi¨®n en el que se hablaba de cinco hermanos que se escond¨ªan en un parque nacional, en M¨¦xico, para acechar a las parejas y terminaron matando a un hombre y violando a su novia. Un tema, como se ve, muy apropiado para salones y comedores de clase media alta.
Calder¨®n hizo fotos recreando las escenas pero el resultado fue c¨®mico. Demasiado c¨®mico. Por eso el pintor "profesional". Qu¨¦ ser¨ªa del mundo sin los profesionales. Dicen que el artista fantase¨® con la posibilidad de que un narcotraficante comprara los cuadros y los colgara en su casa. A esa hip¨®tesis se adelant¨® Wes Anderson, que los colg¨® en su pel¨ªcula. De eso record¨¢bamos a Calder¨®n.
?De d¨®nde venimos? Prometer no empobrece era el t¨ªtulo de una exposici¨®n de arte contempor¨¢neo en M¨¦xico que se vio en el Museo Reina Sof¨ªa de Madrid. All¨ª estaba Miguel Calder¨®n. Tambi¨¦n estuvo en el Guggenheim de Nueva York y en el Museo de Arte Moderno de San Francisco, donde lo llamaron enfant terrible del arte mexicano. La etiqueta hizo fortuna y se repite por las cuatro esquinas. Abres la nevera y en el cart¨®n de la lecha lo dice (el enfant terrible del arte mexicano), bajas al metro y lo dice (el enfant terrible del arte), abres el peri¨®dico y el enfant terrible...
El enfant terrible del arte mexicano expuso tambi¨¦n este a?o en el Matadero de Madrid. Esta vez no eran cuadros para el living. Deducci¨®n: el enfant terrible es un artista multimedia. Pinta cuadros o los manda pintar, hace fotos, v¨ªdeos, instalaciones, es actor, escritor. ?No es un enfant, es una escuela entera!
?Y en la Casa de Am¨¦rica? En la Casa de Am¨¦rica: Solo Project, traducci¨®n mesetaria y sui generis de proyecto individual. Est¨¢ visto que la patria es la lengua. ?Y de qu¨¦ va el Solo Project? Pues va, dicen, del "rol de la especie humana en el planeta Tierra". Ambici¨®n no le falta, aunque la verdad es que de eso, del rol de la especie humana en el planeta etc¨¦tera va casi toda la historia del arte. Creo. Para verificar, voy a verlo y les cuento. Prometer no empobrece.
?A d¨®nde vamos? Ya lo he visto. Entras por la cafeter¨ªa, dejas atr¨¢s a H¨¦ctor Abad, Leonardo Padura y ?lmer Mendoza y all¨ª est¨¢n las dos piezas de Miguel Calder¨®n, el enfant terrible... lo dice tambi¨¦n el programa de VivAm¨¦rica, p¨¢gina 5. Tambi¨¦n dice, p¨¢gina 15, que el "siempre audaz artista mexicano", a trav¨¦s de la construcci¨®n de un h¨¢bitat tecnol¨®gico y decadente, nos invita a reflexionar y redefinir la identidad y el rol de nuestra especie.
Hecho los deberes de la teor¨ªa, vamos a la pr¨¢ctica. Pasada la cafeter¨ªa, en el pasillo que conduce a la escalera, un monitor de televisi¨®n reproduce en bucle una imagen en v¨ªdeo de la fuente de Cibeles. Todo muy familiar salvo por dos cosas. Una: cuando el zoom se acerca a la base de la estatua, debajo del carro de la diosa aparece la cabeza de un hombre que parece escondido all¨ª. O refugiado. O contratado para estar all¨ª, como pasa en algunas piezas de Santiago Sierra. Dos: la fuente es la de Cibeles pero la ciudad no es Madrid. El edificio del Banco de Espa?a no est¨¢ en su sitio, por ejemplo. ?De qu¨¦ ciudad se trata? Pregunto, nada. Llamo por tel¨¦fono, igual. En cuanto lo averig¨¹e vengo hasta aqu¨ª y lo cuento.
La pieza del v¨ªdeo se llama Cibeles, 2007-10. La que tiene delante, Sun flair, 2010. Custodiada por un vigilante latinoamericano de la empresa de seguridad Sagital, una puerta blanca como las de los garajes sube y baja en intervalos de 32 segundos y 93 d¨¦cimas (lo cronometr¨¦ con el tel¨¦fono m¨®vil). Si entras habr¨¢ un instante en el que est¨¦s encerrado. S¨®lo un instante, tranquiliza el hombre de Sagital. Una vez dentro, en un extremo de la habitaci¨®n hay una mesa de rayos uva de las que se usan para broncearse. Est¨¢ abierta. En su interior: una toalla y un mont¨®n de libros desordenados, best sellers en ingl¨¦s, edici¨®n de bolsillo.
Si uno entra con las gafas de la historia del arte no le ser¨¢ dif¨ªcil pensar en una inteligente perversi¨®n del minimalismo: la puerta blanca y pulcra, abstracta pero practicable, amenazadora incluso; la sala semivac¨ªa; la luz, tan Dan Flavin, de los tubos fluorescentes de la mesa de rayos uva que se llama, precisamente, Sunflair...
Si uno entra con las gafas "de ver", simplemente, se encuentra en un muro con un mensaje de correo electr¨®nico en el que una amiga cuenta a Miguel (puede que Calder¨®n) una historia que pas¨® en Italia: un hombre anuncia a sus amigos y vecinos que se va a las Maldivas y lo que hace en realidad es atrincherarse en el garaje con comida para pasar el tiempo durante el que no va a irse a las Maldivas. Para "volver" moreno de sus "vacaciones", mete tambi¨¦n en el refugio una mesa de rayos uva. Cuando lleva all¨ª una semana se da cuenta de que ha dejado las llaves por fuera. No puede salir. Todo el mundo cree que est¨¢ en las Maldivas. No puede salir. Muere.
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