Enviado especial al infierno tan temido
Mario Vargas Llosa ha acometido varios atrevimientos en El sue?o del celta, y de todos ha salido triunfante e indemne, m¨¢s noble a¨²n que cuando entr¨® en el infierno tan temido. Ah¨ª es donde ha encontrado, en cueros a veces, despojado en todo caso de la careta que el alma se pone para que no se vea el cuerpo, a Roger Casement, un idealista al que la vida le esperaba como una met¨¢fora de la maldad. Ah¨ª, en ese territorio que se multiplica por cuatro (?frica, la Amazonia, la c¨¢rcel, el sexo), Roger toca el infierno tan temido, la maldad humana en su estado m¨¢s puro y por tanto m¨¢s enfangado.
En ese abismo que va cubriendo el romanticismo de una vida alentada por los viajes y por la voluntad de ayudar a los otros, Casement ve de todo, pero sobre todo ve c¨®mo el hombre se sirve de la fuerza, de la fuerza f¨ªsica, y tambi¨¦n del dominio inmoral de la riqueza, para someter a los otros, para agarrarlos de las tripas o del esp¨ªritu para convertirlos en bestias espejos a su vez de la bestias. Casement asiste a todas las formas de degradaci¨®n humana, y el novelista le sigue, asustado ante esas formas de degradaci¨®n que a veces rozan de manera terrible al propio protagonista. La nobleza del que mira, Mario Vargas Llosa, permite al lector asistir a ese descenso paulatino a los infiernos con la misma ¨®ptica que la que usa el narrador: en ning¨²n momento clava el novelista ninguna flecha en la mirada del protagonista, o para salvarlo o para estigmatizarlo; s¨®lo al final, cuando el ep¨ªlogo le sirve de reposo despu¨¦s de ese relato escalofriante y detenido, como de corresponsal en una guerra terrible y m¨¢s inhumana a¨²n que las guerras, Mario Vargas Llosa se aventura a desvelar su propio sentimiento acerca de una de las m¨¢s abyectas maniobras contra Casement.
El novelista, hasta entonces, hab¨ªa sido un notario aterrado de las desviaciones humanas que convirtieron la mirada de sir Roger en una sucesi¨®n de descubrimientos fatales acerca de la maldad como infierno humano. ?Fue sir Roger, en su vida personal, en sus inclinaciones sexuales, tan aberrante como quiso presentarlo el Gobierno brit¨¢nico para degradarlo? Ah¨ª es donde ¨²nicamente el novelista abandona su puesto de observaci¨®n asombrada: hasta entonces ha ido relatando, con la minuciosidad de un forense que acaba de asomarse al abismo del hombre como bestia, la historia de diversas degradaciones hasta llegar a la exaltaci¨®n del hombre que quiere trabajar por la libertad a¨²n a costa de su vida o de la lealtad a su patria postiza.
Donde el libro alcanza la plenitud, all¨ª donde el hombre se enfrenta al espejo roto de la vida, es en los episodios de la c¨¢rcel; una c¨¢rcel del alma, donde sir Roger halla consuelo o preguntas, el lugar en el que la comunicaci¨®n busca una nobleza que parece residir tan s¨®lo en las humedades encarceladas del alma. Esos episodios son especialmente emotivos, y el lector va recorri¨¦ndolos como si estuviera tocando la herida de una autobiograf¨ªa. Pues el libro en ning¨²n caso, y ese es un m¨¦rito radical, trata de una historia lineal, algo que ocurri¨® en ?frica, en la Amazonia, en Irlanda, en Alemania, en los distintos vertederos de vida o podredumbre que visit¨® Casement en su descenso a los infiernos; sino que esta obra de Mario Vargas Llosa es, sobre todo, un espejo oscuro del alma humana, y no se lee como una novela a la que uno se asoma como un espectador y luego abandona sus intersticios brumosos como si hubiera asistido a un cuento horripilante pero fant¨¢stico. El sue?o del celta es sobre todos nosotros: este libro roza el alma humana, la atraviesa y la devuelve en su estado m¨¢s verdadero, oscura o clara, clemente o maldita.
Para hacer esto, para convertir una historia as¨ª en una novela despojada de artificio el novelista se ha situado en el lugar del enviado especial; parece un cronista del susto, lo narra, como dec¨ªa el poeta Jos¨¦ Hierro, sin vuelo en el verso, ha ido desplegando su memorial de horrores y lo ha dispuesto como una suma que ¨¦l mismo siente como una punzada vomitiva en el coraz¨®n. El contrapunto, la zona de sosiego, es, curiosamente, el lugar en el que el hombre purga el infierno, y ese lugar de paz es la c¨¢rcel, y al fin la muerte, como la deseada salida del ¨¢ngulo muerto al que han ido conduciendo su vida. La c¨¢rcel como muerte y a la vez como sitio de reflexi¨®n o de salida del horror en el que la vida te envuelve, como una casualidad llena de barro o de sangre o de maldad.
Es un libro escalofriante del que uno sale con la boca pastosa, llena de hormigas oscuras que van deletreando esa palabra tan temida, i-n-f-i-e-r-n-o, la terrible, inclemente maldad del hombre hundiendo en el fango el cada vez m¨¢s deterioro prestigio de la palabra nobleza.
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