Blancanieves en Manhattan
Ana Mar¨ªa Matute evoca momentos esenciales de su vida en el Instituto Cervantes de Nueva York
Tener 85 a?os y moverse en silla de ruedas no son barreras infranqueables. Tampoco recurrir a un aud¨ªfono para conectarse a las palabras de los otros. Ana Mar¨ªa Matute, la flamante premio Cervantes, es la prueba de que uno puede hacer lo que quiera. Sin prejuicios. Ante el p¨²blico, la autora habla de todos estos condicionantes (sordera o edad) con la misma naturalidad con la que se emociona evocando la palabra "bosque" o los tres a?os que vivi¨® separada de su hijo.
En Nueva York, en un acto organizado en el Festival de la Palabra, desgran¨® parte de sus recuerdos de la mano del director del Instituto Cervantes, Eduardo Lago, que eligi¨® una serie de palabras im¨¢n para que la autora de Olvidado rey Gud¨² reflexionase sobre ellas. Esta es una peque?a s¨ªntesis:
Madre: es conflictivo, aunque quiz¨¢ la mejor palabra del mundo. La m¨ªa fue espl¨¦ndida, quiz¨¢s en exceso porque era muy severa. Cuando me cas¨¦ y me entreg¨® una caja con todos los cuentos que yo hab¨ªa escrito desde ni?a empec¨¦ a entenderla. Siempre he dicho que mi padre podr¨ªa haber sido amigo de Ulises y mi madre, del Cid.
Guerra: tremenda, no hay guerras santas, siempre es sucia y fea, y duele mucho. Nosotros ¨¦ramos unos ni?os burgueses que no sal¨ªamos de casa si no era con la tata o los pap¨¢s. Y de repente pasamos a tener que hacer cola para comprar el pan o las patatas. En una cola vi por primera vez a un asesinado y tuve noci¨®n de lo que era la muerte.
Matrimonio: puede ser maravilloso o un infierno. Yo no tuve suerte, ¨¦l era muy conflictivo. Me enamor¨¦ mucho de ¨¦l pero no sali¨® bien. Los a?os que me quit¨® a mi hijo, entre los 8 y los 11, fueron tremendos. Solo pod¨ªa verle los fines de semana gracias a mi suegra, que era una buena mujer. Despu¨¦s conoc¨ª a un franc¨¦s con el que no me cas¨¦, pero que estuve 28 a?os feliz.
Depresi¨®n: las malas son las que no tienen un origen claro. Yo estaba con el hombre de mi vida, ten¨ªa a mi hijo, ten¨ªa ¨¦xito y, sin embargo, tuve una depresi¨®n tremenda que dur¨® varios a?os. Me ayud¨® a salir Carmen Balcells, que me llev¨® a su casa y me anim¨® para terminar de escribir Olvidado rey Gud¨².
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