El Cervantes de una ni?a asombrada
Ana Mar¨ªa Matute reivindica el poder de la invenci¨®n en su discurso, uno de los m¨¢s celebrados de la historia del galard¨®n - "El que no inventa no vive", afirm¨®
Hay un malicioso aforismo que dice que, entre ellos, los escritores no se leen, se vigilan. De ah¨ª la imbatible popularidad en el gremio plum¨ªfero del ap¨®crifo autor griego Teleo Melees. Hay, sin embargo, acontecimientos que ponen, y de buena fe, de acuerdo a todo el mundo. Por ejemplo, el Premio Cervantes a Ana Mar¨ªa Matute. Pocas veces como ayer en Alcal¨¢ de Henares se ha visto a tantos escritores encantados con un galard¨®n que no les ha tocado directamente a ellos. "Estamos muy contentos", resum¨ªa la novelista y acad¨¦mica Soledad Pu¨¦rtolas tirando espont¨¢neamente del plural.
El Cervantes premiaba tantas cosas en la persona de la Matute -como muchas veces se llama ella a s¨ª misma- que en la medalla que le entreg¨® el Rey hab¨ªa un trozo para todo el mundo. Aunque el mayor galard¨®n de las letras hispanas reconoce una obra literaria y no un s¨ªmbolo sociol¨®gico, la autora de obras ya can¨®nicas como Primera memoria, Los hijos muertos u Olvidado rey Gud¨² es tambi¨¦n, a sus 85 a?os, la tercera mujer en 35 a?os que obtiene el Cervantes, una ni?a de la guerra -cumpli¨® 11 a?os en julio de 1936- y una defensora de tres cosas con reputaci¨®n de menores y blandas: la literatura infantil, los cuentos y la felicidad.
Pocas veces se ha visto a tantos escritores felices con un galard¨®n ajeno La narradora elogi¨® los cuentos, la literatura infantil y la felicidad
"La correcci¨®n pol¨ªtica mutila relatos: piensa que ser ni?o es ser idiota"
"En ella la alegr¨ªa es casi subversiva", dijo la ministra de Cultura
"?Por qu¨¦ tenemos tanto miedo a esa palabra?", dijo de esta ¨²ltima al comienzo de un discurso que arranc¨® una de las ovaciones m¨¢s largas que se recuerdan. Matute, que no pudo subir al p¨²lpito del paraninfo, lo ley¨® desde la silla de ruedas que empujaba su hijo Juan Pablo, que al final sintetiz¨® los sentimientos de su madre: "Los nervios se le pasaron al empezar. Es como tirarse en paraca¨ªdas; una vez que te lanzas...". Sabe de qu¨¦ habla. No solo ha sido el objeto de todos los afanes de su madre, sino que, adem¨¢s, fue legionario paracaidista en la propia Alcal¨¢ antes de ser piloto de aviaci¨®n civil en Estados Unidos.
Alineadas en la mesa presidencial, las autoridades escucharon la alocuci¨®n de la ganadora con una sonrisa que les dur¨® 20 minutos, un tiempo en el que entre el p¨²blico no se oy¨® una mosca y, al contrario que en otros momentos de la ceremonia, nadie dej¨® sonar el m¨®vil ni traste¨® con el iPhone, la BlackBerry o el programa de mano (anal¨®gico).
"Preferir¨ªa escribir tres novelas seguidas y 25 cuentos sin respiro a tener que pronunciar un discurso", dijo la escritora barcelonesa al comienzo del suyo, que a lo largo de casi nueve p¨¢ginas, y despu¨¦s de recordar al poeta chileno Gonzalo Rojas -fallecido el lunes pasado y premio Cervantes en 2003-, se convirti¨® en una hipn¨®tica espiral de frases en la que las ideas convivieron con los recuerdos.
Unas y otras se mezclaron cuando Ana Mar¨ªa Matute cit¨® la confesi¨®n que, de ni?a, una de las hijas del compositor catal¨¢n Jordi Blancafort le hizo a su propia hermana: "La m¨²sica de pap¨¢ no te la creas, se la inventa". Y un elogio de la invenci¨®n fueron de principio a fin las palabras de la autora de Para¨ªso inhabitado. "San Juan dijo: 'El que no ama est¨¢ muerto', y yo me atrevo a decir: 'El que no inventa, no vive", afirm¨®. A lo largo de la "traves¨ªa de una vida" salpicada de "abundantes tempestades", Matute le invent¨®, dijo, una personalidad que a¨²n dura a su mu?eco Gorog¨® cuando era una muchacha a la que no le gustaban los juegos de las ni?as de aquel tiempo, "mujeres recortadas" que imitaban "a mam¨¢ y a las amigas de mam¨¢". M¨¢s tarde el invento ser¨ªa una revista que escrib¨ªa ella misma de cabo a rabo durante los a?os atroces en los que la Guerra Civil volvi¨® el mundo del rev¨¦s, llen¨® los descampados de cad¨¢veres y de significado la palabra odio. Fue as¨ª como la suya se convirti¨® en una generaci¨®n de "ni?os asombrados" que pasaron de salir escoltados por la ni?era a plantarse durante horas en la cola del racionamiento.
Con todo, la invenci¨®n que la puso en ¨®rbita fue una novela que con 19 a?os present¨® escrita a mano a la editorial Destino. El contrato (de 3.000 pesetas) lo firm¨® su padre porque ella era menor de edad, aunque la cosa tardar¨ªa en cambiar porque muchos contratos posteriores exigieron que, "con la venia marital", los firmase tambi¨¦n su marido. Suena a ficci¨®n pero no es m¨¢s que historia, historia de un tiempo en el que la minor¨ªa de edad de las mujeres duraba casi toda la vida. No es, pues, extra?o que para Ana Mar¨ªa Matute invenci¨®n haya sido siempre sin¨®nimo de evasi¨®n. En los dos sentidos de la palabra. De "rebeli¨®n ¨ªntima" habl¨® en su discurso el Rey (Juan Carlos, no Gud¨²).
De ah¨ª que ayer, en su defensa de esa literatura que llaman infantil, la escritora recordara que los cuentos de hadas no fueron escritos para ni?os, al tiempo que avisaba contra la tendencia a limar las asperezas de los relatos de Perrault, Andersen o los hermanos Grimm: "Me estremece pensar y saber que se mutilan, bajo pretextos inanes de correcci¨®n pol¨ªtica m¨¢s o menos oportunos, y que unas manos depredadoras, imaginando tal vez que ser ni?o significa ser idiota, convierten verdaderas joyas literarias en relatos no solo mortalmente aburridos, sino, adem¨¢s, necios. ?Y a¨²n nos preguntamos por qu¨¦ los ni?os leen poco?". Al final, Ana Mar¨ªa Matute deshiz¨® el hechizo que ella misma hab¨ªa creado -y en el que lleg¨® casi a oler a arzad¨², una flor brotada en su imaginaci¨®n- para decir que lo ¨²nico que quer¨ªa era transmitir gratitud y alegr¨ªa.
En su intervenci¨®n, ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde, ministra de Cultura y ayer, por v¨ªa literaria, "de lo invisible y de lo inexplicable", dijo que en la premiada esa alegr¨ªa es "casi subversiva". Era, claro, una met¨¢fora: la ciudad estaba llena de autoridades y de polic¨ªas. Hay algo literal, sin embargo: la alegr¨ªa de la Matute es contagiosa. Bastaba con ver las caras de sus colegas en el c¨®ctel para comprobar que -ya hablaran de la crisis, la Champions o la demanda de IVA cero para los libros- todos ten¨ªan cara de Premio Cervantes.
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