Un fuerte olor a sardinas
No hubo triunfos a pesar de la buena disposici¨®n de El Cid y el valor ilusionado del mexicano Arturo Sald¨ªvar
El jueves, carne -el gato-; ayer, pescado. El segundo de la tarde ten¨ªa carita de toro y cuerpo de sardina; el tercero era talmente un boquer¨®n. Y lo m¨¢s grave es que lo venden a precio de solomillo de toro bravo. En fin, nada nuevo, por desgracia; el fraude de siempre patrocinado presuntamente por las figuras y los taurinos en general. ?C¨®mo es que no hay toros con trap¨ªo para la llamada primera plaza del mundo? ?Si esto es lo que se aprueba en Madrid, qu¨¦ se lidiar¨¢ por esas plazas de segunda y tercera? Y la soluci¨®n es la misma de siempre: honradez, integridad y responsabilidad.
Pero est¨¢bamos con el enga?o del pescado. Algunos se enfadan con raz¨®n, y ayer lo hicieron los asiduos del tendido 7, conocido porque all¨ª se sientan, en teor¨ªa, aficionados exigentes, que se irritan, vociferan, sufren y, de vez en cuando, tambi¨¦n se divierten. Es verdad que gracias a su encendida defensa de la integridad del toro, todav¨ªa se mantiene, mal que bien, el prestigio de esta plaza. Es verdad que son aficionados comprometidos; tan verdad como que ya no son lo que eran, quiz¨¢ resignados a la suerte de que la fiesta est¨¢ quebrada por el lado del toro, el verdadero protagonista del espect¨¢culo. Y es verdad que, a veces, tambi¨¦n, se equivocan. Ayer, por ejemplo.
Las Ramblas/El Cid, El Fandi, Sald¨ªvar
Cinco toros de Las Ramblas, -devuelto el primero-, desiguales de presentaci¨®n -anovillados segundo y tercero-, blandos, mansos y noblotes, y complicado el sexto. El cuarto, de Jos¨¦ V¨¢zquez, bien presentado, manso y noble. Primer sobrero, de Jos¨¦ V¨¢zquez, devuelto; segundo, de Ortigao Costa, devuelto, y tercero, de Jos¨¦ L. Hiniesta, bien presentado, inv¨¢lido y noble.
El Cid: media atravesada y un descabello (ovaci¨®n); cuatro pinchazos y estocada (silencio).
El Fandi: media tendida, baja y atravesada (silencio); gran estocada (ovaci¨®n).
Arturo Sald¨ªvar: media tendida (ovaci¨®n); cinco pinchazos _aviso_ (silencio).
Plaza de las Ventas. 27 de mayo. Decimos¨¦ptima corrida de feria. Casi lleno.
Ante la ausencia de toro, la tomaron con El Fandi, uno de los pocos toreros que no enga?a a nadie. Es un atleta que ha creado un magn¨ªfico espect¨¢culo con las banderillas, y un torero vulgar con capote y muleta. Tiene su p¨²blico y nadie se siente defraudado. Claro que el primero de El Fandi fue la sardina que sali¨® en segundo lugar, y se uni¨® el hambre con las ganas de comer. Cuando tom¨® los garapullos, el 7 lo recibi¨® con palmas de tango y frases fuera de lugar. No hay que confundir la exigencia con la falta de respeto. No se es mejor aficionado, todo lo contrario, por impedir que un torero realice su labor con el sosiego necesario. El Fandi banderille¨® a ese toro mal, muy mal, pasados los dos primeros pares y en el suelo acab¨® en el tercero, que intent¨® colocar al viol¨ªn, Y se le not¨® apagado y tenso. Como para no estarlo, despu¨¦s de la algarab¨ªa que le formaron los del 7. Mejor¨® en el quinto, pero sin redondear su actuaci¨®n en ese segundo tercio. Desaprovech¨® la torpe nobleza de su primero, y aburri¨® en el otro, que brind¨® al p¨²blico, en un intento, quiz¨¢, pero fallido de responder a sus detractores. Eso s¨ª, despidi¨® al quinto con un gran estocada de efectos fulminantes.
Afortunadamente, hubo dos sorpresas agradables. La primera, El Cid que lleg¨® dispuesto a reverdecer laureles pasados. Y a fe que lo intent¨®, aunque le traicionaran sus prisas o su ansiedad. Pero exprimi¨® la nobleza de su primero, de muy escaso fuelle, al que arranc¨® unos pocos muletezos largos y sentidos, y se luci¨® por naturales suaves y muy templados en el cuarto -tercer sobrero de la tarde- un toro con las fuerzas muy justas, lo que impidi¨® que resucitara un triunfo de anta?o. Pero dej¨® el torero constancia de sus ganas, de su proceso de cambio, o, al menos, de su inter¨¦s por sobreponerse a sus precauciones.
Y volv¨ªa el mexicano Arturo Sald¨ªvar en sustituci¨®n de Curro D¨ªaz, herido en la feria de Sevilla y que no ha podido hacer ninguno de los dos pase¨ªllos previstos en San Isidro. Es Sald¨ªvar un torero alegre, pleno de ilusi¨®n, valiente y con personalidad, que persigue el triunfo con un ardor encomiable. Tiene hechuras de torero, sabor en sus maneras, pisa con firmeza y seguridad los terrenos y no se arredra ante las dificultades. Como nadie es perfecto, abusa del pico de la muleta que es un defecto capital de la torer¨ªa andante. Maneja con mucho gusto el capote, y se luci¨® en un par de quites por chicuelinas y tafalleras; y plant¨® cara con mucha verdad a sus dos toros. De rodillas comenz¨® con la muleta a su primero, muy soso, y que se quedaba a mitad del viaje; y aguant¨® con gallard¨ªa los derrotes del sexto, bronco, ¨¢spero y de mala condici¨®n. Al final, mat¨® muy mal, y todo el buen sabor qued¨® diluido.
Para entonces, pasadas las nueve y media de la noche, a¨²n ol¨ªa a sardinas en Las Ventas.
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