Un d¨ªa amarillo
Me niego a creer que F¨¦lix Romeo haya muerto. F¨¦lix amaba la vida con desesperaci¨®n. En la columna que public¨® el pasado domingo en Heraldo de Arag¨®n, contaba que estaba asomado a un balc¨®n de la plaza Real de Barcelona en una espl¨¦ndida ma?ana que el verano le hab¨ªa robado al oto?o y que la m¨²sica de un congo que tocaba en la calle hac¨ªa que sus pies bailaran solos, y que de eso era de lo que ¨¦l quer¨ªa hablar, de la melod¨ªa milagrosa de la vida, contra la que nada pod¨ªan hacer los pajarracos chillones de la crisis.
Como Ob¨¦lix, ¨¦l tambi¨¦n se cay¨® de peque?o en la marmita, y la poci¨®n m¨¢gica hizo de ¨¦l un lector sobrenatural. F¨¦lix Romeo viv¨ªa por y para la literatura. A los diecis¨¦is a?os ya publicaba rese?as en la revista El Bosque y no solo parec¨ªa que hab¨ªa le¨ªdo todos los libros, sino que realmente los hab¨ªa le¨ªdo. Los libros que ¨¦l m¨¢s amaba eran los de carne y hueso, por eso tradujo a Natalia Ginzburg. No soportaba la impostura ni a los profesionales de la queja y se rebelaba ferozmente contra cualquier pretensi¨®n de adoctrinamiento o atisbo de totalitarismo. El valor de Orwell, la cabezoner¨ªa arrolladora de Sender, el humor salvaje de Thomas Bernhard, la sonriente inteligencia de Szymborska, la escritura perpetua de Umbral... Los escritores que m¨¢s le gustaban eran los escritores a los que hubiera querido tener por amigos. Y aunque muchos escritores le repatearan, como Juan Goytisolo, no pod¨ªa disimular que disfrutaba peleando con sus libros.
Las cicatrices que ten¨ªa en la cara, y que le daban un divertido aspecto gangsteril, se las produjo un accidente automovil¨ªstico. Su amigo Chus¨¦ Izuel fue quien estrell¨® el coche contra una farola. A Chus¨¦ Izuel, que se suicid¨® cuando viv¨ªan juntos en Barcelona, le dedic¨® Amarillo, un libro desgarrador. Tambi¨¦n hab¨ªa escrito una novela, que a¨²n no hab¨ªa dado por concluida, sobre el compa?ero de celda que tuvo en la c¨¢rcel de Torrero cuando le condenaron por insumisi¨®n, un tipo que hab¨ªa matado a su mujer y que no sent¨ªa ninguna culpa. F¨¦lix Romeo, que no entend¨ªa a los suicidas ni a los asesinos, quer¨ªa extirpar de su mente esos tumores y vivir, como Goya, por lo menos hasta los ochenta y tantos a?os y no dejar nunca de aprender. ?Y de qui¨¦n vamos a aprender nosotros ahora que ¨¦l se ha ido?
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