Estanter¨ªas en v¨ªas de extinci¨®n
Los cambios en las viviendas y la irrupci¨®n del libro electr¨®nico alteran el dise?o de las librer¨ªas Pierden su tradicional protagonismo dom¨¦stico
Pocos rincones de un hogar ofrecen tantos datos (evidentes y secretos) de su due?o como la biblioteca. Las estanter¨ªas son ese lugar al que uno se acerca instintivamente cada vez que pisa una casa desconocida en busca de alguna pista sobe las man¨ªas, las obsesiones y los gustos de su morador. Son el espejo de su subconsciente, las huellas de su vida. O, al menos, hasta ahora.
La irrupci¨®n del libro electr¨®nico supone un cambio no solo en los h¨¢bitos de lecturas, sino un cambio en nuestra manera de almacenar, disponer y guardar nuestros libros. Esos compa?eros de viaje anotados a los m¨¢rgenes, que amarillean con los a?os, que resisten mal las humedades y acumulan demasiado polvo son ya perfectamente prescindibles.
Hace casi un a?o, el gigante sueco de la decoraci¨®n democr¨¢tica, Ikea, anunciaba un cambio de dise?o en su modelo de estanter¨ªa m¨¢s famoso y vendido: la Billy. Con 50 millones de unidades despachadas en todo el mundo y m¨¢s de tres d¨¦cadas de vida, la Billy cambiaba sus hechuras con una nueva versi¨®n con m¨¢s fondo que la original, 39 cent¨ªmetros frente a los antiguos 28.
Vivimos en la esquizofrenia entre lo f¨ªsico y lo digital Santiago Miranda
El redise?o de Ikea provoc¨® un reportaje en The Economist que asociaba el gesto con los profundos cambios que viv¨ªa el negocio editorial y las ventas de libros electr¨®nicos en Estados Unidos. "Nos vimos obligados a desmentir a la publicaci¨®n", explica Monserrat Biosca, responsable en Espa?a de la comunicaci¨®n de Producto de Ikea. "Nuestra responsable en EE UU tuvo que aclarar que no se trataba de ning¨²n cambio dr¨¢stico, no tenemos estudios sobre como est¨¢ afectando el libro digital a la decoraci¨®n, solo es una oferta m¨¢s de nuestro producto".
Un oferta, eso s¨ª, que est¨¢ directamente relacionada con un mayor consumo de libros "grandes" en las casas. Desde su estudio en Londres, Eduardo C¨¢rdenas, apunta hacia cambios evidente en el dise?o de estanter¨ªas: "Tenemos que mirar a la vivienda de hoy, la vivienda m¨ªnima. La estanter¨ªa acabar¨¢ siendo un lujo. Dudo de su desaparici¨®n, aunque cada vez habr¨¢ menos libros de lectura y m¨¢s libros de arte y cat¨¢logos. Para leer estar¨¢ el libro digital y el libro como objeto estar¨¢ para decorar". C¨¢rdenas asegura que ya tiene clientes que no quieren ver un solo libro en su casa. "Ni locos, aun teniendo mucho espacio. Es una cuesti¨®n ecol¨®gica y un cambio de mentalidad".
Para leer estar¨¢ el libro digital y el objeto para decorar Eduardo C¨¢rdenas
Nelson Ruiz-Acal, del estudio sueco Cate & Nelson, tambi¨¦n detecta el cambio aunque no ve claro el patr¨®n futuro: "Aunque no tengo lector electr¨®nico, tampoco guardo los libros de bolsillo. El libro se va a consumir cada vez menos, no tanto los de fotograf¨ªa o de arte. La estanter¨ªa ya no es una librer¨ªa. Pero igualmente es dif¨ªcil saber qu¨¦ pasar¨¢: nosotros trabajamos mucho en espacios p¨²blicos, para oficinas, y ah¨ª aunque se ha reducido mucho el papel, el documento sigue teniendo peso".
Una convivencia, la del papel con lo digital, que nos aboca a los enigmas de una nueva esquizofrenia. "Esto no es decoraci¨®n, es emoci¨®n", se?ala desde Mil¨¢n el veterano dise?ador y decorador Santiago Miranda. "Solo s¨¦ que los libros que se releen son los que se tienen materialmente. No tiene nada que ver en un s¨¢bado de lluvia buscar un libro en tu estanter¨ªa que en tu ordenador. Son dos experiencias radicalmente opuestas. Internet es m¨¢s f¨¢cil, m¨¢s ¨²til. Pero es r¨¢pido y aburrido. La biblioteca en una sola p¨¢gina. Perfecto para viajar, para llevar la casa a cuestas. No tanto para vivir. Estamos sumidos en una esquizofrenia entre lo f¨ªsico y lo digital. He visto otras revoluciones de este tipo. Es como cuando lleg¨® el ordenador y nos dijeron fuera armarios, se acabaron los cajones. Finalmente fue agua de borrajas. Ahora nadie dir¨¢ que prefiere un libro de papel para no parecer carroza, ?pero cu¨¢ntos modernos esconden la mesa camilla de sus abuelos? Vivimos sumidos en una trampa".
En este mundo lleno de contradicciones mientras se hunden cadenas hist¨®ricas de grandes librer¨ªas surgen las bibliotecas a medida de Tatcher Wine, un dise?ador cuyos trabajos de encuadernaci¨®n creativa para personalizar con colores o dibujos bibliotecas de miles de vol¨²menes, se ha puesto de moda en las mejores casas de Manhattan.
Al final, apunta Miranda, lo ¨²nico que cambia es el deseo. La profesora de literatura Leah Price, autora del libro Unpacking my library: writers and their books (t¨ªtulo que evoca la frase con la que Walter Benjamin titul¨® uno de sus m¨¢s c¨¦lebres ensayos) cuenta c¨®mo, de adolescente, cuando trabajaba de canguro lo primero que hac¨ªa en la casa vac¨ªa no era lanzarse a la nevera sino a las estanter¨ªas de los padres. Aquellas casas ya nunca m¨¢s ser¨¢n un libro abierto.
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