Muere Gustav Leonhardt, genial int¨¦rprete del esp¨ªritu de Bach
El organista y clavecinista holand¨¦s fallece a los 83 a?os en ?msterdam
El pasado lunes falleci¨® en ?msterdam uno de los m¨²sicos m¨¢s influyentes de los dos ¨²ltimos siglos. Gustav Leonhardt dedic¨® su vida a la m¨²sica barroca y a dos instrumentos -¨®rgano y clave- que no arrastran multitudes, o al menos no en la medida en que lo hacen otros repertorios. Ese mismo d¨ªa se celebraba en el Koorenhuis de La Haya un concierto-homenaje al obo¨ªsta Bruce Haynes, tambi¨¦n fallecido recientemente. Leonhardt hab¨ªa comprometido su participaci¨®n en el acto, pero el regreso inesperado de un c¨¢ncer del que se hab¨ªa recuperado hace unos a?os y del que ahora hab¨ªa desistido de volver a tratarse le obligaron a cancelarla. En La Haya se reunieron muchos de sus colegas, desde antiguos compa?eros de viaje como Max van Egmond hasta famosos disc¨ªpulos como Skip Semp¨¦. Nadie supo, sin embargo, durante el concierto de la muerte de Leonhardt. No deja de resultar parad¨®jico que otro alumno, su compatriota Ton Koopman, tocara esa tarde una de las piezas f¨²nebres m¨¢s cercanas a su maestro, el Tombeau de Monsieur Blancrocher, de Louis Couperin. Leonhardt ya no podr¨¢ tocarla nunca m¨¢s y no existe quiz¨¢ mejor modo de recordarlo que la grabaci¨®n que ¨¦l mismo realizara de esta obra en 1979: sus compases encarnan como pocos el ox¨ªmoron expresivo de una m¨²sica que se vive a un tiempo como duelo y como consuelo.
El d¨ªa que muri¨® iba a participar en un concierto en La Haya
Nacido en 's-Graveland en 1928, Leonhardt fue uno de los precursores de la revoluci¨®n interpretativa de la m¨²sica antigua. Form¨® un tr¨ªo legendario con el flautista Frans Br¨¹ggen y el violonchelista Anner Bylsma, convirtiendo a Holanda en lugar de peregrinaci¨®n para todos aquellos int¨¦rpretes que quisieran limpiar la m¨²sica barroca de todas las pegajosas e inc¨®modas adherencias que hab¨ªan incrustado en ella el siglo XIX y la primera mitad del XX. Empez¨® a colaborar tambi¨¦n muy pronto con Nikolaus Harnoncourt, a quien conoci¨® durante sus a?os de estudio en Viena (antes hab¨ªa recalado en la Schola Cantorum de Basilea, el otro templo que pugnaba por albergar el Grial de la autenticidad), y juntos acometieron una de las aventuras m¨¢s fascinantes del arte del siglo XX: la grabaci¨®n de la integral de las cantatas de Johann Sebastian Bach con lo que entonces se pensaba que eran las fuerzas instrumentales y vocales de que se hab¨ªa valido en su momento en Leipzig el compositor alem¨¢n. Aunque, por la magnitud del empe?o, la empresa se dilatara varios a?os, lo que protagonizaron Leonhardt y Harnoncourt fue un aut¨¦ntico acto revolucionario.
Fue un precursor de la revoluci¨®n en la aproximaci¨®n al repertorio barroco
No es, sin embargo, en su faceta como director donde m¨¢s brill¨® el talento irrepetible de Gustav Leonhardt, que fue, por encima de todo, un instrumentista excepcional. Organista titular de la Waalse Kerk de ?msterdam de 1959 a 1982, peregrin¨® por toda Europa tocando instrumentos hist¨®ricos. Sus grabaciones realizadas en los a?os setenta en diminutas iglesias alpinas dan una idea de cu¨¢n lejos de los oropeles y el relumbr¨®n estaban sus intereses. Como clavecinista, no ha tenido igual en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Su ingente discograf¨ªa recorre todo el repertorio, desde el pin¨¢culo de Bach hasta los compositores menos frecuentados, que tocaba a menudo en partituras copiadas o transcritas por ¨¦l mismo, con una caligraf¨ªa asombrosamente parecida a la del autor de la Misa en Si menor. Leonhardt tocaba con una libertad de la que raramente hac¨ªa gala cuando dirig¨ªa. Las barras de comp¨¢s desaparec¨ªan bajo sus dedos, el tiempo se balanceaba y bajo su apariencia de asceta, su aspecto dulce pero herm¨¦tico o su severo aire profesoral, se desbocaba un torrente de hondura y expresividad. Vi¨¦ndolo y oy¨¦ndolo, era imposible sustraerse a la sensaci¨®n de que, m¨¢s que hacer m¨²sica, ¨¦l mismo era la m¨²sica.
A diferencia de todos sus colegas (de Harnoncourt a Herreweghe, de Koopman a Alessandrini, de Br¨¹ggen a Antonini), Gustav Leonhardt se neg¨® siempre a dirigir agrupaciones integradas por instrumentos modernos y la m¨²sica de Mozart marcaba la ¨²ltima frontera de sus intereses como int¨¦rprete. Rehuy¨® el dinero f¨¢cil, pero ha seguido tocando, fiel a sus principios, hasta apurar sus ¨²ltimas fuerzas. Ofreci¨® su ¨²ltimo concierto, con la certidumbre de su muerte ya cercana, el pasado 12 de diciembre en el Th¨¦?tre des Bouffes du Nord de Par¨ªs. Alguien ha colgado en YouTube su interpretaci¨®n, ese d¨ªa, de uno de esos preludios m¨¦tricamente lib¨¦rrimos de Jean-Henry d'Anglebert y es emocionante verlo, delgad¨ªsimo, casi como un espectro levemente iluminado en la penumbra, tocando con esos mitones con que ten¨ªa que calentar sus manos desde hace a?os, a poco m¨¢s de un mes de su muerte. Fuera de programa toc¨® la vigesimoquinta de las Variaciones Goldberg, coronando as¨ª m¨¢s de medio siglo de carrera con la m¨²sica del compositor con que m¨¢s se identific¨®. Para Jean-Marie Straub y Dani¨¨le Huillet, solo ¨¦l pod¨ªa encarnar a Johann Sebastian en su pel¨ªcula Cr¨®nica de Anna Magdalena Bach.
Solo ¨¦l pod¨ªa ser el maestro en Cr¨®nica de Anna Magdalena Bach
Bruce Haynes revolucion¨® el redil de sus colegas historicistas con su libro The end of early Music. Su homenaje post mortem coincidi¨® el lunes con el adi¨®s definitivo de Gustav Leonhardt, con el que no ha muerto la m¨²sica antigua pero s¨ª, irremediablemente, una manera de vivirla, entenderla y compartirla.
Babelia
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