Vigilantes nocturnos
"Cu¨¢ntas historias posibles. Cu¨¢ntas maneras de contarlas. Y qu¨¦ necesidad de inventar cuando lo que hace falta es encontrar el tono, el lugar desde el que se inicia el relato, la conexi¨®n entre el narrador y la historia"
Cu¨¢ntas historias posibles. Cu¨¢ntas maneras de contarlas. Y qu¨¦ poca necesidad de inventar cuando se reconoce que muchas de las mejores historias no las ha inventado nadie, y que lo que hace falta no es urdir un argumento para imponerlo como una rejilla o un molde sobre el desorden de los hechos sino encontrar el tono, el lugar desde el que se inicia el relato, la conexi¨®n ¨ªntima entre el narrador y la historia. En The New York Times leo la cr¨ªtica de un documental que acaba de estrenarse en un peque?o cine del Village y que estar¨¢ en cartel solo una semana y comprendo casi instintivamente que tengo que ir a verlo. Me ha llamado la atenci¨®n la foto que ilustra la cr¨ªtica, casi un rect¨¢ngulo en negro en el que poco a poco se discierne un tejado de Nueva York coronado por un dep¨®sito de agua, perfilado contra un cielo nocturno en el que hay unas pocas estrellas.
The City Dark, se titula la pel¨ªcula. El director es Ian Cheney. En una noche de enero es gustoso refugiarse del fr¨ªo en una sala casi a oscuras en la que no hay m¨¢s de treinta o cuarenta butacas. Por qu¨¦ no va a haber cine de c¨¢mara, igual que hay m¨²sica de c¨¢mara. The City Dark tiene un t¨ªtulo de cine negro, pero de lo que trata es de la desaparici¨®n gradual de la negrura de la noche. Es cine de c¨¢mara y en primera persona, aunque no a la manera histri¨®nica de Michael Moore. Las im¨¢genes de Ian Cheney y su voz superpuesta tienen una cualidad confesional y un discurrir voluble de paseos y b¨²squedas. Cheney sale de noche a la ciudad con su gorra de visera y su mochila a cuestas buscando en ella lo que casi nadie recuerda o ha visto nunca, el cielo nocturno. Armado con un mapa de las constelaciones, como del mapa de un tesoro, fuerza el cuello para mirar hacia arriba pero la inundaci¨®n permanente de las luces urbanas no le permite ver nada. Las constelaciones de la noche son ahora los letreros luminosos en movimiento y las cordilleras de ventanas in¨²tilmente iluminadas de los edificios.
'The City Dark' tiene un t¨ªtulo de cine negro, pero de lo que trata es de la desaparici¨®n gradual de la negrura de la noche"
Se aleja del ascua de Times Square y en calles m¨¢s apartadas distingue tres o cuatro estrellas dispersas en el cielo sucio. Sube a la terraza de la torre de apartamentos en la que vive y ve un resplandor rojizo que se extiende en todas direcciones. Como tantos habitantes de la ciudad Ian Cheney, aunque es un hombre joven, tiene recuerdos de otros cielos. La forma del documental es tan flexible que el reportaje da un quiebro hacia las rememoraciones de la infancia. En Nueva York Cheney se acuerda de la granja en la que vivi¨® de ni?o, en los bosques del Estado de Maine. En las noches de cielo raso la V¨ªa L¨¢ctea ocupaba la mitad del cielo con un esplendor de rel¨¢mpago inm¨®vil. En verano, en cuanto anochec¨ªa, los ni?os atrapaban luci¨¦rnagas en tarros de cristal.
Que las luces artificiales hayan borrado el cielo nocturno es una cat¨¢strofe para la astronom¨ªa. El ¨²nico observatorio que sigue activo en el ¨¢rea de Nueva York est¨¢ en Staten Island. Los astr¨®nomos aficionados que antes solo ten¨ªan que alejarse de la ciudad unas docenas de kil¨®metros ahora conducen durante horas y no encuentran una playa o la cima de una colina en las que montar sus telescopios. La voz memorial se hace a un lado para dejar que otras voces se escuchen: un astrof¨ªsico que naci¨® en una familia pobre del Bronx se acuerda de una visita escolar a un planetario en el que se le revel¨® de pronto la vocaci¨®n que iba a cambiar su vida. En la cima de la monta?a m¨¢s alta de Hawai, m¨¢s arriba que las nubes, est¨¢ el observatorio m¨¢s alto del mundo. Pero tambi¨¦n a ¨¦l llega la contaminaci¨®n lum¨ªnica. De guardia junto al visor de su telescopio un cient¨ªfico muestra fotograf¨ªas de cielos tupidos de estrellas que parecen id¨¦nticos entre s¨ª pero en los que su mirada experta sabe distinguir variaciones alarmantes. A lo que se dedica este hombre es a escrutar el cielo en busca de meteoritos que sean un peligro para la Tierra. Con esa placidez que parece propia de quien domina un campo de conocimiento valioso y rec¨®ndito, este vigilante de los cielos nocturnos asegura que la colisi¨®n contra la Tierra de un meteorito catastr¨®fico solo es cuesti¨®n de tiempo. Ha ocurrido otras veces, dice, con escalofriante ecuanimidad, y ocurrir¨¢ de nuevo. No se trata de ¡°si¡±, sino de ¡°cu¨¢ndo¡±. Y estaremos mucho m¨¢s indefensos si por culpa de esa contaminaci¨®n lum¨ªnica que enturbia ya la visi¨®n hasta de los mejores telescopios no sabemos distinguir a tiempo la trayectoria de un meteorito que podr¨ªa ser desviado.
Ian Cheney sale de noche a la ciudad buscando lo que casi nadir recuerda o ha visto nunca"
Hay personas con vocaciones y oficios admirables. Hay quien se pasa la vida escrutando las lejan¨ªas del universo y quien patrulla de noche playas desiertas de Florida aguardando el momento en que empiezan a brotar de la arena las patas y las cabezas de las tortugas que acaban de romper los huevos sepultados y se arrastran instintivamente hacia el mar. Si no llegan al agua las tortugas se deshidratar¨¢n y morir¨¢n en unos minutos. Durante millones de a?os han hecho ese mismo recorrido infalible, pero desde hace unas d¨¦cadas muchas de ellas se extrav¨ªan. No avanzan hacia la tenue luminosidad del oc¨¦ano, sino en direcci¨®n contraria, hacia el fulgor de las autopistas y los centros comerciales, y mueren extenuadas en las cunetas o aplastadas por las ruedas de los coches. Hay voluntarios que pasan las noches en vela ayudando a las tortugas perdidas a encontrar su camino, y los hay tambi¨¦n que rondan los edificios m¨¢s altos de Nueva York y Chicago buscando p¨¢jaros migratorios que han chocado contra ellos. Forman parte de esa cofrad¨ªa de la noche en la que Ian Cheney encuentra a sus semejantes, gente rara y bondadosa que sabe que millares de p¨¢jaros pierden cada noche el rumbo por culpa del exceso in¨²til de luz de los rascacielos. Se abrigan bien, se proveen de una cesta de cazar mariposas, y cuando encuentran un p¨¢jaro que se ha roto el pico o un ala contra una esquina de acero o un muro de cristal lo recogen con delicadeza extraordinaria en sus manos enguantadas, y como saben mucho de ornitolog¨ªa reconocen la especie y pueden calcular la amplitud planetaria de su viaje interrumpido. En Chicago, una veterinaria de manos diestras y flequillo infantil est¨¢ especializada en los traumatismos de los p¨¢jaros migratorios en las grandes ciudades.
Hay gente para todo. Hay que tener la curiosidad de acercarse y preguntar a quien sabe y dejarle que cuente. Si no vemos nunca un cielo plenamente estrellado adquirimos una idea arrogante y desmedida de nuestro lugar en el mundo, dice un astr¨®nomo. Un epidemi¨®logo explica la posible conexi¨®n entre ciertas formas de c¨¢ncer y el desarreglo en la secreci¨®n de melatonina que sufren quienes trabajan de noche. El ingeniero que dise?¨® la iluminaci¨®n del parque High Line muestra que se puede alumbrar bien de noche sin contaminaci¨®n ni despilfarro. Lo primero que hago al salir del cine es mirar hacia el cielo y no distingo ni una sola estrella.
The City Dark (2011), de Ian Cheney. iancheney.com. http://www.thecitydark.com.
Babelia
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