Antony and the Johnsons, una pieza del MoMA
Cuando alguien le da alas a quien tiene talento, hay, como m¨ªnimo, que esperar algo grande
Los ingredientes para el concierto que se celebr¨® el pasado 26 de enero en el legendario Radio City Hall de Nueva York promet¨ªan: Antony Hegarty, The Johnsons Symphony of New York City (60 m¨²sicos), un artista excepcional, Chris Levine, uno de los mejores escen¨®grafos del momento, Carl Robertshaw, y un encargo realizado por el MOMA: "s¨¦ ambicioso, mezcla tu m¨²sica con tu capacidad visual y sorpr¨¦ndenos". Y cuando alguien le da alas a quien tiene talento, hay, como m¨ªnimo, que esperar algo grande.
Eso mismo debieron de pensar muchos otros artistas, desde Bj?rk a Rufus Wainwright, Michael Stipe, Tilda Swinton, Matthew Barney o Terence Koh, que mimetizados entre habitantes inequ¨ªvocos de Williamsburg (barbudos con camisa a cuadros y gafa de pasta acompa?ados de chicas monas y flacas) y gran parte del colectivo gay y transexual de la ciudad (el nombre The Johnsons viene de Marsha P. Johnson, una activista transexual a la que Antony le dedic¨® el concierto) no quisieron perderse Swanlights. Anunciado como un espect¨¢culo ¨²nico ¨Cno est¨¢ programada ninguna repetici¨®n del montaje-, y nacido como continuaci¨®n de un espect¨¢culo similar pero m¨¢s peque?o (The Crying Light), los 6000 asientos del Radio City Hall herv¨ªan esperando ver qu¨¦ hab¨ªa preparado Antony y su equipo para lo que, m¨¢s que un concierto, se presagiaba performance.
La inspiraci¨®n del concierto en cierto modo es sugerir luz y su relaci¨®n con la oscuridad¡± Antony Hegarty
Concebido como una meditaci¨®n sobre la naturaleza, la luz y la feminidad, Antony hab¨ªa explicado en breves entrevistas su intenci¨®n: "La idea es imaginarse un cristal de cuarzo. Lo sacas del interior negr¨ªsimo de la monta?a y a¨²n as¨ª, tiene luminosidad. La inspiraci¨®n del concierto en cierto modo es sugerir luz y su relaci¨®n con la oscuridad".
Y as¨ª, en la m¨¢s completa oscuridad, arranc¨® un concierto que podr¨ªa recordarse como una mujer a la que se le va quitando suavemente la ropa hasta quedar desnuda. Primero, frente al tel¨®n a¨²n bajado, un personaje que simbolizando un p¨¢jaro y envuelto en un juego de luces, comienza a aletear hasta por fin emprender el vuelo y desaparecer por una esquina del escenario. De fondo el sonido de un piano que se va mezclando con violines. Despu¨¦s, una vez abierto el tel¨®n, la imposibilidad de entender que vemos tras ¨¦l, pero la belleza de luces y sombras junto a la voz c¨¢lida de Antony, que tampoco es visible. Sobre el escenario, una vez levantada la primera pantalla transl¨²cida sobre la que al principio Chris Levine proyect¨® un juego de l¨¢seres de colores bastante gal¨¢ctico, emergi¨® Antony, como Cristo sobre las aguas, envuelto en un halo de luz y totalmente vestido de blanco. Tras ¨¦l, la ilusi¨®n de esos cuarzos de los que hablaba, una serie de formas suspendidas en el aire que seg¨²n la luz a veces recordaban a meteoritos, otras a extra?as rocas des¨¦rticas y en ocasiones, cuando el l¨¢ser verde las atacaba, a esa kryptonita del mundo extraterrestre de Superm¨¢n. En realidad eran algo parecido a l¨¢mparas japonesas de papel a las que el t¨¦cnico de luces, Paul Normandale, dot¨® de vida propia.
Al contrario que en sus conciertos habituales, esta vez Antony no hablaba entre canciones, como para intensificar la teatralidad de un espect¨¢culo que suavemente iba dejando al descubierto m¨¢s y m¨¢s partes de un escenario cuyos cambios de luz flu¨ªan suaves pero hipn¨®ticos. A la orquesta y a su conductor no se les vio hasta el final. Escondidos al fondo del escenario y con varias capas frente a ellos, lleg¨® un momento en que entre los m¨²sicos y Antony s¨®lo quedaba una tela transl¨²cida. Ah¨ª comenz¨® a intuirse simplemente la sombra en movimiento del conductor de la orquesta, envuelta en luces anaranjadas. Despu¨¦s de un momento de blanco absoluto, y en el silencio m¨¢s sepulcral, la ¨²ltima tela que quedaba en escena se levant¨® poco a poco para dejar al desnudo a toda la orquesta. Fue el momento m¨¢gico en que el p¨²blico de conversos demostr¨® su devoci¨®n incondicional por el idolatrado m¨²sico.
Fue ah¨ª cuando Antony por fin pudo relajarse. "Lo que hab¨¦is visto era la mayor parte del concierto. Uf, ?estoy tan jod¨ªdamente contento!¡ Era un proyecto muy ambicioso!". Y as¨ª, desbordado de felicidad, Antony present¨® a los solistas, al conductor y todos los colaboradores, agradeci¨¦ndole por supuesto a Klaus Biesenbach, actual director del museo Ps1 (perteneciente al MOMA), la oportunidad de crear Swanlights. Despu¨¦s toc¨® dos temas m¨¢s y al finalizar, con la canci¨®n The Crying Light, la orquesta se qued¨® muda, Antony abandon¨® el escenario y se baj¨® el tel¨®n. Pese a los cinco minutos que el p¨²blico se pas¨® clavado esperando su regreso no lo hizo. Fue una salida elegante y contundente, como todo el espect¨¢culo.
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