'Roma criminal', la serie que se hizo con Italia

Bufalo por fin se llevar¨¢ esos relojes por los que babeaba. Dandi, fiel a su apodo, no ve la hora de renovar su guardarropa y Scrocchiazeppi invertir¨¢ en sus vicios favoritos: coca¨ªna y prostitutas. Los millones que la familia Rossellini ha pagado por el rescate han inundado de dinero las cajas del grupo de amigos romanos que ha llevado a cabo el secuestro del bar¨®n. Y todos quieren disfrutar, a su manera, de la repentina riqueza. Todos salvo uno. ¡°Los relojes se rompen, las prendas pasan de moda, y a los seis meses estamos igual¡±, empieza a pensar en voz alta El Liban¨¦s. ?l tiene otra propuesta: ¡°Cada uno se queda 20 millones, lo dem¨¢s se reinvierte en un proyecto com¨²n¡±. Se refiere a una banda criminal, como Cosa Nostra o la camorra, pero justo en el coraz¨®n de la capital. El objetivo de Liban¨¦s est¨¢ claro: ¡°Pijamose Roma [Hag¨¢monos con Roma]¡±.

Posiblemente sea la secuencia m¨¢s famosa de la serie italiana Roma Criminal (Romanzo Criminale, en su titulo original), basada en la hom¨®nima novela del magistrado Giancarlo de Cataldo y que Canal Plus retransmiti¨® en Espa?a. Meses antes, en Italia, la saga hab¨ªa arrasado, con una receta negra, gustosa para los paladares locales y extranjeros, como demuestra el ¨¦xito cosechado tambi¨¦n en Francia. Ritmo fren¨¦tico, actores casi desconocidos y tremendamente aut¨¦nticos, im¨¢genes que mezclan la Roma del lujo desenfrenado y la de los yonkis que matar¨ªan por una dosis, una historia de amistades un tiempo inquebrantables y luego despedazadas por el dinero: Roma Criminal podr¨ªa jugar con la cabeza alta en la liga de las series estadounidenses.

The walking dead vuelve en febrero, Mad Men en marzo y Juegos de Tronos en abril. A la espera de los pesos pesados, merece la pena adentrarse en los arrabales de Roma, para descrubrir c¨®mo una pandilla de delincuentes de barrio se convirti¨® a finales de los sesenta en una organizaci¨®n criminal capaz de tutear a la mafia y de mantener en jaque durante a?os a la capital italiana. Aunque, como suelta ¡®Puma¡¯, el ¨²nico personaje que reacciona indignado a las palabras del Liban¨¦s, ¡°Roma no quiere due?os¡±.

Es una lecci¨®n que los j¨®venes aprender¨¢n a lo largo de dos temporadas de tiroteos, adrenalina, droga, c¨¢rcel, juicios y asesinatos. La trama est¨¢ inspirada en una historia real: la de la llamada banda della Magliana, seguramente la m¨¢s poderosa organizaci¨®n criminal local que jam¨¢s haya existido en Roma. Hasta algunos de los protagonistas son aut¨¦nticos: por poner un ejemplo, los tres l¨ªderes del grupo, Liban¨¦s, Fr¨ªo y Dandi, existieron y se llamaron, respectivamente, Franco Giuseppucci, Maurizio Abbatino y Enrico De Pedis. De hecho el ¨²ltimo, que en el mundo real fue apodado El Pr¨ªncipe, tuvo un privilegiado entierro en la iglesia de Sant¡¯Apollinare, cerca de la plaza Navona. Su poder y el olor de su dinero acallaron las dudas ¨¦ticas de obispos y parroquianos.

Aldo Grasso, uno de los cr¨ªticos de televisi¨®n m¨¢s respetados de Italia, dijo de Roma Criminal que seguramente fuera la ¨²nica serie de la que los italianos ¡°pod¨ªan sentirse orgullosos¡±. En efecto, la historia apasiona y seduce desde el principio y hasta el melanc¨®lico y amargo final. Y salvo alguna que otra actuaci¨®n (c¨®micas por lamentables las del polic¨ªa Catt¨®n y de la prostituta Patricia), los personajes aguantan perfectamente el peso del debut. Y es que esa es otra de las claves de Roma Criminal: mientras que la hom¨®nima versi¨®n cinematogr¨¢fica contaba con algunos de los mejores y m¨¢s famosos actores del panorama italiano, el director de la serie, Stefano Sollima, ha buscado sus protagonistas en el h¨¢bitat natural de la banda: la calle.

Pocos hab¨ªan visto antes las caras emergentes que Sollima catapult¨® en los salones de los italianos. Muchos, sin embargo, los reconocer¨ªan ahora por las calles de Roma. En la serie, en cambio, el ascenso de la banda despierta el inter¨¦s de otro tipo de fan. A medida que crecen su fama y sus ¨¦xitos, aumentan los enfrentamientos del grupo con la polic¨ªa. Y, en concreto, con el comisario Scialoja, suerte de n¨¦mesis, a su vez tr¨¢gica, de la banda. Obsesionado con detener a los delincuentes y sentarlos en el banquillo, Scialoja descubre poco a poco que no se enfrenta solo a asesinos y traficantes de droga sin escr¨²pulos sino tambi¨¦n a un enemigo m¨¢s insospechable: el Estado.

Entre tantos criminales tal vez sea justo un grimoso miembro de los servicios secretos el personaje m¨¢s inquietante de la serie. Cual titiritero, el hombre en cuesti¨®n tolera las atrocidades de la banda y mueve sus hilos, enfrentando a sus miembros o ayud¨¢ndoles seg¨²n sus exigencias. Algo plausible y nada sorprendente en un pa¨ªs que aun investiga un posible acuerdo entre Estado y mafia a principio de los noventa y que tiene en un pedestal a un exprimer ministro, Giulio Andreotti, que la prescripci¨®n salv¨® de un juicio que dej¨® demostrada su ¡°concreta colaboraci¨®n¡± con los mafiosos.

El propio Andreotti dijo del pol¨¦mico entierro de De Pedis: ¡°Tal vez no fuera un benefactor para todos, pero, bueno, para Sant¡¯Apollinare s¨ª¡±. All¨ª yace el cad¨¢ver de Dandi (o del Pr¨ªncipe) desde 1990. Y con ¨¦l el sue?o de una banda que quiso llegar hasta la cima de Roma y acab¨® bajo tierra.