Cannes, Venecia, ?Berl¨ªn?
El festival alem¨¢n pugna por consolidar su influencia e intenta equilibrar osad¨ªa y comercialidad
Hubo un tiempo en que el festival de cine de San Sebasti¨¢n pod¨ªa competir ¨Ccasi¨C- de igual a igual con los de Berl¨ªn y Venecia. Era la ¨¦poca de las vacas gordas, antes de que el gigantismo de Toronto amenazara al certamen italiano y engullera pel¨ªculas como si fuera un depredador del jur¨¢sico, antes de que Cannes se asegurase ¨Cde por vida¨C- el monopolio del glamour e impusiera su ley sin ni siquiera dar un pu?etazo en la mesa. Los a?os han pasado, los donostiarras han tenido que ceder terreno por una simple cuesti¨®n de presupuestos y han dejado a Berl¨ªn (favorecido por sus fechas, al contrario de lo que ocurre con el festival espa?ol, metido en el calendario justo despu¨¦s de Venecia y Toronto) empu?ando en solitario la pugna por sobrevivir en el Olimpo de los festivales ¡°grandes¡±.
El alem¨¢n, un festival que siempre se ha significado por su radicalidad, ha aprendido en el ¨²ltimo lustro que es casi imprescindible jugar en las dos ligas: la de las estrellas que atraen a los grandes medios de comunicaci¨®n (y estos a los sponsors ,que son los que sufragan el cotarro) y la de los creyentes del cine, la hiperactiva comunidad que busca algo m¨¢s que el actor/actriz de turno y que valora los experimentos, el riesgo y la valent¨ªa como algo inherente a la personalidad del s¨¦ptimo arte.
El director de la Berlinale, ha sido acusado durante a?os por sus detractores de venderse a Hollywood
Parad¨®jicamente, Dieter Kosslich, el director de la Berlinale, ha sido acusado durante a?os por sus detractores de venderse a Hollywood. Suced¨ªa cuando Berl¨ªn era conocido por ser el festival donde aparec¨ªan los favoritos a los Oscar (justo cuando se anunciaban las nominaciones). En cierto modo Kosslich cedi¨® ante esas presiones para dar espacio a un certamen m¨¢s espec¨ªfico, m¨¢s volcado con los autores. Lamentablemente la cosecha no era siempre buena (los ¨²ltimos dos a?os son ejemplo de ello) y ahora los mismos que le criticaban por el exceso de estrellas le exigen que haya m¨¢s cine comercial, o al menos, m¨¢s nombres con los que salir en el telediario.
Por eso hay que reconocer al director de la Berlinale un est¨®mago de hormig¨®n armado, aguantando los estoques del personal pero sin dejar de buscar el equilibrio que le de al evento lo que necesita: dinero, talento, prensa¡ no necesariamente por este orden.
El festival alem¨¢n siempre se ha significado por su radicalidad
Cannes, comandado por el poderoso Gilles Jacob, tiene a sus espaldas una maquinaria tan pesada que sigue siendo el ¨²nico festival de cine del mundo donde tanto los independientes como las majors quieren estar a cualquier coste; Venecia afronta un periodo de incerteza despu¨¦s de las declaraciones de Barbera (nuevo capitoste) anunciando que aquello va a dejar de ser el escaparate del cine italiano para buscar otros puertos (mientras la prensa de izquierdas del pa¨ªs, especialmente La Repubblica ataca a Marco M¨¹ller ¨C que en la ¨²ltima edici¨®n de la Mostra lo bord¨®- por sus extra?os movimientos para hacerse con la jefatura del Festival de Roma, que pocos meses antes hab¨ªa calificado de ¡°certamen risible¡±). Con este panorama y Toronto con un est¨®mago cada vez m¨¢s grande la 62? edici¨®n del festival alem¨¢n debe posicionarse en un territorio distinto sin dejar de ser ¨¦l mismo. Luchando con los grandes estudios para tener a lo m¨¢s granado de sus ba¨²les y convenciendo a los peque?os de que hay sitio para ellos en Berl¨ªn. A juzgar por su primer fin de semana, con lo mejor de cada casa a ambos lados del Atl¨¢ntico, la apuesta puede salir bien. Ahora solo falta que el cine (al final lo ¨²nico importante) sea bueno.
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