El chef que no conoc¨ªa el miedo
El 'tres estrellas' Bottura expande en M¨®dena su lucha contra el conservadurismo
Las tres estrellas Michelin parecen flores, encajadas con un hilo color naranja sobre la chaqueta del chef Massimo Bottura. "Me la pongo para las fotos, no quiero mancharla", sonr¨ªe con amplitud. No fue nada f¨¢cil para este entusiasta innovador entre fogones, alumno de Ferran Adri¨¤ y Alain Ducasse, romper el recelo que despierta su investigaci¨®n gastron¨®mica en un pa¨ªs tan aferrado a la tradici¨®n, donde el buen comer parece un dogma tan difuso y absoluto que a menudo corta las alas a la experimentaci¨®n. Ahora vive su revancha. La academia francesa le ha otorgado el m¨¢ximo galard¨®n. Y abre una nueva Osteria, m¨¢s popular y econ¨®mica. Un lugar donde democratizar la alta cocina".
En el casco antiguo de M¨®dena, rica y peque?a ciudad del Norte arrimada a su catedral medieval y al enredo de callejuelas de adoquines, surge la Oster¨ªa Francescana: "Vamos a cambiarle de nombre por la calle de las tres estrellas", ironiza el chef, nacido aqu¨ª hace 49 a?os.
Saca del garaje la bici y pedalea hacia su nueva creaci¨®n, La Franceschetta, casi una hermana menor, con barra larga y ambiente sencillo. "Es un gastro bistrot menos caro y m¨¢s informal. En la Francescana somos 25 personas para 28 cubiertos. Estamos todo el d¨ªa investigando y estudiando. Por eso el precio sube. En la Franceschetta, recogemos los frutos de a?os de trabajo, acercamos la gastronom¨ªa de vanguardia a los j¨®venes, a quien quiera gastar menos".
Es solo otra de las paradojas con las que disfruta este cocinero, que habla entre aspavientos, mira derecho a los ojos y cita lo mismo a Kandinsky que a Mimmo Palladino o Joan Roca. "En Italia la innovaci¨®n se mira con recelo. Espa?a invirti¨® 20 millones en el Basque Culinary Center. En Francia, si un cocinero reconocido expresa su opini¨®n o gana un premio importante, le otorgan las portadas de los peri¨®dicos. Aqu¨ª, reina el silencio. Se defiende la tradici¨®n, se venera como un objeto de museo, bien conservada bajo un cristal". Suena la alarma si alguien toca esa tradici¨®n: "?Lo que me cay¨® cuando invent¨¦ el cocido no-cocido! Yo no me conformo con cocinarlo como hac¨ªa mi abuela. Un trozo de carne que llega a mi mesa, me inspira y me empuja a imaginar nuevos caminos". En su cocina, los sabores son pureza de sugestiones, de recuerdos, y su lema ¡ªque repite continuamente¡ª es: "Saberlo todo para olvidarlo todo".
Fue Adri¨¤ quien le liber¨®, quien le ense?¨®, con la pr¨¢ctica entre fogones y sifones, que no hay contradicci¨®n entre futuro y pasado. "Con ¨¦l aprend¨ª a no tener miedo, a atreverme. ?Me permiti¨® servir costras de parmesano en elBulli!". Algo que en Emilia hacen las abuelas pr¨¢cticas y sabias, que conocieron la pobreza y aprendieron a sacar comida de la nada. "No hay barreras. Mi historia personal y la tradici¨®n de mi tierra se mezclan sin conflicto en una forma in¨¦dita que las valoriza y purifica". Cuando era ni?o, su madre Luisa le pon¨ªa todas las ma?anas un bocadillo de mortadela en la mochila (el jam¨®n era demasiado caro) para merendar en el colegio. La mousse de mortadela, obtenida de la extracci¨®n y vaporizaci¨®n del l¨ªquido del embutido y quitando la grasa, es hoy uno de sus platos m¨¢s famosos, emblema de c¨®mo el sue?o de futuro y la sabidur¨ªa del pasado se pueden tomar del brazo.
Sobre los adoquines, arrastra su bicicleta, comprada de un peque?o productor de M¨®dena. "Est¨¢ construida como despu¨¦s de la guerra, pero mejor. Por aqu¨ª, tenemos en la sangre esto de renovar la tradici¨®n con la tecnolog¨ªa contempor¨¢nea". Y si la academia italiana, con su desd¨¦n conservador, tarda en reconocerle sus m¨¦ritos, la gente de M¨®dena no hace m¨¢s que pararle: una avalancha de palmadas, apretones de mano y felicitaciones gritadas de un soportal al otro se escuchan a su paso.
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