La alucinada orfandad de un ni?o en el 11-S
Con semejante asociaci¨®n de talentos en 'Tan fuerte, tan cerca' te esperas l¨®gicamente una pel¨ªcula magistral, pero esta desgraciadamente no lo es.
Diez a?os despu¨¦s de que Estados Unidos sufriera un 11 de septiembre el mayor temblor y desgarro de su historia, son pocas las pel¨ªculas que se han propuesto retratar ese espanto. Alguna de ellas, como la lamentable reconstrucci¨®n que hizo Oliver Stone de lo que ocurri¨® en las Torres Gemelas, no pasar¨¢ con honores a la historia del cine. Tan fuerte, tan cerca dispone de todos los elementos para que la evocaci¨®n de aquel infierno resulte mod¨¦lica. No conozco la novela de Jonathan Safran Foer que ha inspirado esta pel¨ªcula, pero lectores fiables me aseguran que es preciosa. El guion lo ha escrito Eric Roth, se?or con esplendoroso curr¨ªculo como evidencian las historias de El dilema, El buen pastor, Munich y El extra?o caso de Benjamin Button. La dirige Stephen Daldry, alguien que demostr¨® poseer un notable sentido del drama en Las horas y The reader. La m¨²sica est¨¢ compuesta por el profundamente l¨ªrico Alexandre Desplat. Dispone de brillantes actores de reparto como John Goodman, Viola Davis y el ya muy anciano aunque siempre extraordinario Max von Sydow. La protagoniza en todos sus planos Thomas Horn, un ni?o y actor singular (pavor me inspira su doblaje, ya que la sobreexcitaci¨®n y la anfetam¨ªnica verborrea que sufre su personaje se presta a que te entren deseos de estrangularle si suena a falso), al que arropan la cada vez m¨¢s sobria y veraz Sandra Bullock y un correcto Tom Hanks.
Con semejante asociaci¨®n de talentos te esperas l¨®gicamente una pel¨ªcula magistral, pero esta desgraciadamente no lo es. Y tiene momentos muy hermosos, es conmovedora la relaci¨®n entre un cr¨ªo que no puede dejar de hablar y un viejo que, debido a un trauma brutal al haber sufrido en directo el horror de la guerra, decidi¨® no volver a hablar jam¨¢s, existe a r¨¢fagas un poderoso aliento po¨¦tico, pero se alterna con una b¨²squeda demasiado molesta de la l¨¢grima f¨¢cil, la esforzada convicci¨®n de que despu¨¦s de una tragedia colectiva todo el personal es solidario y bueno, enigmas que no est¨¢n bien explicados.
Habla de la p¨¦rdida del padre en la masacre de las torres que sufre un cr¨ªo hipersensible que ten¨ªa una relaci¨®n plena de complicidad y de amor con su progenitor, de su sentido de culpa al haberse quedado paralizado por el miedo el fat¨ªdico d¨ªa en el que muri¨® ¨¦ste, de su obsesivo rastreo a trav¨¦s de la ciudad de los misterios que ¨¦l imaginaba en la personalidad del padre para tratar de revivirlo. A veces, la narrativa que utiliza Stephen Daldry logra implicarte emocionalmente en la desesperaci¨®n activa de ese atormentado ni?o y en otras hay cosas que te suenan a disparate, a convencional, a la molesta sensaci¨®n de que te intentan manipular con torpeza. De cualquier forma, yo me sentir¨ªa no ya conforme sino feliz si el tono medio de calidad en la Secci¨®n Oficial que nos va a ofrecer la Berlinale fuera el de esta irregular Tan fuerte, tan cerca.
No s¨¦ si la anterior pel¨ªcula pretende testificar adem¨¢s de una factura impecable que es verdadero cine de autor, pero no existe ninguna duda de que los directores de la senegalesa Aujourd'hui y de la francesa A moi seule est¨¢n convencidos en cada secuencia de que lo son. Mi problema con la primera es que no logro enterarme en ning¨²n momento de qu¨¦ va el argumento, de si el protagonista pertenece al reino de los vivos o es un fantasma que regresa a sus ra¨ªces terrenales, de encontrar un m¨ªnimo de sentido a lo que veo y escucho. En cuanto a la segunda, describe con estilo farragoso la relaci¨®n sadomasoquista que se establece entre una ni?a y su secuestrador. Tambi¨¦n la tortuosa adaptaci¨®n de ella al mundo exterior y a su familia cuando despu¨¦s de una d¨¦cada su raptor la deja escapar. El tema es escabroso y el director pretende hacerlo complejo y sombr¨ªo, pero sus intenciones son en vano. Su psicologismo es fatigoso, el aroma es m¨¢s enfermizo que penetrante, el s¨ªndrome de Estocolmo no tiene aqu¨ª ning¨²n poder de fascinaci¨®n para cualquier espectador que aspire a la sensatez.
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