¡°Este pa¨ªs est¨¢ pidiendo a gritos que nazca un nuevo Valle-Incl¨¢n¡±
El Teatro de la Zarzuela de Madrid acoge el pr¨®ximo viernes el estreno de 'El gato mont¨¦s'
"Yo voy de luto porque se han muerto las frases subordinadas". La broma es de Jos¨¦ Carlos Plaza (Madrid, 1946), quien de riguroso negro y con m¨¢s de un centenar de montajes de teatro y ¨®pera a sus espaldas, asegura que lo primero que hace con sus alumnos es repartirles en fotocopias un art¨ªculo de Javier Mar¨ªas sobre el infernal mal uso del lenguaje. "Y hablar, en el teatro, es final de proceso y si te falla el final no vale de nada el trabajo del principio. Los actores que no est¨¢n formados recurren al lloriqueo o a la violencia porque cuando se encuentran con una ver¨®nica de la frase se pierden".
Echar mano de una met¨¢fora taurina quiz¨¢ tiene que ver con su ¨²ltimo montaje, El gato mont¨¦s, que se estrena este viernes en el teatro de la Zarzuela de Madrid, cuyo escenario es ahora un seco rinc¨®n de Espa?a que, desnudo de detalles folclorista, apunta directo a la tragedia. "Debo reconocer que la obra, con su famoso pasodoble, me echaba para atr¨¢s. Pero, por paleto, me equivoqu¨¦. El rechazo desapareci¨® al quitarle ese olor a pandereta. Sin el folclore se queda una tragedia griega al nivel de Electra. Me qued¨¦ con tres elementos: una rama de un ¨¢rbol seco, un espejo barroco sevillano en el que se ve el ego del torero, muy dorado, y una gran mancha de sangre para la corrida, ese baile entre hombre y mujer en el que el toro representa al hombre y el torero ¡ªel rosa, las luces, los movimientos de manos ¡ª claramente a la mujer".
Esta sociedad me asusta y tambi¨¦n me hace sentir culpable
Una empleada del teatro le reprocha que pasa demasiadas horas trabajando y ¨¦l recuerda que una vez hasta lleg¨® a dormir en el palco del Calder¨®n para no perder el tiempo en ir y volver de su casa. Su larga y s¨®lida trayectoria deber¨ªa tranquilizarle, pero el sosiego nunca ha sido compa?ero de viaje de los suyos. En su curr¨ªculum se suman los hitos de cr¨ªtica y p¨²blico (Las bicicletas son para el verano, La Orestiada, Las comedias b¨¢rbaras...), con largos viajes de trabajo y formaci¨®n en Nueva York, Mosc¨² o Buenos Aires, donde dirigi¨® cinco montajes durante los mejores y peores a?os del pa¨ªs. Fue director en los noventa del CDN y tambi¨¦n fue el director m¨¢s fugaz de este teatro de la Zarzuela en el que ahora pasa los d¨ªas encerrado. El entonces secretario de estado de Cultura del PP, Miguel ?ngel Cort¨¦s, le vet¨® por su ideolog¨ªa en uno de esos penosos episodios pol¨ªticos que han marcado los vaivenes de la vida cultural espa?ola. Plaza cree en el teatro p¨²blico, "pero volvemos al teatro subvencionado y ante eso solo queda volver al principio, a los a?os del TEI y los Goliardos, al teatro en cooperativa. Es la ¨²nica salida porque lo que no debemos hacer es quedarnos quietos. Se puede hacer teatro sin dinero, sin decorados. Eso s¨ª, teniendo muy clara la l¨ªnea que separa lo profesional del voluntarismo. Yo, sin ir m¨¢s lejos y pese a tener un Ch¨¦jov con Carmen Maura y una ¨®pera en Italia, ya estoy montando as¨ª varias obras para este oto?o: una con dos actrices, Susy S¨¢nchez y Consuelo Trujill, y El diccionario, una obra sobre Mar¨ªa Moliner, del autor Manuel Calzada, que ya ha interesado a La Abad¨ªa".
Pero ni la experiencia ni la capacidad de lucha resta inquietud ante un posible fracaso. "Es m¨¢s, se llega con m¨¢s miedo, rozando ese equilibrio entre acertar y el placer de equivocarte, algo que siempre reivindico. Para m¨ª, cada montaje es como el primero porque ninguno es como el anterior y ninguna sociedad es la misma".
Es esa sociedad que ya no es la misma la que aterra a un viejo izquierdista como ¨¦l. "Estoy asustado. Y tambi¨¦n me siento culpable. ?En qu¨¦ fallamos? El fallo de la derecha est¨¢ muy claro. Pero, ?y el nuestro? Cre¨ªmos que nuestros valores eran seguros, la solidaridad, el amor a los dem¨¢s... pero nos olvidamos y cre¨ªmos que lo ¨²nico que necesit¨¢bamos era comprarnos una casa. Y ah¨ª perdimos. Vivimos un falso espejismo, en los setenta, en los ochenta... frivolizamos, nos relajamos. Y la cultura ha sido la principal v¨ªctima. El pragmatismo de esta sociedad ha hecho que haya perdido su valor, que era el de formar a la gente, darle un juicio, ser cr¨ªticos. Con esa cultura no hubiera sucedido la hecatombe que hemos vivido, y s¨ª, hablo de las elecciones".
El lamento de Plaza quiz¨¢ recuerda al de Orson Welles al referirse a la izquierda que muri¨® ahogada en sus piscinas pero la melancol¨ªa intelectual le dura apenas unos segundos para lanzar ese grito de guerra puro de un hombre de teatro espa?ol: "Este pa¨ªs lo que pide a gritos es que nazca un nuevo Valle-Incl¨¢n. ?Pero ya! ?Por Dios! Alguien que escriba algo sobre esta burla farsa de sociedad que estamos viviendo. Un retratista como ¨¦l, como Goya. ?D¨®nde est¨¢ la cr¨ªtica espa?ola a la vida? Esa es nuestra cumbre: expresar esa deformidad que hoy tenemos servida en bandeja"
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