El se?or del sonido
Recordando al guitarrista Enrique Sierra (1957-2012), integrante de Radio Futura, Los Ventiladores, 127 y Klub
La trayectoria de Enrique Sierra se me antoja paradigm¨¢tica de la evoluci¨®n de toda una generaci¨®n de rockeros espa?oles. Fue uno de tantos m¨²sicos imantados por el modelo del punk. Enrique particip¨® en la madre de todas las movidas: Kaka de Luxe. En los ochenta, sigui¨® un proceso de profesionalizaci¨®n e individualizaci¨®n que le report¨® gloria y un gran territorio para explorar: urg¨ªa reinventar el rock espa?ol, tan escaso de autoestima.
En Radio Futura encontr¨® utilidad a su fascinaci¨®n por los pedales y los efectos, las texturas y los ambientes, todo dentro del formato de canci¨®n. As¨ª se lo explicaba a Jes¨²s Ordov¨¢s: ¡°los arreglos de guitarra est¨¢n pensados principalmente en la voz, intentando buscar armon¨ªas que normalmente ser¨ªan colchones de teclados u otros instrumentos. En ese sentido, la guitarra en Radio Futura no ha sido un instrumento solista, ni siquiera cuando hacemos instrumentales.¡±
Lamentablemente, el fin de siglo trajo un encogimiento del campo de juego. El mercado se hizo m¨¢s inh¨®spito para los instrumentistas imaginativos: aqu¨ª, el destino de cualquier guitar hero consiste en tocar al servicio de vocalistas de m¨²sica ligera ¨Co cantautores evolucionados- y autofinanciarse alg¨²n disco de capricho. Enrique, sin embargo, no encajaba en el (respetable) modelo de mercenario. Ni siquiera daba el tipo, con su aspecto intimidante. Hombre bondadoso y reflexivo, prefiri¨® incidir en la base, poniendo sus conocimientos y su estudio al servicio de nov¨ªsimos.
No hab¨ªa abandonado la m¨²sica creativa; m¨¢s bien, el negocio le hab¨ªa expulsado. Hace unos meses, durante una sesi¨®n fotogr¨¢fica para un proyecto de retratos de, ay, supervivientes de la movida, compartimos nuestras cuitas. Sin contemplaciones, yo hab¨ªa sido despedido de mi hogar radiof¨®nico de toda la vida. Lo suyo era a¨²n m¨¢s injusto. Como artesano, no entend¨ªa la degradaci¨®n ¨Cen compensaciones, valoraci¨®n social, estimaci¨®n profesional- que se derivaba del universal gratis total.
La paradoja era su entusiasta aceptaci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas. Tanto para la elaboraci¨®n ¨Cfue el primer m¨²sico espa?ol que me habl¨® del drum ¡¯n¡¯ bass- como para la difusi¨®n; incluso puso en marcha un portal para creadores de todo tipo, que apenas dur¨® dos a?os. Las reglas del juego hab¨ªan cambiado¡hacia peor, cre¨ªa. Apreciaba, en abundantes nuevas bandas, un descuido del sonido, un desprecio por lo que pod¨ªa aportar o¨ªdos experimentados, una incomprensi¨®n de la labor del productor.
En contra del estereotipo, se pod¨ªan contar con los dedos de las manos los m¨²sicos ¡°movidos¡± que ven¨ªan de la clase alta madrile?a. Enrique se defin¨ªa como ¡°chico de barrio¡±. Miembro de una familia numerosa, creci¨® en las calles de Moratalaz y rompi¨® las expectativas paternas al dejar los estudios por la guitarra. Estaba orgulloso de traer dinero a la hucha familiar desde los 14 a?os.
Sab¨ªa de las incertidumbres del oficio de m¨²sico. Durante largo tiempo, debi¨® abandonar Radio Futura, aquejado de la dolencia que finalmente result¨® fatal. Los hermanos Auser¨®n buscaron llenar su hueco con diferentes guitarristas pero era dif¨ªcil calzarse las botas de Enrique. En cuanto se lo permitieron los m¨¦dicos, retom¨® las giras y las minuciosas investigaciones que distingu¨ªan al grupo.
Los enemigos, generalmente sobrevenidos, de la movida, tienden a enfatizar la ansiedad por ¡°pillar¡± de sus protagonistas. Es cierto que muchos se desgastaron con tanta publicidad, tantos contratos institucionales, tanta lealtad a las radio-f¨®rmulas. Pero Radio Futura mantuvo un ejemplar planteamiento ¨¦tico. Se querellaron por una utilizaci¨®n torticera de un t¨ªtulo suyo, rechazaron la identificaci¨®n de m¨²sica pop con bebidas burbujeantes, se separaron en lo alto de su popularidad.
Si se me permite, hasta fueron demasiado honrados al proclamar su ruptura. No obedeci¨® a una situaci¨®n de imposible convivencia interna, como suponemos que ocurri¨® con Nacha Pop o Mecano. Llevaban adem¨¢s una extraordinaria racha de aceptaci¨®n p¨²blica que justificaba cierto optimismo ante sus proyectos personales. Y lat¨ªa la necesidad de bajarse de un caballo que galopaba sin atender a las riendas: prefirieron rebajar la presi¨®n, disminuir la presencia, ralentizar el ritmo.
Algunos pens¨¢bamos que se arriesgaban mucho al anunciar una decisi¨®n tan tajante. Hubiera sido m¨¢s precavido desarrollar su actividad en solitario y mantener abierta la posibilidad de un retorno. Pero su compromiso de pasar p¨¢gina era tan absoluto que no conceb¨ªan esa contingencia. Hasta que la marca ¡°Radio Futura¡± cay¨® en manos de uno de los fundadores del grupo, ajeno a la evoluci¨®n del proyecto tras el elep¨¦ de estreno, M¨²sica moderna (1980).
Aquel pionero baraj¨® incluso activar una versi¨®n de Radio Futura con m¨²sicos desconocidos. Sierra, los Auser¨®n y la discogr¨¢fica BMG entraron en acci¨®n y tuve la oportunidad de asistir a un juicio esperp¨¦ntico, no exento de melanc¨®licas iron¨ªas. Aunque parezca improbable, ellos manifestaban cari?o por su excompa?ero y estaban dispuestos a hablar sobre las viejas cintas de ensayos y directos que atesoraba, tan alejadas de la m¨²sica que ellos forjaron en los ochenta. Ganaron pero no lo celebraron.
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