Ahogados en informaci¨®n
Leo ¡ªhasta donde puedo: se trata de un libro exigente con el lector escaso de conocimientos matem¨¢ticos¡ª La informaci¨®n (editorial Cr¨ªtica), el best-seller de James Gleick que la cr¨ªtica anglohablante ha saludado como una de las obras imprescindibles de la alta divulgaci¨®n cient¨ªfica de los ¨²ltimos a?os. Su objeto es el que enuncia su t¨ªtulo: la informaci¨®n, no solo en lo que se refiere a su condici¨®n de veh¨ªculo de conocimiento (o de simples datos), sino a su misma naturaleza. ?Qu¨¦ es lo que tienen en com¨²n el tambor africano de dos tonos y el tel¨¦grafo electromagn¨¦tico de Morse? ?Qu¨¦ hermana las tabletas babil¨®nicas de arcilla atestadas de signos cuneiformes con la Biblia de 42 l¨ªneas de Gutenberg o con el e-book de nuestros d¨ªas? ?Y a las se?ales de tr¨¢fico con el ADN?
Vivimos absolutamente interconectados en una gigantesca nube de informaci¨®n. Incluso hay quienes sostienen, como Richard Dawkins, que desde nuestros mismos genes somos pura informaci¨®n: es decir, palabras, instrucciones, datos. Gleick analiza en su libro las formas en que se ha desplegado en la historia, desde el nacimiento del lenguaje hasta el parloteo globalizado e incesante de la actual twittesfera (perm¨ªtanme el neologismo), explicando el modo en que los cambios tecnol¨®gicos han propiciado diferentes procedimientos de organizarla y procesarla, y deteni¨¦ndose en el papel que en ese largo camino han tenido personajes fascinantes ¡ªy, a veces, atrabiliarios¡ª como Charles Babbage (1791-1871), pionero de la computaci¨®n, Alan Turing (1912-1954), matem¨¢tico y cript¨®grafo, o Claude Shannon (1916-2001), ingeniero electr¨®nico y reputado padre de la llamada teor¨ªa de la informaci¨®n.
M¨¢s all¨¢ de las tesis de Gleick, lo cierto es nos ahogamos en informaci¨®n. Es muy posible que parecida sensaci¨®n haya sido experimentada en otros momentos de la historia: en la Europa del XVI, por ejemplo, cuando la imprenta increment¨® exponencialmente la cantidad de lo escrito y la multiplicaci¨®n de los libros allan¨® el paso de la lectura intensiva a la extensiva. O cuando surgieron los diarios. O, mucho m¨¢s tarde, cuando se popularizaron inventos como el tel¨¦fono, la radio y la televisi¨®n. Pero lo que ocurre ahora es que hemos llegado a rizar el rizo: mediante Twitter y Facebook estamos a punto de conseguir que cada momento de nuestra vida ¡ªde la de cada cual¡ª pueda obtener su reflejo, su r¨¦plica "informativa". Como si cada una de nuestras acciones, pensamientos y sentimientos (casuales o impostados, verdaderos o fingidos) pudiera archivarse acr¨ªtica e inmediatamente en una gigantesca nube de informaci¨®n susceptible de ser universalmente compartida, como una especie de doble o calco virtual de nuestra realidad, de modo semejante a aquel monstruoso mapa borgiano que reproduc¨ªa con total exactitud y a tama?o natural cada uno de los accidentes del imperio cartografiado.
De modo que estamos cada vez m¨¢s informados, pero no somos necesariamente m¨¢s sabios. Confundimos no solo informaci¨®n con conocimiento, sino tambi¨¦n, como apuntaba en este mismo peri¨®dico el fil¨®sofo Manuel Cruz, conocimiento y experiencia, lo que nos lleva indefectiblemente a la infatuaci¨®n del presente y de lo meramente testimonial, una forma enfermiza de celebrarnos a nosotros mismos y a nuestras acciones, obviando que, adem¨¢s de informaci¨®n, necesitamos, por ejemplo, perspectiva.
Mediante Twitter y Facebook estamos a punto de conseguir que cada momento de nuestra vida pueda obtener su r¨¦plica informativa
El periodismo ¡ªinevitablemente presentista¡ª deber¨ªa tenerlo en cuenta y marcar ciertas distancias, reinvent¨¢ndose una vez m¨¢s y acotando con mayor nitidez las diferencias entre los canales a trav¨¦s de los que suministra la informaci¨®n. Podr¨ªa lograrlo desviando de vez en cuando su mirada del deslumbrante fulgor de lo actual-instant¨¢neo (a menudo, el imperio de la an¨¦cdota) y abri¨¦ndose sin temor a la reflexi¨®n y al comentario, como en sus or¨ªgenes ilustrados y dieciochescos. De ese modo, aunque resulte parad¨®jico, cumplir¨ªa mejor su secular misi¨®n de informar (bien) a muchos de lo que (todav¨ªa) saben pocos.?
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