Sin pensamiento cr¨ªtico
Mario Vargas Llosa afirma que los escritores de hoy consideran pretencioso involucrarse en la vida c¨ªvica y pol¨ªtica. ?Cambio de ¨¦poca o problema generacional? Fil¨®sofos, novelistas, m¨²sicos y cient¨ªficos responden a una encuesta de 'Babelia' sobre el papel de los intelectuales
1. ?Qu¨¦ papel ocupan en la sociedad actual los intelectuales?
2. ?Por qu¨¦ cree que se ha llegado a una situaci¨®n de crisis de valores universales y qu¨¦ remedios pondr¨ªa para repararlo?
3. La crisis econ¨®mica parece habernos dejado sin un relato coherente del fen¨®meno. ?C¨®mo lo interpreta?
Fernando Savater (Fil¨®sofo)
1. Los intelectuales son escritores, profesores y artistas que quieren hacerse o¨ªr fuera de sus ¨¢reas de trabajo sobre cuestiones pol¨ªticas y sociales. Deber¨ªan aportar al debate p¨²blico argumentos o propuestas que trascendiesen las cautelas del pragmatismo pol¨ªtico habitual, para as¨ª enriquecer la comprensi¨®n y no la confusi¨®n o la simplificaci¨®n de esos temas.
2. Los valores se fraguan en situaciones cr¨ªticas, en la pugna entre lo que es y lo que creemos que deber¨ªa ser. Se definen y redefinen permanentemente de acuerdo con el decurso hist¨®rico y el pensamiento cr¨ªtico. Me encantar¨ªa conocer alguna ¨¦poca del pasado en la que no hubiera habido crisis de valores, para mudarme a ella¡
3. No tenemos un relato coherente de la crisis econ¨®mica (aunque cada d¨ªa se publican tres o cuatro libros sobre el tema), ni sobre la ciencia moderna, ni sobre el papel de las religiones, ni sobre la ciudadan¨ªa democr¨¢tica, ni sobre el arte o la literatura, ni sobre el erotismo, ni sobre los m¨¦ritos respectivos de Pel¨¦, Ronaldo y Messi. Los dogmas nos fascinan pero enseguida nos aburren. Vamos, que estamos como siempre, pero ahora con blogs, Twitter y dem¨¢s admin¨ªculos de portavoc¨ªa.
Cees Nooteboom (Escritor)
1. A lo largo de la historia, los intelectuales han cometido errores notables. Admiro a Foucault, pero creo que se equivoc¨® al apoyar el retorno de Jomeini a Ir¨¢n. Como recordar¨¢n promovi¨® una gran manifestaci¨®n en Par¨ªs. Knut Hamsun admiraba a Hitler. Neruda escribi¨® una oda para Stalin. Solo me manifest¨¦ p¨²blicamente contra el bombardeo estadounidense de Camboya y el resultado de aquello fue el cese de los bombardeos y el comienzo del r¨¦gimen sangriento de Pol Pot. Los intelectuales son ciudadanos como cualquier otro, lo que significa que nadie es infalible, pero deber¨ªan ser cuidadosos. No digo que tengan que callar. La libertad de expresi¨®n es un gran bien, pero uno debe estar informado lo mejor que pueda.
2. La crisis de valores universales ha existido siempre. Probablemente, ahora mismo, alguien en su casa est¨¦ teniendo una idea que cambiar¨¢ la historia. A lo largo de mi vida, conoc¨ª la Segunda Guerra Mundial, la guerra fr¨ªa, las guerras coloniales, el fascismo, el Holocausto y el comunismo. Estuve en Budapest en 1956, en Bolivia en 1968 y en Berl¨ªn en 1989. Ahora est¨¢ el islamismo y la crisis del capitalismo. Spinoza dijo que hab¨ªa que mirar los acontecimientos de nuestra vida sub specie aeternitatis y me encantar¨ªa, pero no es siempre posible. Algunas veces es mejor leer poes¨ªa que mirar los peri¨®dicos.
3. No soy un experto en finanzas. He visto c¨®mo gran parte de la costa espa?ola era destruida por un codicioso y sin sentido boom de la construcci¨®n. Si los pol¨ªticos que iniciaron la UE hubieran optado por una uni¨®n fiscal, no estar¨ªamos inmersos ahora en este contagioso desastre, pero era demasiado pronto para crear una federaci¨®n que nadie deseaba realmente. El nacionalismo y el mantra de la soberan¨ªa todav¨ªa son muy poderosos. Se habla mucho acerca de los mercados, pero deber¨ªamos darnos cuenta de que nosotros mismos, nuestros Estados, nuestros bancos y nuestro fondo de pensiones, son el mercado. Vivimos en democracias, votamos, somos los amos y las v¨ªctimas. Solamente el inocente absoluto est¨¢ exento de culpa.
Elena Poniatowska? (Escritora)
1. Lo primero que debe hacer un escritor es escribir bien. Un mal escritor no puede ayudarle a causa alguna. En M¨¦xico es dif¨ªcil separarse de lo que le sucede al pa¨ªs. Supongo que lo mismo pasa en otros pa¨ªses de Am¨¦rica Latina. La realidad se mete a la casa y la invade, la gente est¨¢ siempre pendiente de lo que hace un escritor y lo convierte en figura p¨²blica. Lo incluye en encuestas, le pregunta qu¨¦ come y con qu¨¦ duerme. Tanto a Octavio Paz como a Carlos Fuentes, como a Rosario Castellanos, les pidieron que fueran embajadores de M¨¦xico en el exterior. Muchos intelectuales solo se preocupan por s¨ª mismos. Para no tener problemas no participan en la vida del pa¨ªs. Solo hablan de su obra y su lucha, es ante todo por su propio bienestar y sus prebendas. Estar en la oposici¨®n es un error que el poder castiga. No hay reconocimiento para el opositor.
2. En M¨¦xico hay un abismo entre una clase social y otra y seguimos siendo racistas en contra de nosotros mismos. Solo hubo en el pasado, en los 31 Estados de la Rep¨²blica y en el Distrito Federal, un gobernador indio, moreno despu¨¦s de Benito Ju¨¢rez y ese fue el gobernador de Oaxaca, Heladio Ram¨ªrez. M¨¦xico se ha vaciado de campesinos y trabajadores. Los mexicanos m¨¢s pobres se van a California, a Texas y hasta a la frontera con Canad¨¢. Buscan el respeto, el amor y sus alimentos terrestres (y espirituales) en otra tierra que no es la suya porque su pa¨ªs les ha fallado. Dejar el propio pa¨ªs es una desgracia. El ¨¦xodo es ahora un rasgo definitorio de nuestro siglo, los pa¨ªses se van destejiendo como lo hacen las mujeres que tejen, se equivocan y vuelven a usar la misma lana. Nuestro problema es que no sabemos si habr¨¢ lana ni borregos.
3. Compro, luego existo y si ya no tengo para comprar ya no existo y si nunca tuve nada tampoco exist¨ª. Jesusa Palancares, la protagonista de la novela Hasta no verte Jes¨²s m¨ªo, dec¨ªa: ¡°Soy basura a la que el perro le echa una miada y sigue caminando¡±. Esa respuesta de una mexicana que particip¨® en la Revoluci¨®n de 1910 es significativa. ?Qu¨¦ le dio la Revoluci¨®n? ?Qu¨¦ nos dio a nosotros el capitalismo? ?Qu¨¦ el comunismo? Creo en el amor, no en los ismos, creo que el otro merece el trato que nosotros nos damos a nosotros mismos.
Jorge Volpi (Escritor)
1. Su papel ha disminuido considerablemente, comparado con el que detentaron en el siglo XX. El triunfo de las democracias liberales ha provocado que los ¡°intelectuales¡± ya no sean las ¨²nicas voces cr¨ªticas que expresen p¨²blicamente su opini¨®n, y que en nuestros d¨ªas sean expertos en ciencias sociales (polit¨®logos, soci¨®logos, historiadores, etc¨¦tera) quienes ocupen el foro p¨²blico, al lado de los llamados ¡°opinadores profesionales¡±, los tertulianos que aparecen en los medios sin poseer una obra art¨ªstica o cient¨ªfica relevante. El papel actual de los intelectuales deber¨ªa ser contribuir al debate p¨²blico con opiniones informadas sobre asuntos de inter¨¦s general, pero sin asumir ya el papel de ¡°vanguardia de la sociedad¡±.
2. No s¨¦ si estamos en una situaci¨®n de crisis de valores universales, s¨ª que estamos frente a una crisis general de las democracias liberales, tanto en t¨¦rminos pol¨ªticos como econ¨®micos. No es f¨¢cil ofrecer una receta, aunque por lo menos debemos ser capaces de reconocer cu¨¢les han sido las causas que nos han llevado hasta aqu¨ª, en especial el triunfo del modelo neoliberal con el consecuente predominio del individualismo a ultranza y el olvido de los valores de solidaridad que Occidente defendi¨® frente al modelo comunista.
3. Creo que el relato de lo que ocurre est¨¢ a¨²n en formaci¨®n, estamos quiz¨¢s todav¨ªa demasiado cerca de la crisis (cuyo inicio podemos situar en 1989, con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, y su cl¨ªmax en 2008, con la ca¨ªda de Lehman Brothers). Pero justo corresponde a los novelistas ¡ªy en otro sentido, a los historiadores¡ª elaborarlo en los a?os que vienen.
Jonathan Franzen (Escritor)
1. Me siento un poco como alguien que trabaja en una f¨¢brica y vienen a preguntarle cu¨¢l debe ser la funci¨®n de los trabajadores hoy en d¨ªa. Supongo que debe ser un rol parecido. En cada caso la respuesta debe ser la misma: ser un buen ciudadano, prestar atenci¨®n a lo que sucede y votar. Hay algo que diferencia mi situaci¨®n del que hace muebles y es que como ciudadano siento cierta responsabilidad para hablar de las formas de injusticia que son importantes para m¨ª. No creo que los norteamericanos busquen consejos pol¨ªticos de los escritores. Para los americanos esa es una idea rid¨ªcula, as¨ª como pedirle a un fabricante de muebles que arregle el mundo. Su respuesta ser¨ªa: ¡°As¨ª es como yo ayudo, haciendo los muebles lo mejor que puedo¡±.
Victoria Camps (Fil¨®sofa)
1. Los intelectuales de hoy son los periodistas que escriben art¨ªculos de opini¨®n, participan en tertulias y en debates. Siguen contribuyendo, como siempre, a formar opini¨®n, pero a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n y, por lo tanto, subordinados a las exigencias de cada medio.
2. Supongo que al hablar de valores nos referimos a valores morales. No creo que esos valores est¨¦n ahora m¨¢s en crisis. Lo que s¨ª ocurre es que cada vez son valores m¨¢s abstractos (por eso pueden ser universales) y requiere m¨¢s esfuerzo vincularlos a pr¨¢cticas concretas. ?Remedio? Un cambio de paradigma radical que conduzca a admirar m¨¢s al responsable, honrado y decente, que al corrupto y codicioso.
3. Tenemos un diagn¨®stico de lo que ha ocurrido y por qu¨¦. Quiz¨¢ falta el relato del tratamiento m¨¢s adecuado para salir de la crisis y, lo que es m¨¢s importante, no volver a poner las condiciones para caer en algo parecido otra vez.
Milagros del Corral (Delegada de la Unesco para el libro digital)
1. La sociedad espa?ola no destaca por su aprecio a los intelectuales ¡ªde los que tampoco andamos sobrados¡ª y que m¨¢s bien inspiran recelo. Quiz¨¢s por esta raz¨®n, estos vienen manteniendo un perfil bajo, sobre todo desde el principio de la crisis dejando el territorio del pensamiento en manos de los economistas. Actualmente, su misi¨®n ha sido okupada de alguna manera por los ¡°indignados¡± que no plantean su rebeld¨ªa desde un riguroso an¨¢lisis intelectual sino desde lo visceral de sus experiencias.
2. La crisis de valores es ante todo la crisis del pensamiento europeo y la estruendosa abdicaci¨®n de la defensa de estos valores por parte de unas Naciones Unidas envejecidas. Europa es hoy ¡°l¡¯Europe des ¨¦piciers¡±, m¨¢s preocupada por la p¨¦rdida de valor adquisitivo de sus ciudadanos y de su peso pol¨ªtico a nivel global. El sue?o europeo, porque se qued¨® en los cimientos mercantiles que ahora se tambalean peligrosamente, se est¨¢ desmoronando ante nuestros ojos sin haber alcanzado sus ideales fundadores porque hemos perdido el relato y la fe en la fuerza de nuestro pensamiento y en el poder de las ideas cuando m¨¢s falta nos hac¨ªan.
3. Echamos en falta ese relato coherente precisamente por haber decidido que solo se trata de un fen¨®meno pasajero puramente econ¨®mico, cuando el verdadero problema tiene tanto o m¨¢s que ver con modos de vida insostenibles y modelos sociales importados, que los espa?oles no supimos asimilar inteligentemente, abandon¨¢ndonos de forma acr¨ªtica al disfrute materialista y a un individualismo exacerbado. No se trata de flagelarnos sino de hacer un ¡°examen de conciencia¡± sobre los errores pasados, y un ¡°prop¨®sito de la enmienda¡± que parta del reconocimiento de qui¨¦nes somos y de d¨®nde venimos, sin cainismos ni derrotismos, con un m¨ªnimo de perspectiva hist¨®rica, para construir sobre bases s¨®lidas la visi¨®n de qui¨¦nes podemos ser. No importa tanto de qui¨¦n sea la culpa de lo que pas¨® porque, en buena medida, la culpa es de todos. En efecto, el relato de la Espa?a del siglo XXI est¨¢ por escribir.
Daniel Divinsky (Editor)
1. Ranci¨¨re escribi¨®: ¡°Actuar con el pensamiento es propio de todos, por ende, de nadie en particular (¡). En este sentido, nadie tiene derecho a hablar como intelectual, lo que equivale a decir que todo el mundo lo es¡±. Esta afirmaci¨®n es indiscutible, por lo cual ese papel es el de cualquier ciudadano, con el agregado como ¡°misi¨®n¡±, de que, al manejar mejor ¡ªse supone¡ª la palabra, deber¨ªan poner en letras los pensamientos de la comunidad.
2. ¡°De las tres causas de la Revoluci¨®n Francesa, enumerar¨¦ 99¡±, habr¨ªa dicho un estudiante en un examen provocando una crisis terminal a su profesor (seg¨²n Chamico, humorista argentino). Como no tengo espacio para describir las 99, me remito a lo que expresan Hobsbawm, Chomsky, Krugman y Stiglitz, con cuyas visiones coincido tambi¨¦n en cuanto a posibles remedios.
3. Dej¨® sin relato coherente a los voceros de los pa¨ªses y sectores sociales dominantes, que hab¨ªan comprado antes, sin reticencias, la f¨¢bula del progreso y el crecimiento infinitos. Hay otros relatos, muy coherentes, que vienen de orientaciones ideol¨®gicas diferentes.
Ariel Dorfman(Escritor)
1. Cuidado con los preceptos y el deber ser, pero si tengo que elegir una sugerencia: no aburrir a muerte a nuestros lectores y cong¨¦neres mientras balbuceamos entre todos una salida veraz y compleja y plural a la crisis.2. No hay medios ni reparaci¨®n mientras la pregunta se formule en forma tan abstracta, sin tomar en cuenta a la gente y su sufrimiento, no hay salida si no volvemos a colocar a la ¨¦tica en el centro de nuestra b¨²squeda.3. Relatos hay. Lo que falta son las agallas y la generosidad intelectual para combatir la colectiva enfermedad del miedo.
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron (Historiador de la ciencia)
1. En un mundo en el que la informaci¨®n nos inunda, y en el que esta se confunde con la opini¨®n cr¨ªtica e informada, una opini¨®n atenta siempre a la situaci¨®n actual y al futuro que se aproxima, pero que no ignora las lecciones que se extraen de la historia, el intelectual deber¨ªa esforzarse por ser un faro que estimule el pensamiento cr¨ªtico relativo al mundo presente y pr¨®ximo, planteando cuestiones y presentando sus propias respuestas.
2. Un factor que ha contribuido a tal situaci¨®n es una deformaci¨®n de uno de los grandes logros de la historia de la humanidad, que se vio reforzado, afortunadamente, durante el siglo XX: la igualdad de derechos. Muchos han entendido esto en el sentido de que cualquier argumento es defendible sin m¨¢s, por el mero hecho de tener el derecho de expresarla. Y esto, en mi opini¨®n, no es as¨ª: todos tenemos el derecho de expresar opiniones y sustentar valores, pero sin argumentarlos cuidadosamente, no todos esos valores son equiparables. No veo otra forma de remediar esta situaci¨®n ¡ªque favorece la dispersi¨®n y el desconcierto¡ª que a trav¨¦s de una educaci¨®n que no confunda derechos con valores, y que ense?e toda la historia y esfuerzos argumentativos que existen detr¨¢s de los valores que se han considerado o consideran ¡°universales¡±, aunque por supuesto estos sean revisables, sujetos algunos, o muchos de ellos al momento hist¨®rico.
3. No disponemos a¨²n de un relato coherente de lo que est¨¢ sucediendo, y ello porque no sabemos bien qui¨¦nes son los protagonistas de esta crisis, o al menos algunos de ellos. Ni siquiera sus centros neur¨¢lgicos. Y tampoco somos capaces de identificar las relaciones de causa-efecto, algo imprescindible a la hora de establecer cualquier relato coherente. Todo esto es en buena medida consecuencia de la tecnolog¨ªa de las comunicaciones que se han desarrollado. La globalizaci¨®n que esas tecnolog¨ªas han producido ha hecho posible un desplazamiento e indeterminaci¨®n de muchos y nuevos centros de poder, haciendo que el poder pol¨ªtico tradicional ocupe un lugar menos central, y que no sepamos bien d¨®nde se halla el poder econ¨®mico, el que, parece, mueve hoy realmente los ¡°hilos¡± del mundo.
Jos¨¦ Manuel Blecua (Director de la Real Academia Espa?ola)
1. Habr¨ªa que saber qu¨¦ se entiende hoy por intelectuales porque esa referencia, tal como la hemos conocido, se ha desdibujado por completo. Es probable que para muchos ciudadanos lo m¨¢s parecido a un intelectual sea, no s¨¦, el autor de una de esas gu¨ªas de autoayuda, tan de moda, o el tertuliano que dicta sentencias desde un canal de televisi¨®n. La misi¨®n del intelectual, al margen de todos los cambios sociales y tecnol¨®gicos, deber¨ªa ser la cl¨¢sica: una voz cr¨ªtica, con autoridad moral, capaz de reflexionar y hacer propuestas originales y solventes sobre la sociedad y sus circunstancias.
2. No habr¨ªa que demonizar la palabra crisis. No tiene por qu¨¦ ser sin¨®nimo de hundimiento ni de fatalidad. La segunda acepci¨®n de nuestro diccionario puede resultar ¨²til para darle un sentido m¨¢s positivo al t¨¦rmino porque no es catastrofista. Dice el DRAE sobre crisis: ¡°Mutaci¨®n importante en el desarrollo de procesos, ya de orden f¨ªsico, ya hist¨®ricos o espirituales¡±. Y esto es lo que ocurre: estamos viviendo una ¨¦poca de profundos cambios, de transformaciones sociales y econ¨®micas que se producen a una velocidad de v¨¦rtigo y que afectan a millones de personas. Esa es la gran diferencia frente a otros momentos: todo sucede muy deprisa, sin tiempo de asimilaci¨®n, y afecta a much¨ªsimos seres humanos, es global. Ya me gustar¨ªa a m¨ª conocer posibles remedios. Solo se me ocurre decir que saldremos adelante, de eso estoy seguro, con esfuerzo y con innovaci¨®n. Ser¨¢ imprescindible mejorar los sistemas educativos, la ense?anza, y no olvidar principios tan b¨¢sicos como la honestidad, la solidaridad y la justicia.
3. No estoy tan de acuerdo en esto ¨²ltimo. El ¡°fen¨®meno¡±, si por tal entendemos lo que est¨¢ sucediendo con la denominada crisis, s¨ª que se est¨¢ contando, hay mucho relato, incluso excesivo. Se escribe y se habla, se opina a todas horas y en todas partes. A lo mejor hemos de ir m¨¢s despacio, pararnos a pensar, separar las voces de los ecos, seg¨²n el consejo machadiano. Dec¨ªa don Camilo Jos¨¦ Cela que Espa?a, al menos en su ¨¦poca, era un pa¨ªs de arbitristas, de gente aficionada a discurrir planes disparatados para arreglar el mundo. Sin compartir del todo la exageraci¨®n de don Camilo, algo de raz¨®n s¨ª que ten¨ªa. Hemos de dar menos consejos, menos soluciones m¨¢gicas, y trabajar mejor, cada uno en nuestro campo y de acuerdo con nuestras responsabilidades.
Bernardo Atxaga (Escritor)
1. No hay espacio para intelectuales como los de anta?o. No vivimos en el desierto, en una sociedad en la que una mayor¨ªa carece de expresi¨®n (como en los d¨ªas de Zola); vivimos en una selva con infinidad de voces, y lo que abunda es el ¡°microintelectual¡±, persona que escribe art¨ªculos o libros y hace lo que puede en favor de tal o cual causa, generalmente poco.
2. Siempre ha sido as¨ª. Cuando Hes¨ªodo escribi¨® el Mito de las edades juzg¨® que su ¨¦poca pertenec¨ªa a la edad de hierro; las otras edades, sobre todo la de oro, solo hab¨ªan tenido realidad en un pasado muy remoto. En cuanto a los remedios, lo mejor es empezar por uno mismo.
3. El relato existe, y basta leer a los socialistas (como los de anta?o, se entiende) o a los seguidores de la escuela de Keynes (James K. Galbraith, por ejemplo) para conocerlo. Esquem¨¢ticamente, la causa principal de la crisis hay que buscarla en el modelo econ¨®mico de la Escuela de Chicago (¡°el mercado es capaz de autorregularse¡±, etc¨¦tera) y en la ideolog¨ªa pol¨ªtica concomitante (derecha y extrema derecha).
Santiago Auser¨®n (M¨²sico)
1. El intelectual ha quedado fuera de juego a finales del siglo XX. En otro tiempo era el letrado que aconsejaba a los tiranos, el cl¨¦rigo que interven¨ªa en el control de la moral p¨²blica, el pensador de la revoluci¨®n. Ahora apenas puede ejercer como maestro de escuela o como estrella medi¨¢tica de quinto orden.
2. El modelo econ¨®mico americano, reforzado tras la Segunda Guerra Mundial, se independiza de esa tradici¨®n. La ciencia depende de los tecn¨®cratas y de los grandes especuladores, bajo el supuesto de que la inercia del dinero gu¨ªa a la humanidad mejor que los saberes tradicionales. La ¨²nica soluci¨®n es que la ciencia vuelva a aliarse con las artes y las letras, convirtiendo el conocimiento en bien p¨²blico.
3. La especulaci¨®n con valores num¨¦ricos no necesita relato. La gente necesita, sin embargo, adem¨¢s de dinero, una puesta al d¨ªa de la fantas¨ªa, de la capacidad de representar el mundo. Todos manejamos programas de imagen y sonido para hacer cosas banales. Quiz¨¢ llegue un momento en que los chavales puedan aplicar lo que aprenden con los aparatos al discurso pol¨ªtico y a las relaciones sociales.
Yuri Herrera (Escritor)
1. ¡°Los intelectuales¡± no son ya esos profetas encerrados en claustros: entre los intelectuales profesionales hay, s¨ª, escritores de libros pero tambi¨¦n de blogs, autores de c¨®mics, dise?adores de sitios de Internet y activistas en favor de la libertad de informaci¨®n.
2. No s¨¦ si se puede seguir hablando de una ¡°misi¨®n¡±, como si hubiera una obligaci¨®n religiosa, pero s¨ª creo que una de las labores es articular discursos que no solo ayuden a conjurar el caos sino a pensar otro tipo de orden social. A veces pareciera que vivimos la utop¨ªa de C¨¢ndido y s¨ª es este el mejor de los mundos, porque no hay manera de desentra?ar sus mecanismos y lo que queda es acomodarse a ellos. Ante eso, hacer preguntas inc¨®modas y no permitir que sus opiniones est¨¦n maniatadas por el cheque quincenal.
3. Tal vez la crisis se derive de la contemplaci¨®n del lugar al que nos llevaron esos valores: la opresi¨®n religiosa, la pesadilla de la raz¨®n en el siglo XX, por ejemplo. Si por remedio se entiende construir otro conjunto de valores que todos deben compartir, creo que esa soluci¨®n ya no es factible. Los Grandes Relatos, incontestables y solemnes, est¨¢n sometidos a la cr¨ªtica m¨¢s feroz. Y entre ellos incluyo a la Tecnolog¨ªa, que para muchos es la nueva panacea o la nueva ficci¨®n religiosa. Y esa cr¨ªtica debe implicar ponerle nombre a las atrocidades cotidianas con las que convivimos como si fueran ineludibles (la s¨²per explotaci¨®n laboral no como un accidente sino como la norma entre las compa?¨ªas m¨¢s ¡°respetables¡±, los genocidios, la devastaci¨®n ambiental) y confrontar a sus responsables. Es a partir de esta clase de acciones como van produci¨¦ndose esos valores, no al contrario.
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