La voz perdida
Muchos llegamos a periodistas porque quer¨ªamos investigar como Robert Redford y Dustin Hoffmann en Todos los hombres del presidente, gru?ir como Lou Grant, empe?arnos en aclarar los enigmas como en Ciudadano Kane. Hasta Superman y Spiderman ten¨ªan una identidad secreta dentro del peri¨®dico que informaba de sus proezas. El oficio de contar cosas destilaba bohemia y romanticismo en tiempos en que las redacciones eran un jaleo lleno de humo, todo turno acababa de madrugada en un bar y algunos editores despreciaban la gesti¨®n empresarial porque ten¨ªan una misi¨®n. ¡°Ya pegaremos alg¨²n sablazo¡±, respond¨ªa ante las cuentas en rojo Juan Tom¨¢s de Salas cuando era editor de Diario 16, que nunca gan¨® dinero en sus 25 a?os. A quien esto firma le toc¨®, casi literalmente, apagar la luz de esa redacci¨®n d¨ªas despu¨¦s de que cayeran las torres gemelas, y con ellas muchas de nuestras certezas, una d¨¦cada atr¨¢s.
Que muera un peri¨®dico es una tragedia para nuestra profesi¨®n, pero sobre todo lo es para los ciudadanos. Un diario es una forma de ver el mundo, un relato coherente en medio del ruido, un ¨¢ngulo compartido por mucha gente, alimento de debates p¨²blicos y conversaciones privadas, una voz necesaria para el pluralismo. Ayer no sali¨® P¨²blico y su libertad para informarse, la de usted lector habitual u ocasional de este peri¨®dico, se ha reducido. Son muchas las cabeceras amenazadas.
Se nos est¨¢n muriendo diarios (y quioscos, ojo) igual que otras empresas, porque esta crisis es espantosa; o quiz¨¢ por los mismos cambios vertiginosos que han hundido a Kodak y a las discogr¨¢ficas. Cambiamos a formatos a los que no sabemos sacar dinero, pero el periodismo de verdad, el que aspira a que se sepa lo que alguien no quiere que se sepa, sigue siendo caro, muy caro. El asunto no es si el periodismo va a estar en el papel, en las tabletas o en el grafeno. La pregunta es si nos podremos seguir permitiendo algo que nos hace tanta falta.
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