El Jefe M¨¢ximo ya tiene quien le escriba
Un nieto del general Plutarco El¨ªas Calles defiende en una autobiograf¨ªa novelada al l¨ªder de la Revoluci¨®n Mexicana
Dar voz a un antepasado muerto hace 67 a?os es un ejercicio literario arriesgado. Pero puede no serlo tanto si uno siente que el fallecido le inspira desde el otro mundo. Y eso fue lo que dice que percibi¨® Alfredo El¨ªas Calles cuando decidi¨® escribir la historia de su abuelo Plutarco, Jefe M¨¢ximo de la Revoluci¨®n y constructor del M¨¦xico moderno. Desde hac¨ªa una d¨¦cada rumiaba la idea pero, hace un par de a?os not¨® ¡°su presencia¡±. Y ¡°fluy¨® el relato¡± de Yo fui Plutarco El¨ªas Calles (Suma de letras), autobiograf¨ªa novelada con la que el nieto pretende ¡°hacer justicia¡± a la figura del general y presidente del pa¨ªs (1924-28), acusado por muchos de controlar a los gobernantes que le sucedieron.
El apego por el poder de Calles se recuerda en M¨¦xico por la frase "aqu¨ª vive el presidente, pero el que manda vive enfrente", pintada en 1930 en los muros del castillo de Chapultepec, residencia del primer mandatario, Pascual Ortiz Rubio, a quien el partido del general, vecino de la cercana colonia de Anzures, hab¨ªa colocado en el puesto. ?Y no segu¨ªa mandando? El Don Plutarco de la novela lo admite pero asegura que le mov¨ªa el deber fatigoso de servir a la patria: "No encontr¨¦ la forma de contener a quienes llegaban en busca de orientaci¨®n para los problemas que el presidente no pod¨ªa atender".
El general se describe as¨ª como un personaje "cansado por la carga del destino" que tuvo que parchear el sistema para que no se cayera. Tambi¨¦n niega que, como algunos sospecharon, estuviera detr¨¢s de la muerte de su predecesor, el general Obreg¨®n, tiroteado por un cristiano fan¨¢tico con una pistola bendecida por un sacerdote. "Los hijos de Obreg¨®n cuando ven¨ªan al DF se quedaban con nosotros: ?T¨² te quedar¨ªas en la casa de quien mat¨® tu padre?", argumenta el nieto.
?Nada que reprocharse entonces desde el m¨¢s all¨¢? Don Plutarco se cuestiona, por contraproducentes, algunas medidas tomadas para limitar el poder de la Iglesia, que condujeron a la Guerra Cristera, que dej¨® miles de muertos entre 1926 y 1929. Y admite cr¨ªmenes de Estado durante su paso por el Gobierno, como el asesinato de Pancho Villa, en 1923, cuando ¨¦l era secretario de Gobernaci¨®n. "No disparamos las pistolas, pero no hicimos nada para impedirlo", reconoce.
El villano de esta novela es L¨¢zaro C¨¢rdenas, presidente entre 1934 y 1940, quien forz¨® el exilio de Calles en 1936. Frente a los historiadores que sostienen que aquel no quer¨ªa ser marioneta de Don Plutarco, su nieto asegura que la maniobra fue ¡°el secuestro del honor de un hombre¡±. Y ve como gui?o del destino que ambos pol¨ªticos murieran un 19 de octubre, con 25 a?os de diferencia: ¡°Fue un p¨¢bulo del destino para recordarle a C¨¢rdenas su traici¨®n".
Calles construy¨® las instituciones que hoy gobiernan la naci¨®n. Pero ese sistema hizo tambi¨¦n que un partido (el PNR, luego PRI) controlara el poder durante 70 a?os. Alfredo prefiere ver la parte positiva de esa herencia: "Eso hizo que este pa¨ªs fuera el ¨²nico de Latinoam¨¦rica que no sufri¨® dictaduras militares¡±. ?Y qu¨¦ dir¨ªa Don Plutarco del M¨¦xico actual? "La primera obligaci¨®n del Gobierno es lograr la paz, apostar¨ªa por negociar con quien fuera, tambi¨¦n con los c¨¢rteles de la droga¡±, concluye su nieto.
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