La memoria aguarda en las fosas
El fot¨®grafo Clemente Bernad resume en un libro y un v¨ªdeo la exhumaci¨®n de fosas del franquismo. Un poema visual
¡°Este es un libro lleno de crueldad, de violencia, de muerte y odio. No deber¨ªa haber existido nunca. Pero sobre todo, es un libro lleno de amor. Del amor de quienes decidieron no olvidar¡±. Esto se dice al abrir Desvelados, en la primera p¨¢gina, en los agradecimientos. Esta obra es como un agujero en el que mirar la fosa com¨²n de nuestra historia cercana. Como la de Priaranza del Bierzo, en Le¨®n, es la fosa madre, el principio de muchas otras y aquella que las incluye a todas. Se abri¨® en octubre de 2000, la primera regida por protocolo cient¨ªfico, y despu¨¦s han seguido m¨¢s de doscientas. Dentro de ellas, se han encontrado restos de m¨¢s de cinco mil personas, unas pocas apenas de las cien mil que constan en censo oficial como desaparecidas a¨²n hoy de la Guerra Civil espa?ola.
Priaranza fue el inicio de un tiempo de memoria nuevo, el inicio de un relato abierto y colectivo hasta entonces inexistente o infructuoso. Uno que se ha hecho libro (con documental incluido, Morir de sue?os) y se presenta hoy en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid con las im¨¢genes en blanco y negro del fot¨®grafo Clemente Bernad y los textos de un equipo largo de especialistas, desde Emilio Silva, nieto de desaparecido y presidente de la Asociaci¨®n por la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica, a Francisco Ferr¨¢ndiz, antrop¨®logo del CSIC; Francisco Etxeberr¨ªa, forense; Lourdes Herrasti, historiadora; Luis R¨ªos, bi¨®logo; el profesor de literatura Germ¨¢n Labrador o el escritor Manuel Rivas que le ha dedicado al fot¨®grafo Bernad, un poema propio incluido en este libro. El antisepulcro lo ha titulado. ¡°Suele decirse: se los comi¨® la tierra. / Pero yo que soy tierra, / un pedazo de tierra, / unos metros de tierra, / tierra adentro, / lo que siento es su hambre (¡)¡±.
Desvelados han llamado a este proyecto. En sus dos sentidos: impedir el sue?o, ese algo que ata?e a los muertos, o quitar un velo, un acto que incumbe a los vivos. Y abrir sus p¨¢ginas es correr el tel¨®n de un escenario terroso, de noche y silencio. Una cr¨®nica polif¨®nica de literatura negra y fraticida cuyos cap¨ªtulos se titulan Niebla negra, Indicios, Vestigios, Subterrados, Devenir tumba, Desaparecer¡ y evocan im¨¢genes, asuntos escondidos, de cementerios y cunetas de entonces y ahora; el resumen de un tiempo cronol¨®gico, bien emotivo; una bomba de relojer¨ªa contra el olvido.
¡°Fotografiar¡±, dice Bernad, ¡°es un acto pol¨ªtico¡±. Y ¨¦l, que ya lo ejerci¨® en Jornaleros; Mujeres sin tierra o Donde habita el recuerdo, lo ejerce y lo hace poema visual aqu¨ª. ¡°Los dramas humanos acontecen entre los mayores sufrimientos y las escenas m¨¢s atroces que se pueda imaginar, y optar por im¨¢genes que transiten entre el horror y la desolaci¨®n para contar tales hechos es tan pertinente como optar por discursos menos expl¨ªcitos: depende del conflicto, de las circunstancias, del bagaje personal, del miedo¡ de aquello que se quiera o se necesite decir; depende del sentido de la responsabilidad¡±. La Guerra Civil siempre form¨® parte de sus intereses y fantasmas: ¡°Igual que es necesario que salgan a la luz los huesos de estos miles de muertos, es imperativo proteger las im¨¢genes que nos los muestran y mostrar c¨®mo la vida y la muerte se encuentran en torno a esas fosas¡±.
Los que escriben en Desvelados son expertos, gente acostumbrada a voltear tierra, a rastrearla, a encontrar, indagar, identificar seres humanos¡ ¡°Las exhumaciones de la ¨²ltima d¨¦cada se han situado en un lugar central de los debates contempor¨¢neos sobre la naturaleza y alcance de la contienda ¡ªque incluyen de manera muy relevante la violencia de la retaguardia¡ª y el r¨¦gimen dictatorial que surgi¨® de ella¡±, escribe el antrop¨®logo del CSIC Francisco Ferr¨¢ndiz. ¡°Los centenares de fosas subsistieron durante d¨¦cadas en un limbo narrativo, emocional, pol¨ªtico y judicial¡±. Visualizarlas es visualizar esos mapas de fosas que se han elaborado solo recientemente, tatuajes sobre la geograf¨ªa de un pueblo. ¡°?Qu¨¦ es lo que convierte una fosa en una tumba? ?Qu¨¦ la devuelve al circuito de lo humano, al mundo de los que estamos vivos¡? se pregunta Germ¨¢n Labrador.
Uno puede estar, en teor¨ªa, oficialmente muerto a los cinco a?os. Los aqu¨ª enterrados llevan 75: trece veces muertos entonces. Como el abuelo de Emilio Silva que fue quien alent¨® todo este movimiento de nietos con el empe?o por saber donde andaba exactamente la calavera de su antepasado. ¡°La memoria es una fuente que mana, es un camino que construye justicia, que democratiza, que disuelve el miedo. La memoria es un deber¡±, dice en su texto. ¡°Durante muchos a?os las cunetas durmieron. La geograf¨ªa del silencio protegi¨® a los verdugos. Convirtieron el franquismo en un crimen casi perfecto. Y un d¨ªa una gotera de memoria comenz¨® a agrietar el miedo¡±. Los nietos empezaron a preguntar y preguntarse. Hasta que en 2000 una bota sali¨® a la luz por obra y gracia de una excavadora en Priaranza. ¡°Los cr¨¢neos hablan, cuentan, relatan, ense?an los orificios de bala¡¡±. ¡°Yo he sentido mucho, / tal vez como nadie, / esta deshora muerta, / estos muertos inquietos / no m¨¢s con el badajo de las balas / abrazados a m¨ª / con la ¨²ltima palabra / en la boca (¡)¡±, sigue Rivas, en El antisepulcro.
Hay muchas l¨ªneas del presente y el pasado de Espa?a escritas en Desvelados. Pero sobre todo un detalle espanta: ¡°La tierra removida tarda m¨¢s de cien a?os en volver a ser compacta, es su memoria, su recuerdo f¨ªsico de una alteraci¨®n¡±. Los culpables, sin embargo, no se inmutaron. Siguieron su vida como si nada. Pero cuando hablan los muertos, hablan los vivos y el mito de la Transici¨®n cae. ¡°Fue una segunda c¨¢psula para que no hubiera fugas¡ Los defensores de los verdugos fabrican sigilosamente coartadas... No hay que remover el pasado porque reabre heridas, porque divide a los espa?oles... Ese gran apartheid que fue el franquismo¡±, concluye Silva.
Christian Caujolle, comisario de arte y periodista, contrapone guerras y v¨ªctimas de otros lugares (las de Camboya, por ejemplo) con las de aqu¨ª¡ ¡°?Documentos para qu¨¦? ?De qu¨¦ naturaleza? ?Documentos de qu¨¦?...¡±, se pregunta. Las guerras no se comprenden. Pero estas im¨¢genes, afirma, este tipo de im¨¢genes retrata ¡°la transici¨®n del estatus de ¡®desaparecido¡¯ al de ejecutado o masacrado¡±. Para Clemente Bernard, la Guerra Civil represent¨®, adem¨¢s, la mayor¨ªa de edad de fotoperiodismo tal y como lo entendemos ahora¡ ¡°Pero mientras todos (Centelles, los hermanos Mayo, Gerda Taro, Capa¡) se esforzaban por contar c¨®mo se combat¨ªa en los distintos frentes y c¨®mo se viv¨ªa en la retaguardia, ten¨ªa lugar una silenciosa, sangrienta y cruel reflexi¨®n sobre la poblaci¨®n civil¡ que no fue documentada por c¨¢mara alguna. No hab¨ªa presente ning¨²n fot¨®grafo mientras se asesinaba, nadie que registrara aquellos cr¨ªmenes¡±. Y ahora s¨ª. Ahora s¨ª que est¨¢n las c¨¢maras para mostrar cada una de las exhumaciones, cada esqueleto, cada objeto, cada rostro que se asoma a mirar esos pozos negros del pasado¡¡±.
?C¨®mo retratar? ?C¨®mo representar a trav¨¦s de im¨¢genes el horror, la violencia, el crimen, el silencio? ?C¨®mo hacerlo en estos tiempos en los que es tan sencillo contribuir a la intoxicaci¨®n visual que vivimos? ?C¨®mo contarlo haciendo que dichas im¨¢genes sean herramientas que contribuyan realmente a tener un conocimiento de lo que pas¨®, a que sepamos diferenciar d¨®nde est¨¢ la l¨ªnea que separa la convivencia en libertad y el totalitarismo? Bernard ense?a expl¨ªcitamente aquello que escupe la tierra. ¡°He optado por no utilizar un discurso visual eufem¨ªstico sino por mostrar de forma di¨¢fana cada hueso, cada agujero de bala, cada postura¡±.
Las c¨¢maras est¨¢n ah¨ª. ¡°Los discursos documentales deben hablar del aqu¨ª y del ahora, de qu¨¦ hacemos y c¨®mo vivimos las personas en un determinado tiempo y lugar, y por ello en este libro no hay material de archivo. ?nicamente im¨¢genes de lo que ahora acontece en multitud de lugares de este pa¨ªs, lugares en los que se mira atr¨¢s, pero en los que se escribe el presente¡±. ¡°Paisajes del terror no desactivados¡±, los llama Ferr¨¢ndiz. Y basta detenerse a pensar en lo recientemente sucedido en lo pol¨ªtico, lo judicial (Garz¨®n) s¨®lo con atreverse a rozar esta herida no curada. Mostrar lo que se hizo, mostrando lo que se est¨¢ haciendo ahora. Ese es el sentido.
Y en este ejercicio de desenterrar o de desvelar, destaca la pol¨ªtica decisiva del forense Paco Etxeberr¨ªa (de la Sociedad Aranzadi) en lo referente a la gesti¨®n de las exhumaciones y a la toma de im¨¢genes en ellas: ¡°Todos los aspectos de la exhumaci¨®n, de los homenajes y de la inhumaci¨®n son p¨²blicos y est¨¢n acompa?ados de un caudal de informaci¨®n suplementaria que ayuda, aclara y reconforta¡±. Se registran nombres, fichas, fotograf¨ªas¡ Todo. Para el uso futuro. ¡°Para que se puedan elaborar discursos desde cualquier perspectiva y punto de vista¡±, apunta Bernard. Porque es decisivo, dice ¨¦l y dicen muchos, que el tema de la memoria hist¨®rica se aborde de forma poli¨¦drica, para as¨ª construir un discurso colectivo y libre. Para que se cierre de una vez el c¨ªrculo que abri¨® aquella guerra.
¡°Todo lo contrario a las versiones oficiales y monocromas que se nos han impuesto hasta ahora. Y para ello es necesario un clima de libertad como el que han facilitado Etxeberr¨ªa y su equipo (e insisto, seguramente tambi¨¦n el resto de equipos, que hay m¨¢s). La prueba de lo contrario la tenemos en c¨®mo se hizo la b¨²squeda infructuosa de la fosa de Federico Garc¨ªa Lorca: un ¨¢rea cerrada, vallada y protegida en la que ¨²nicamente se permit¨ªa el acceso a un fot¨®grafo o ¡°pool¡± que despu¨¦s suministrar¨ªa las im¨¢genes a los dem¨¢s. Es justo lo contrario a como creo que hay que gestionar ahora mismo este tema desde el punto de vista de su narraci¨®n: necesitamos relatos abiertos y libres, sin miedo, aunque sean vulnerables; de ellos probablemente dependa la memoria de lo que ahora se est¨¢ haciendo¡±.
An¨¦cdotas del tiempo fotografiado tiene muchas. ?Una? ¡°La de Mar¨ªa Alonso, que sirve de hilo conductor al documental que acompa?a al libro (Morir de sue?os). Mar¨ªa era una mujer de 32 a?os que viv¨ªa en La Ba?eza (Le¨®n). Era presidenta de la Uni¨®n Republicana, y la detuvieron en julio de 1936 junto a sus hermanas. El d¨ªa de su detenci¨®n, como ten¨ªa una infecci¨®n en su oreja derecha, se dej¨® en su cuarto el pendiente de oro que llevaba. En octubre de 1936, despu¨¦s de torturarla y violarla, la asesinaron junto a otros hombres cerca de Izagre (Le¨®n). En agosto de 2008, cuando exhumaron sus restos de la fosa com¨²n, los t¨¦cnicos de la ARMH encontraron un pendiente. Cuando buscaban el otro, se acerc¨® una de sus hermanas, Josefina, y les dijo que dejaran de buscar: ella ten¨ªa el otro pendiente en su mano, engarzado en una sortija. Lo llevaba con ella desde el asesinato de Mar¨ªa¡±.
¡°He cuidado sus zapatos, los botones, sus hebillas, sus peines, sus lapiceros¡ (¡). Yo no estaba preparada para esto. / Tampoco ellos. / Se me cayeron dentro, / sin quererlo /¡±, escribe Manuel Rivas.
El horror, el crimen, la impunidad, el silencio, el miedo, el olvido est¨¢n en Desvelados. ¡°Pero tambi¨¦n la ¨ªntima conexi¨®n entre lo que acab¨® en una fosa com¨²n y lo que permaneci¨® afuera, esperando el momento de demostrar p¨²blicamente lo que se quiso ocultar. La prueba que hace innecesario cualquier an¨¢lisis de ADN, la prueba humilde y cargada de sentido y de emoci¨®n¡±. ?l, el fot¨®grafo es, dice, un testigo que elabora un relato, pero el protagonismo ¡°es de las v¨ªctimas¡±. La memoria de todas esas personas no necesita de sacralizaci¨®n alguna, asegura, ¨²nicamente de verdad, justicia, luz y respeto. Si las voces fueran muchas, la historia ser¨ªa otra. Las im¨¢genes abren puertas, indican caminos, cuestionan, inician, movilizan¡ Pruebe a preguntarse qu¨¦ le dicen estas fotograf¨ªas. Y ver¨¢ la respuesta.
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