Miserias de la pol¨ªtica
George Clooney, junto a Brad Pitt, Leonardo di Caprio, Tom Cruise y ?Johnny Deep? ser¨ªan la representaci¨®n suprema del actual star-system masculino, actores que garantizan un p¨²blico masivo y fiel, de cualquier edad, que paga la entrada para verlos a ellos, independientemente de la calidad del producto, sin necesidad de tener referencias sobre la autor¨ªa de la pel¨ªcula. El magnetismo de esas personalidades atrae a espectadores de cualquier parte, gente que paga la entrada en funci¨®n exclusiva de sentir el encanto que despliegan estas estrellas.
Durante una ¨¦poca los te¨®ricos del cine intentaron autoconvencerse de que muchos directores se hab¨ªan convertido en aut¨¦nticas estrellas, que gran parte de los espectadores acud¨ªan al cine buscando en primer lugar la acreditada firma del creador, valorando su obra. Hubiera sido gozoso, pero no era cierto. Tal vez funcionara en el ins¨®lito caso de Hitchcock. O de Spielberg. Pocos m¨¢s. El mayor reclamo del cine desde que este se invent¨® es la fascinaci¨®n del gran p¨²blico hacia hombres y mujeres que resultan mod¨¦licos en las pantalla, con algo especial adem¨¢s de atractivo f¨ªsico, que comunican siempre, que enamoran a la c¨¢mara y esta transmite permanentemente ese amor a los mirones. No necesitan grandes dotes interpretativas (aunque algunas de las estrellas las poseen), les basta con transmitir la sensaci¨®n de que son ellos mismos, al margen de los personajes que interpreten.
George Clooney solo necesita de su seductora presencia y su hipn¨®tica sonrisa para ser famoso y millonario a perpetuidad, admirado y deseado por ambos sexos, pero est¨¢ empe?ado en demostrar que adem¨¢s de esos genuinos atributos de estrella y de ser un actor excelente, tambi¨¦n es alguien que tiene muchas cosas que contar, con opini¨®n propia sobre las personas y las cosas. Como actor, pudiendo elegir los guiones y los directores que le den la gana, apuesta desde hace tiempo por el riesgo, por creadores cuyas historias tendr¨ªan problemas de financiaci¨®n si ¨¦l no encabezara el reparto. Igualmente, produce a directores nada convencionales. Y dirige con estilo y fuerza expresiva pel¨ªculas con sustancia, con capacidad para hacer pensar al receptor.
En Buenas noches, y buena suerte, Clooney ambientaba en blanco y negro la asfixia y el terror que impuso el macartismo. Tambi¨¦n exaltaba la necesidad del periodismo libre (esa deseable utop¨ªa que mosqueantemente pretenden encarnar tantos manipuladores ancestrales), y su enfrentamiento a los abusos del poder a trav¨¦s de la figura del integro, resistente y legendario Edward R. Murrow. En Los idus de marzo ya no hay nada que exaltar. Clooney habla corrosivamente de los turbios mecanismos de la pol¨ªtica, de una profesi¨®n especialmente golosa para la corrupci¨®n, de los pactos ocultos y las siniestras mentiras que genera, de la imposible supervivencia del idealismo en ella.
Clooney, un ferviente dem¨®crata que ha hecho campa?a p¨²blica por Obama, que nunca se cort¨® en sus cr¨ªticas opiniones sobre el devastador Gobierno de Bush, narra en esta inquietante y l¨²cida pel¨ªcula los sucios manejos a lo largo de una campa?a electoral que aspira a la presidencia de Estados Unidos, lo que se oculta detr¨¢s de apariencias que pretenden ser inmaculadas, la manipulaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica, el sofisticado teatro que montan los asesores de imagen, la contradicci¨®n entre el discurso pretendidamente luminoso del que aspira al poder absoluto prometiendo el bien com¨²n y la oscuridad y las trampas de su conducta personal, los recovecos y las mentiras como regla de conducta en nombre del pragmatismo para alcanzar la victoria. Y ese aspirante al trono es un dem¨®crata que dice cosas muy sensatas, un se?or rebosante de encanto y racionalidad que recuerda inevitablemente a Bill Clinton. El proceso hacia el desencanto de su joven portavoz de prensa, alguien que cree en la honestidad y en los principios del hombre para el que trabaja, incapaz inicialmente de imaginar su profesi¨®n como un negocio artero plagado de mentiras oportunistas y cotidianas, est¨¢ descrito con sutileza, nervio y profundidad. Clooney, que sabe mucho de su trabajo, se rodea de los mejores del gremio, int¨¦rpretes de lujo como Philip Seymour Hoffman, Paul Giamatti y Marisa Tomei, para hacer veraz ese temible universo. Se reserva un sabroso papel secundario. Y le ofrece el protagonismo al magn¨ªfico Ryan Gosling, un chaval que puede parecer vulnerable y tambi¨¦n provocar miedo. Imagino que los destinatarios del veneno de Clooney le acusaran de maniqueismo y demagogia. Pero es probable que el espectador sienta un escalofr¨ªo ante algo que parece lamentablemente real.
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