"Los indignados denuncian; no pueden enunciar"
El fil¨®sofo franc¨¦s Edgar Morin, uno de los autores de referencia para los movimientos de protesta social, recala en Madrid para hablar sobre la esperanza
¡°Es la primera vez que mis libros se convierten en best-sellers¡±, dice Edgar Morin (Par¨ªs, 1921) en el jard¨ªn de la Embajada de Francia, donde ha querido aprovechar una tarde primaveral en Madrid. Junto a St¨¦phane Hessel, Morin se ha convertido en uno de los autores de referencia para los movimientos que han protestado en diversas partes del mundo contra la corrupci¨®n y la degradaci¨®n de los sistemas democr¨¢ticos.
Pregunta. Se volv¨ªa a hablar de la ausencia, incluso de la traici¨®n de los intelectuales, y, sin embargo, Hessel y usted¡
Respuesta. La palabra indignaci¨®n que emple¨® Hessel ha servido de catalizador. En un clima general de resignaci¨®n y de impotencia como el que exist¨ªa, ha provocado una reacci¨®n, un despertar. El de los indignados es un movimiento interesante. No son revolucionarios, son rebeldes que representan una contestaci¨®n, una protesta.
P. ?Cu¨¢nto tiempo podr¨¢ mantenerse?
R. El sentimiento de indignaci¨®n entre los j¨®venes est¨¢ en su primera etapa. En algunos pa¨ªses ¨¢rabes han abatido el principal obst¨¢culo, que eran los tiranos. El problema es que carecen de un pensamiento, de una v¨ªa para el momento inmediatamente posterior. Es lo mismo que ha sucedido en Espa?a y otros lugares. Los indignados hacen cr¨ªticas justas, denuncian pero no pueden enunciar.
P. Los j¨®venes ¨¢rabes se levantaron contra una tiran¨ªa real; en el caso de los indignados parece m¨¢s bien metaf¨®rica.
R. El contexto es diferente. En el caso de la primavera ¨¢rabe los tiranos eran individuales, pero no hay que olvidar que detr¨¢s de ellos estaba la corrupci¨®n. Y es contra la corrupci¨®n y contra la tiran¨ªa del dinero contra lo que se han levantado los indignados occidentales. Es un rasgo en com¨²n que no impide advertir las diferencias.
El capitalismo no es eterno pero tampoco est¨¢ muerto
P. En algunos pa¨ªses donde han tenido lugar protestas de los indignados han triunfado electoralmente partidos conservadores.
R. Con indignados o sin ellos, la crisis habr¨ªa acabado con el Gobierno de Zapatero. El movimiento de los j¨®venes debe considerarse como un s¨ªntoma, y se est¨¢n acumulando m¨²ltiples s¨ªntomas de la crisis que atraviesa Europa. En Grecia, una pol¨ªtica econ¨®mica impuesta ha desencadenado una c¨®lera que va m¨¢s all¨¢ de la simple indignaci¨®n. En Hungr¨ªa, por contemplar otro ejemplo, est¨¢ fraguando un neoautoritarismo nacionalista.
P. La crisis, entonces, no es solo econ¨®mica.
R. La crisis econ¨®mica se introdujo en una crisis general debida a la globalizaci¨®n, a la occidentalizaci¨®n. Es una crisis general de la humanidad. Ese era el contexto donde se desencaden¨®, adem¨¢s, una crisis econ¨®mica. La gravedad de esta ¨²ltima no deber¨ªa enmascarar la profundidad de la otra.
P. Su ¨²ltimo libro, escrito con St¨¦phane Hessel, El camino de la esperanza, propone entre otras cosas la refundaci¨®n del capitalismo.
R. El capitalismo no es eterno pero tampoco est¨¢ muerto. Se ha transformado, consagrando la hegemon¨ªa del capitalismo financiero. Se trata de poner fin a esa hegemon¨ªa, que es la del dinero, la del beneficio, la de lo cuantitativo. En su ¨²ltimo libro, Rocard confiesa haber disfrutado de varios momentos de felicidad en su vida; ninguno de ellos tiene relaci¨®n con el dinero. Es verdad que la pol¨ªtica no puede producir la felicidad ni el amor, pero puede establecer que merece la pena perseguir esos objetivos. El presidente de Ecuador, Correa, lo ha expresado mediante la idea del bien vivir.
P. Tambi¨¦n ha intentado cerrar el diario El Universo.
R. Tanto como he apreciado su idea del bien vivir o su intento de crear un turismo de conciencia y de responsabilidad, alejado de la banalidad, cuestiono su actitud hacia un peri¨®dico que le critica.
P. ?Qu¨¦ valor concede a las instituciones democr¨¢ticas?
Hay formas de ahorrar que no tienen que ver con el despido
R. Es preciso revitalizar la democracia, recuperar la confianza de los ciudadanos en el sistema y en los cargos electos. La sensaci¨®n es que se marcha en el sentido contrario. En cuanto a las instituciones, y aunque se diga que la f¨®rmula del bienestar est¨¢ agotada, el Estado tendr¨ªa a¨²n un papel que desempe?ar. Podr¨ªa apoyar a las empresas que persiguen un inter¨¦s p¨²blico, un inter¨¦s socializado, cultural¡
P. Pero esas pol¨ªticas necesitan recursos.
R. Hay formas de ahorrar que no tienen que ver con el despido de funcionarios o medidas similares, sino que combaten la burocratizaci¨®n generalizada del Estado y las empresas. Es necesaria una pol¨ªtica que contemple el conjunto de los sectores e identifique aquellos que pueden ser productores de futuro. Claro que existe el problema de la deuda, pero no podemos quedar prisioneros de ¨¦l.
P. Sin embargo, una cosa es el diagn¨®stico y otra la soluci¨®n.
R. Lo que yo escrito en La v¨ªa es un diagn¨®stico: si continuamos as¨ª, vamos hacia la cat¨¢strofe. La degradaci¨®n de la atm¨®sfera, el desarrollo de las armas nucleares, el fanatismo, todo esto nos conduce hacia la cat¨¢strofe. Es lo probable. Pero hay ocasiones en las que se ha producido lo improbable. No pretendo ser un mes¨ªas que anuncia la salvaci¨®n, digo sencillamente que lo improbable es posible. Lo digo porque lo he vivido: en 1941, la victoria alemana parec¨ªa inevitable.
P. ?C¨®mo ve usted la cat¨¢strofe?
R. No la veo, no s¨¦ decir ni cu¨¢ndo ni c¨®mo tendr¨¢ lugar, ni si ser¨¢n cat¨¢strofes en cadena o un apocalipsis. Pero si un sistema no es capaz de resolver sus problemas fundamentales, o bien se precipita en la barbarie, o bien se transforma para encontrar respuestas nuevas.
P. Esa es la esperanza de la que ha venido a hablar en Madrid.
R. Una esperanza que est¨¢ ligada a la desesperanza.
Babelia
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