Metamorfosis de s¨ª misma
En la exposici¨®n de Cindy Sherman en el MOMA me fij¨¦ en un visitante que tomaba fotos no de las obras de la fot¨®grafa omnipresente sino de los largos textos explicativos que hay en cada sala y que indican de manera muy conveniente al espectador qu¨¦ es lo que tiene delante de los ojos. Me pareci¨® una decisi¨®n muy sabia. Como explic¨® Tom Wolfe hace ya muchos a?os en un panfleto devastador, La palabra pintada, en el arte importa cada vez menos la obra en s¨ª y m¨¢s lo que los entendidos dicen sobre ella. En los a?os cincuenta del siglo pasado, dos cr¨ªticos de Nueva York, Clement Greenberg y Harold Rosenberg, compitieron entre s¨ª para envolver la pintura de algunos de sus contempor¨¢neos en una especie de legitimidad te¨®rica a la que los mejores entre aquellos artistas no hicieron mucho caso, pero que acab¨® d¨¢ndoles una etiqueta y asegur¨¢ndoles un lugar en el relato de la historia del Arte. Ahora el t¨¦rmino ¡°expresionismo abstracto¡± parece el t¨¦rmino natural para designar un cierto periodo, una cierta manera de pintar, pero a los pintores mismos les parec¨ªa pretencioso o superfluo, y a los m¨¢s l¨²cidos les irritaba por lo que ten¨ªa de clasificaci¨®n obligatoria. El cr¨ªtico o el te¨®rico quieren apresar al artista en un estilo o en una categor¨ªa igual que el entom¨®logo clava al escarabajo o a la mariposa disecados en un trozo de cart¨®n. El artista, si es honrado consigo mismo, si tiene verdadera ambici¨®n, ve su trabajo como un proceso, su estilo como una forma de b¨²squeda, y lo ya hecho se apresura a darlo por olvidado, o a dejarlo atr¨¢s con alivio, y hasta a veces con remordimiento. Al gran De Kooning, Clement Greenberg le expidi¨® un certificado de maestr¨ªa hacia 1950, pero justo un poco despu¨¦s empez¨® a pintar aquellas figuras b¨¢rbaras de mujeres tan visiblemente no abstractas que Greenberg lo excomulg¨® de inmediato.
En las mismas salas donde estuvo hasta hace poco la exposici¨®n de De Kooning ahora circulan multitudes cada fin de semana para ver la de Cindy Sherman. En el m¨¢s de medio siglo que ha pasado desde que Greenberg y Rosenberg reinaban en la cr¨ªtica de Nueva York el peso de las palabras y de las explicaciones en el mundo del arte se ha multiplicado exponencialmente, volvi¨¦ndose mucho m¨¢s cr¨ªptico, y tambi¨¦n mucho m¨¢s decisivo. Los pintores de aquella edad heroica sol¨ªan ser pobres y taciturnos, con un br¨ªo f¨ªsico de trabajadores manuales. Ahora el t¨¦rmino ¡°artista¡± se ha emancipado de cualquier servidumbre o habilidad manual, de modo que algunos de los pintores que m¨¢s se cotizan no tocan jam¨¢s los pinceles. Hasta la escultura, que en otros tiempos implicaba el trato ¨¢spero con materiales, con esfuerzo muscular, con herramientas de carpinter¨ªa y hornos de fundici¨®n, ahora la ejercen celebridades que solo deben de sudar en el gimnasio o en las salas de ba?os de vapor. Artista es el que dice serlo, el trabajo lo hace un subcontratista, y la obra no tiene que expresar ni que significar nada por s¨ª misma. Ahora la obra es lo que dicen que es las tarjetas explicativas, o lo que voces algo rob¨®ticas transmiten por esos tel¨¦fonos que llevan pegados al o¨ªdo muchos visitantes de los museos.
Ya no hay manera de estar solo frente a la obra de arte. Es como esos subrayados que uno encuentra en los libros electr¨®nicos, que le informan afectuosamente del n¨²mero de lectores que han considerado memorable una frase. Hay multitudes subiendo por las escaleras mec¨¢nicas hasta la ¨²ltima planta del MOMA para ver la exposici¨®n de Cindy Sherman, y una vez que se llega a ella la densidad humana se agrava porque hacia cualquier parte que uno mire se encuentra a la propia Cindy Sherman, en cada palmo de cada pared, en color y en blanco y negro, en tama?o de sello de correos y de postal y de cartel¨®n de cine o panel publicitario iluminado por dentro, Cindy Sherman con veintitantos a?os y con casi sesenta, con gafas negras de pel¨ªcula de Godard o con melena platino de multimillonaria operada, Cindy Sherman como la Fornarina de Rafael y como el Baco borracho de Caravaggio, como estrella porno y como v¨ªctima decapitada y como payaso horripilante y como abuela encogida y casi disecada. El cr¨ªtico de The New Yorker ha escrito que Cindy Sherman es la artista americana m¨¢s importante de los ¨²ltimos cuarenta a?os. El de The New York Times dice que Cindy Sherman sac¨® a la fotograf¨ªa del gueto en el que al parecer estaba y la elev¨® a la consideraci¨®n m¨¢s alta entre las artes, consideraci¨®n certificada por los millones de d¨®lares que pagan por sus fotos los museos y los coleccionistas privados. En los textos explicativos que ese visitante fotografiaba con tanta dedicaci¨®n la prosa del arte amontona su conocida pedrer¨ªa, sus verbos y sustantivos m¨¢s reiterados: explora, desaf¨ªa, experimenta, investiga, cartograf¨ªa, estereotipo, provocador, convenci¨®n, turbador, ruptura, complejidad. En ingl¨¦s, que es una lengua tan monosil¨¢bica, las palabras largas suenan todav¨ªa m¨¢s importantes: investigates, impersonation, disturbing, groundbreaking, stereotype, communicates, challenges, complexity, identity, representation, construction, convention, provocative.
En las pesadillas del opio Thomas de Quincey ve¨ªa olas y oc¨¦anos de caras humanas, que eran aquellas con las que se hab¨ªa cruzado por las calles de Londres en su juventud vagabunda y hambrienta. En mi caso el riesgo de mal sue?o se simplifica: corro el peligro de ver una multiplicaci¨®n de caras humanas que ser¨¢n siempre la cara de Cindy Sherman, su agotadora capacidad de metamorfosis. Cindy Sherman asegura que ninguna de esas mujeres de las que se disfraza y a las que fotograf¨ªa es ella misma. Pero si est¨¢ tan interesada por la condici¨®n humana y en particular la condici¨®n femenina uno se pregunta el motivo de que desde el principio de su carrera hasta ahora tan solo se haya ocupado de fotografiar a Cindy Sherman. Woody Allen dec¨ªa que la gran ventaja de la masturbaci¨®n es la posibilidad de hacer el amor con la persona m¨¢s querida. Cindy Sherman se maquilla y se disfraza para posar ante s¨ª misma, y los entendidos aseguran que desaf¨ªa estereotipos y que investiga y explora las representaciones de la identidad y socava las convenciones y rotura nuevos territorios y cuestiona rompedoramente los roles del g¨¦nero (verbos y sustantivos son intercambiables: el lector puede reordenar este p¨¢rrafo seg¨²n le parezca bien).
A m¨ª, con todos los respetos, lo que me deja es la impresi¨®n de monoton¨ªa y tristeza que suele haber en los juegos solitarios. Que de todo el espect¨¢culo del mundo y de la infinita galer¨ªa de las presencias humanas Cindy Sherman haya elegido con tan duradera convicci¨®n a la propia Cindy Sherman me provoca m¨¢s empacho que intriga. Pero quiz¨¢s es que me gusta demasiado la fotograf¨ªa como cat¨¢logo del mundo visible y de lo excepcional que hay en lo com¨²n como para interesarme por cierto tipo de retorcimientos visuales. Cada cual tiene sus limitaciones. En cualquier caso, es un alivio salir del museo y comprobar que ni el conductor del autob¨²s, ni la camarera del caf¨¦, ni la vendedora de la tienda, ni la taquillera del cine, ni el portero de casa, tienen la cara de Cindy Sherman. O
Cindy Sherman. The Museum of Modern Art (MOMA). Nueva York. Hasta el 11 de junio. www.moma.org. www.cindysherman.com.
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