No ha visto nada... todav¨ªa
'Las malas hierbas', del casi nonagenario Alalin Resnais, adapta la novela L¡¯incident, escrita en 1996 por Christian Gailly
Existe un t¨®pico en el lenguaje de la cr¨ªtica que consiste en jugar a la paradoja cuando se glosa la obra de un venerable, de todo director que sigue en activo cuando lo propio de la edad ser¨ªa el retiro. Se ha dicho hasta la extenuaci¨®n que el centenario Manoel de Oliveira es el m¨¢s joven de los cineastas en activo. Ahora, un servidor siente la tentaci¨®n de revivir el t¨®pico frente a una pel¨ªcula como Las malas hierbas, la ya pen¨²ltima obra del casi nonagenario Alain Resnais y, sin embargo, un ejercicio de libertad e irreverencia creativa de tal calibre que se dir¨ªa propio de un vocacional enfant terrible. El t¨ªtulo de su pr¨®ximo trabajo, que se estrenar¨¢ en Francia el pr¨®ximo 25 de abril, parece antes una declaraci¨®n de principios que un mensaje testamentario: Vous n¡¯avez encore rien vu.
Las malas hierbas
Direcci¨®n: Alain Resnais.
Int¨¦rpretes: Sabine Azema, Andr¨¦ Dussollier, Mathieu Amalric, Anne Consigny, Emanuelle Devos.
G¨¦nero: comedia. Francia, 2009.
Duraci¨®n: 104 minutos.
La c¨¢mara de Resnais sobrevuela una l¨ªnea de hierbas salvajes abri¨¦ndose paso entre el asfalto, antes de disolver esa imagen metaf¨®rica sobre los pies de un grupo de peatones. Las malas hierbas adapta la novela L¡¯incident, escrita en 1996 por Christian Gailly, miembro de la generaci¨®n surgida al amparo de las ?ditions de Minuit a mediados de los ochenta que, en buena medida, reajustaba, en una suerte de vanguardia suave de l¨ªnea clara, esa tradici¨®n heterodoxa que hab¨ªa nacido en Raymond Roussel y hab¨ªa cruzado el ¨¢mbito del Nouveau roman.
Feliz perplejidad
Esas hierbas hiriendo el asfalto se erigen, en la adaptaci¨®n de Resnais, en transparente s¨ªmbolo del deseo irracional, alentado por el azar, que va a propiciar el encuentro de dos pintorescos personajes ¡ªun tipo con paso oscuro, o con una desbordante imaginaci¨®n para la autoficci¨®n, y una dentista con afici¨®n por el pilotaje de aviones a?ejos¡ª en el coraz¨®n mismo de una descentrada historia de amor fou.
Con una voz en off que duda, titubea y pasa de la omnisciencia a la primera persona, una c¨¢mara alada y una est¨¦tica del artificio trazada en colores hipn¨®ticos, Las malas hierbas sostiene su capacidad de sorpresa hasta sus minutos finales, en los que una bragueta abierta se convierte en fuente de suspense bufo y el relato rompe sus costuras para abandonar al espectador en un estado de tan feliz perplejidad como el que, en su momento, produc¨ªa el hecho de descubrir a ese inesperado Alfred Hitchcock levitante en el rinc¨®n de un plano de El a?o pasado en Marienbad (1961).
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