Amor, lujo y buena conciencia
El mal ejemplo nos absuelve mientras que el bueno nos obliga a responder de nuestra vida, nos se?ala con el dedo acusador y nos condena
Casarse por dinero es una ordinariez. Pero casarse por amor sincero con alguien que tiene mucho dinero es toda una fortuna (una palabra que significa tanto buena suerte como vasto patrimonio). Hay un ardid para granjearse esos dos bienes sin renunciar a ninguno, el que usan los padres ambiciosos con reto?os casaderos: conseguir que ¨¦stos, desde la infancia, se rodeen s¨®lo de personas muy ricas porque al final el tiempo har¨¢ su trabajo y el rapaz acabar¨¢ enamor¨¢ndose perdidamente de alguien perteneciente a su exclusivo c¨ªrculo. Y entonces, ?eureka!, los dos significados de la mencionada palabra venturosamente se al¨ªan, la buena suerte del amor y de la prosperidad en un mismo golpe de fortuna. Ya no te casas por dinero sino por sentimiento y adem¨¢s mantienes inc¨®lume tu conciencia, que ya se sabe que no tiene precio, aunque s¨ª mucho valor.
Rodearse de personas ricas puede servir para casarte con una de ellas, pero rodearte de personas virtuosas genera gran cantidad de problemas
Realmente no hay placer m¨¢s exquisito que el de una buena conciencia: los hombres virtuosos, los santos de la historia, son s¨®lo un hatajo de sibaritas. Pero, ay, esos gozos morales son dif¨ªciles de conseguir. Y ahora quiz¨¢ esper¨¦is el socorrido serm¨®n sobre el esfuerzo que en esta vida es necesario realizar para elevarse a los bienes m¨¢s altos o sobre c¨®mo la ausencia de esas cualidades en nuestra extraviada juventud nos aboca a la actual mediocridad ambiente. Nada de eso. En mi opini¨®n, el mayor obst¨¢culo para disfrutar de una buena conciencia se halla en los dem¨¢s. Los otros son el estorbo.
Rodearse de personas ricas puede servir para casarte con una de ellas, pero rodearte de personas virtuosas genera gran cantidad de problemas. Por eso resulta m¨¢s c¨®modo, m¨¢s reconfortante y m¨¢s tranquilizador contemplar en nuestro entorno ejemplos de conductas vulgares. ?Por qu¨¦ tienen tanto ¨¦xito los realities shows? Porque el espect¨¢culo de esa mediocridad moral, de esas vidas rotas y deformadas, produce sobre nuestro ¨¢nimo un efecto sedante. ?Qu¨¦ horror!, nos decimos mientras apagamos la tele, y a continuaci¨®n nos metemos en la cama acunados por el sentimiento de nuestra superioridad moral. El esc¨¢ndalo que nos suscitan las noticias sobre la corrupci¨®n de los pol¨ªticos queda parcialmente compensado por cierta sensaci¨®n de autocomplacencia: son unos golfos, murmuramos con desprecio como quien mira el mundo a sus pies. Un compa?ero de trabajo negligente; un cu?ado machista y desagradable; un vecino pol¨¦mico o ruidoso; un amigo arruinado por su imprudencia: todo esto constituye un universo gratificante porque rehabilita ante los dem¨¢s mi desmedrada imagen y en todo caso me dignifica coram populo por cuanto muestra una variedad de comportamientos reprochables que est¨¢n ah¨ª delante, pr¨®ximos y posibles, y que yo, honesto sin alharacas, me abstengo de realizar.
Las perspectivas se presentan mucho m¨¢s sombr¨ªas, como nubes espesas y amenazantes, si, por desgracia, nuestro entorno se compone de dechados de virtud: un colega que destaca en su profesi¨®n; un cu?ado cari?oso y servicial; un vecino c¨ªvico que separa la basura en tres coloridas bolsas; un amigo mod¨¦lico, ponderado por todos. Este otro universo nos perturba, debilita nuestra posici¨®n en el mundo y hace nacer en nuestro interior el gusano de la mala conciencia. En efecto, el buen ejemplo nos interpela y nos obliga a responder de nuestra vida: ?por qu¨¦ no practico yo ese ejemplo si est¨¢ visto que es bueno y adem¨¢s posible, como constata precisamente ese precedente? Si uno como yo es justo, ecu¨¢nime, leal, ?por qu¨¦ no lo soy yo?; si otro es solidario, humanitario o compasivo, ?qu¨¦ me impide serlo a m¨ª tambi¨¦n?; si un tercero exhibe bonhom¨ªa y urbanidad, ?d¨®nde queda mi barbarie? Definitivamente, el mal ejemplo nos absuelve mientras que el bueno nos se?ala con el dedo acusador y nos condena.
Supongamos el siguiente caso absolutamente hipot¨¦tico. Vamos a cenar a casa de unos amigos y, en el trayecto, con tacto pero con precisi¨®n quir¨²rgica mi mujer se?ala a mi atenci¨®n algunas notorias deficiencias en el cumplimiento estricto de mis responsabilidades familiares: no es que no sepa cocinar, es que no asisto a las reuniones que convoca el colegio de los ni?os, no me levanto por las noches para dar el biber¨®n al reci¨¦n nacido, no llevo al otro a su partido de f¨²tbol, soy un p¨¦simo anfitri¨®n, me paso todo el d¨ªa con gesto ausente leyendo o sentado delante del ordenador (insisto en el car¨¢cter hipot¨¦tico del caso). En el coche esbozo una defensa pero al llegar a casa de nuestros amigos mi mala suerte quiere que el marido, maestro cocinero, nos reciba sonriente enfundado en un delantal y nos informe de que se ha divertido mucho esta tarde prepar¨¢ndonos la cena. Mientras devoramos los deliciosos platos, Marta, su mujer ¡ªque no ha tenido necesidad de moverse del sof¨¢ en toda la noche¡ª, nos comenta, orgullosa, la prenda que es Felipe: padre abnegado que se desvive por sus hijos, marido atento y tierno, yerno intachable, etc¨¦tera. Lector amigo, ?cu¨¢l crees que ser¨¢ el tema probable de conversaci¨®n entre mi mujer y yo en el trayecto de vuelta? Acorralado en la discusi¨®n subsiguiente, s¨®lo dispongo de tres salidas. La primera, hacer votos de reformar mi anterior vida y emular en adelante el fastidioso modelo encarnado en Felipe. Pero como esto comporta un gran coste personal lo m¨¢s frecuente es optar por las otras dos. O bien decir: ¡°Felipe puede permitirse actuar as¨ª porque est¨¢ en paro, mientras que a m¨ª se me acumula el trabajo en la oficina¡±, esto es, la regla moral encerrada en su ejemplo no me es aplicable; o, si esto no funciona, apretar el bot¨®n nuclear: ¡°Supongo que sabes que Felipe le pone los cuernos a Marta¡±, en otras palabras, intentar el desprestigio del ejemplo positivo para que deje de ser vinculante.
Pero este recurso acaba dejando un poso de resentimiento, la dichosa mala conciencia. Por eso mi consejo es: c¨¢sate por amor con alguien rico y luego rod¨¦ate de p¨¦simos ejemplos, y as¨ª disfrutar¨¢s confortablemente de tu buena fortuna bendecido por una conciencia siempre limpia. O
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