La 'Ciberdiva' que nos pide desconectar
Encandil¨® al mundo digital hablando maravillas de las relaciones entre humanos y ordenadores Ahora la psic¨®loga y soci¨®loga Sherry Turkle ve con horror el enganche constante a una pantalla Y la siguen aplaudiendo
Hubo un tiempo en que la coca¨ªna se utilizaba casi como si fuera una aspirina. Freud la recomendaba con fervor, los m¨¦dicos se la recetaban a los ni?os e incluso fue uno de los componentes originales de la Coca-Cola. Pasaron d¨¦cadas hasta que el mundo entendi¨® lo nociva que era para la salud. Y del mismo modo que la sociedad despert¨® ante los efectos de aquel qu¨ªmico, la psic¨®loga del Massachusetts Institute of Technology (MIT) Sherry Turkle se atreve a proclamar que nuestra historia de amor con tel¨¦fonos inteligentes, ordenadores y tabletas tiene que cambiar. ¡°De lo contrario, estamos perdidos. Cada vez esperamos m¨¢s de la tecnolog¨ªa y menos de los humanos. Nos sentimos solos, pero nos asusta la intimidad. Estamos conectados constantemente. Nos da la sensaci¨®n de estar en compa?¨ªa sin tener que someternos a las exigencias de la amistad, pero lo cierto es que pese a nuestro miedo a estar solos, sobre todo alimentamos relaciones que podemos controlar, las digitales. Pero a¨²n estamos a tiempo de cambiar esa convivencia con la tecnolog¨ªa. Tenemos que volver a aprender el valor de la soledad¡±.
?C¨®mo explic¨¢rselo a los adolescentes, que env¨ªan de media 3.000 mensajes de texto al mes? ?O a sus padres, que aprovechan para contestar e-mails entre tostada y caf¨¦ mientras desayunan con sus hijos y los ignoran tecleando sobre su m¨®vil? La tarea no es f¨¢cil, pero hay que empezar por alg¨²n sitio, y Turkle comenz¨® hace un mes atacando desde lo m¨¢s alto: las conferencias TED. En esa iglesia simb¨®lica donde la tecnolog¨ªa se venera como a un dios y frente a un auditorio en el que estaban desde el fundador de Twitter, Biz Stone, hasta el de Amazon, Jeff Bezos, pasando por Melinda Gates y cientos de personalidades del planeta Silicon Valley, Sherry Turkle se atrevi¨® a decirles alto y claro: ¡°Apaguen sus tel¨¦fonos y empiecen a vivir¡±. Y sorprendentemente, despu¨¦s de la conferencia de 20 minutos del pasado 1 de marzo, en la que explic¨® el da?o emocional que provoca la esclavitud a la que nos hemos autosometido bajo el l¨¢tigo de iPhones y blackberries, Turkle recibi¨® uno de los mayores aplausos de su carrera.
Solos en compa?¨ªa
Psic¨®loga y soci¨®loga, con dos doctorados en Harvard y profesora desde hace 30 a?os en el MIT, esta mujer elegante y serena nacida en Brooklyn hace 64 a?os public¨® en 2011 el libro Alone together, que podr¨ªa traducirse como Solos en compa?¨ªa, un t¨ªtulo que puede interpretarse de muchas formas, pero que alude a ese mal del que ella habla: "estar solos bajo la ficci¨®n de compa?¨ªa que da la conectividad constante". Se trata de la misma mujer que en 1994 escribi¨® el libro The second self, en el que reflexionaba sobre nuestra relaci¨®n con los primeros ordenadores, que ella ve¨ªa como m¨¢quinas maravillosas que nos proporcionaban nuevas identidades en las que reflejarnos.
Llama la atenci¨®n que esta psic¨®loga, que hoy predica la contenci¨®n de nuestro uso de gadgets, sea la misma que hace 15 a?os se convirti¨® en ciberdiva tras publicar el ya cl¨¢sico Life on the screen, donde presagiaba con optimismo el efecto terap¨¦utico que tendr¨ªa sobre el ser humano nuestra interacci¨®n con Internet, los robots y los ordenadores. ¡°Como psic¨®loga fue un momento fascinante. Comenzaban los primeros chats, los primeros juegos y comunidades virtuales. Pod¨ªas tener m¨²ltiples personalidades, ser hombre, mujer¡ pero siempre en un ¨¢mbito an¨®nimo, y eso permit¨ªa much¨ªsima libertad. Fue un momento de experimentaci¨®n fabuloso y yo era muy optimista respecto a los efectos positivos que tendr¨ªa en nuestra psique¡±. Corr¨ªa el a?o 1995, y Turkle se convirti¨® con ese libro en una de las gur¨²s tecnol¨®gicas de la ¨¦poca, ocupando la portada del la revista Wired, que en los a?os noventa a¨²n era la biblia digital.
¡°Pero entonces no fui capaz de ver que nuestra vida real se ver¨ªa truncada por nuestra existencia digital. Cre¨ªa que entrar¨ªamos en Internet y lo que aprender¨ªamos dentro nos ayudar¨ªa a mejorar nuestra vida fuera, que nuestras experiencias digitales enriquecer¨ªan nuestra vida real, pero siempre entrando y saliendo de ella. No entend¨ª que el futuro consistir¨ªa en vivir constantemente en simbiosis con un ordenador encendido: el m¨®vil¡±, y se?ala el iPhone con el que la periodista graba la entrevista.
La prueba m¨¢s evidente de sus temores actuales le llegaba un d¨ªa despu¨¦s de su conferencia en TED. Sentada en el Performance Arts Center de Long Island, donde se celebraba el encuentro, Turkle se declaraba impotente: ¡°Ha venido a felicitarme mucha gente, pero todos con el m¨®vil en la mano. Interrump¨ªan su sesi¨®n de e-mails para hablar conmigo un minuto y despu¨¦s regresaban a sus aparatos. Aqu¨ª hay algunas de las mentes m¨¢s sofisticadas y brillantes del planeta, han pagado miles de d¨®lares por venir y ?se dedican a contestar e-mails y a colgar fotos en Facebook en vez de hablar entre ellos!¡±.
Lo cierto es que en el siglo XXI resulta casi imposible mantener una conversaci¨®n sin que nuestro interlocutor nos coloque en modo pausa para mirar su e-mail, enviar un mensaje o responder a una llamada. Y aunque eso parece haberse convertido en la norma universalmente aceptada, cabe preguntarse qu¨¦ habr¨ªa de normal si cada uno de nosotros llevara una televisi¨®n a cuestas y cada diez minutos la encendiera para ver qu¨¦ emiten.
Cada vez esperamos m¨¢s de la tecnolog¨ªa y menos de los humanos. Alimentamos las relaciones que controlamos, las digitales
Turkle no niega las ventajas pr¨¢cticas que nos ofrece, por ejemplo, tener e-mail o Skype en nuestros tel¨¦fonos, sobre todo cuando la familia est¨¢ lejos o viajas por trabajo. Solo critica la relaci¨®n que mantenemos con esa accesibilidad tan grande. Despu¨¦s de pasar 15 a?os estudiando c¨®mo ni?os, adultos y ancianos interact¨²an con robots experimentales y comerciales, y tras observar en su propia casa la relaci¨®n con la tecnolog¨ªa de su hija Rebecca, de 21 a?os, a quien dedica su nuevo libro, Alone together, Turkle alerta: ¡°Esos tel¨¦fonos que tenemos en nuestros bolsillos cambian nuestras mentes y nuestros corazones porque nos ofrecen tres fantas¨ªas muy gratificantes: podemos tener atenci¨®n constante, siempre va a haber un foro en el que ser escuchado y nunca tendremos que estar solos. Las dos primeras necesidades se satisfacen a trav¨¦s de las redes sociales, pero la tercera es la que nos est¨¢ llevando a situaciones emocionales de graves consecuencias¡±.
Hace 15 a?os no fui capaz de ver que nuestro futuro consistir¨ªa en vivir constantemente en simbiosis con un m¨®vil
Para escribir Alone together, Turkle realiz¨® 450 entrevistas y estudi¨® con particular atenci¨®n a los adolescentes. Estos, dice, se esconden tras una pantalla y no saben relacionarse. ¡°Psicol¨®gicamente es fundamental aprender a conversar, a negociar, a sentir empat¨ªa, a pedir perd¨®n. Hemos criado una generaci¨®n que no es capaz de pedir perd¨®n. No es lo mismo pelearte con un amigo y enviarle un SMS o un mensaje en Facebook y seguir con tus cosas que sentarte frente a ¨¦l, sudar, sufrir y decir: ¡®Lo siento¡¯. A su vez, quien lo escucha tambi¨¦n siente, y perdona, o se enfada, pero siente. Es doloroso y complicado, pero es fundamental. Es la manera en la que aprendemos a construir relaciones humanas¡±.
A lo largo de sus investigaciones, que han incluido observar la relaci¨®n de los ni?os con sus tamagotchis o de ancianos con focas-robot (llamadas Paro) para ver qu¨¦ tipo de respuesta emocional tienen los humanos ante las m¨¢quinas, Turkle ha llegado a una conclusi¨®n que no solo afecta a los j¨®venes, sino a gente de 40, 50 y hasta 70 a?os que pese a esa brecha generacional que se vaticin¨® hace a?os es hoy tan adicta a su existencia digital como un adolescente: ¡°Ya no sabemos estar solos, y la soledad es important¨ªsima. Es necesaria para reflexionar, para concentrarse, para retener conocimientos, para conocernos¡ Nuestro uso compulsivo de los tel¨¦fonos m¨®viles y de los ordenadores responde a nuestra incapacidad de estar solos. Pero lo preocupante es que la gente parece esperar m¨¢s amor de las m¨¢quinas que de las personas. Conlleva menos riesgos: amor, amistad, trabajo, que se puede controlar desde la punta del dedo, sin las complicaciones de una relaci¨®n cara a cara¡±.
¡°Cada vez m¨¢s gente se cuestiona si tiene sentido estar conectado y disponible 24 horas al d¨ªa. Las mejores mentes de mi generaci¨®n pasan el 90% de su tiempo de trabajo contestando e-mails. ?Te das cuenta de la p¨¦rdida intelectual que eso supone? Llevamos solo 15 a?os conviviendo con Internet, seguimos en pa?ales en cuanto a nuestra existencia tecnol¨®gica, por eso conf¨ªo en que a¨²n cambiar¨¢ muchas veces nuestra forma de relacionarnos con la tecnolog¨ªa¡±. Turkle explica que entr¨® a trabajar en el MIT porque le fascin¨® el mundo de la inteligencia artificial. ¡°Pero hay que ponerle l¨ªmites a la tecnolog¨ªa. Crear espacios libres, como la cocina o el dormitorio. Es importante ense?¨¢rselo a nuestros hijos. Crear horarios para contestar al e-mail, respetar nuestros momentos de intimidad con la gente apagando el tel¨¦fono. Por encima de todo, creo que hay que hacer una fuerte campa?a a favor de la soledad. Ahora es lo que nuestra sociedad necesita con m¨¢s urgencia¡±.
Ya no sabemos estar solos y la soledad es important¨ªsima. Es necesaria para reflexionar, cocentrarse, conocerse...
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