Un presente de ciencia ficci¨®n
William Gibson sacudi¨® en los ochenta las bases de la ficci¨®n cient¨ªfica con 'Neuromante' ¡°Confundimos con videncia del futuro la capacidad de reconocer la extra?eza de la actualidad¡± Aquel porvenir marcado por la cibern¨¦tica ya es una realidad
Cuando conoc¨ª a William Gibson, en 1990, faltaban ocho a?os para que empezara a funcionar el motor de b¨²squeda de Google y Art Futura era el s¨²mmum de la modernidad. El mundo era infinitamente m¨¢s sencillo y rectil¨ªneo, pero ¨¦l ya avizoraba cosas que lo complicar¨ªan un mont¨®n y que los mortales comunes no pod¨ªamos imaginar, verbigracia: el ciberespacio. Ya entonces, Gibson ¡ªcomo todos los grandes del g¨¦nero¡ª desbordaba el concepto com¨²n e injustamente restrictivo que se tiene de un escritor de ciencia ficci¨®n. Ni astronaves ni extraterrestres ni rayos de la muerte, Gibson (Conway, Estados Unidos, 1948) fue de los primeros en observar que los alien¨ªgenas somos nosotros y que nuestro mundo si bien (o mal) se mira es lo suficientemente extra?o e impredecible para que no haga falta inventarse otro. Cuesti¨®n de enfocarlo con los ojos adecuados. En aquel remoto 1990, el autor estadounidense era el hombre que hab¨ªa escrito Neuromante, publicada en castellano el a?o antes por Minotauro, una novela extraordinaria, llena de intuiciones ¡ªcomo la omnipresencia y a la vez la continua obsolescencia de la tecnolog¨ªa inform¨¢tica¡ª que devino inmediatamente obra de culto.
La siguiente vez que vi a William Gibson fue en 2002 y las cosas hab¨ªan cambiado tanto que le habr¨ªan sorprendido incluso a Case, el hacker cibercowboy protagonista de Neuromante: hab¨ªan ca¨ªdo las Torres Gemelas. Gibson estaba entregado a un proceso muy curioso: a medida que el tiempo discurr¨ªa, ¨¦l no se alejaba hacia el futuro sino que se acercaba m¨¢s y m¨¢s al presente. Ahora, su ¨²ltima novela, la novena, Historia Cero (Plata/Urano), centrada en una trama de corte conspirativo no exenta de humor cuyo eje es ?una misteriosa marca de ropa!, sucede en una contemporaneidad alucinada en la que nuestra propia realidad de iPhones, Mc Airs, Twitters, Caff¨¨s Nero, grafitis de Banksy, Pilates, drones o huesos artificiales de madera de rat¨¢n (?que existen!) se describe ¡ªy se lee¡ª como si fuera ciencia ficci¨®n. Con decirles que el fant¨¢stico ¡°miniavi¨®n ekranoplano Orlyonok¡± del relato no solo es real sino que es una antigualla creada en 1972 y concebida en la URSS para misiones militares de asalto¡ En la novela incluso sale un catal¨¢n que parece un marciano. S¨ªmbolo de (sus) nuestros tiempos y homenaje si se piensa a Neuromante, esta tercera entrevista con William Gibson se realiza por Internet. O sea, una cita en el ciberespacio.
PREGUNTA. Vaya sorpresa reencontrarle escribiendo una historia alrededor de unos pantalones vaqueros. Claro que los Sabuesos de Gabriel, esa ambicionada marca secreta, son mucho m¨¢s que eso ?no?
RESPUESTA. La manera en que nos vestimos implica complejos c¨®digos culturales, incluso aunque nos enorgullezcamos de no tener nada que ver con la moda. Mi novela trata la industria de la indumentaria como una industria de informaci¨®n.
La relaci¨®n entre moda y ej¨¦rcito es real. Es una de las cosas m¨¢s extra?as que no he tenido que inventar en mi novela"
P. En todo caso, es curioso verle metido en el mundo de las tendencias y de la psicolog¨ªa del consumo de marcas caras. ?Qu¨¦ le atrae del mundo de la moda? Es asombroso el ascendente que ha cobrado en la cultura del siglo XXI, ?no cree?
R. Me interesan los subtextos, m¨¢s que los mensajes que los dise?adores y fabricantes podr¨ªan querer transmitirnos.
P. Antes fue la tecnolog¨ªa inform¨¢tica la que centraba sus tramas de conspiraciones, ahora la moda. ?Es imaginable que juegue ese papel? ?Intereses militares detr¨¢s de la moda? Me ha encantado ver a miembros de las Fuerzas Especiales involucrados en un asunto de pantalones.
R. La relaci¨®n entre moda y ej¨¦rcito descrita en la novela es real, aunque la he ensalzado y exagerado ligeramente. Es una de las cosas m¨¢s extra?as que no he tenido que inventar. Lo descubr¨ª cuando me pidieron que participara en los encuentros de creaci¨®n de marca de una nueva l¨ªnea de un importante fabricante de ropa deportiva. Al principio no pude creerlo, pero era cierto.
P. Muestra un mundo en el que el mercado es de una naturaleza cada vez m¨¢s virtual. ?Lo ve as¨ª?
R. Si es cierto que somos, como nos han dicho durante varias d¨¦cadas, una sociedad posindustrial, entonces el marketing es el grueso de lo que hacemos.
P. Volvemos a encontrar a algunos personajes de Mundo espejo (Minotauro, 2004) y Pa¨ªs de esp¨ªas (Plata, 2010), como el due?o de la agencia de publicidad La Hormiga Azul, Hubertus Bigend, el ofuscado y rehabilitado Milgrim, el osado Gareth y la excantante de la banda de culto The Curfew reciclada en escritora e investigadora de moda Hollis Henry ¡ª¡°una versi¨®n armada de Fran?oise Hardy¡±(!)¡ª. Sus personajes protagonistas favoritos son solitarios, perdedores, antih¨¦roes: ?los siente cercanos? Como lector he de confesarle que se les coge gran aprecio.
R. Mi relaci¨®n con ellos es distinta, pero es gratificante trabajar junto a ellos durante tanto tiempo, en un arco narrativo extenso.
P. Al igual que con Neuromante, Conde Cero y Mona Lisa acelerada o las novelas que componen la serie Bridge nos encontramos ante una especie de trilog¨ªa. ?Por qu¨¦ se mueve en ese formato?
R. En realidad es por accidente. No lo plane¨¦ as¨ª, y me habr¨ªa dado por satisfecho si la primera novela de cada serie hubiera sido unitaria. En realidad yo las considero todas como obras unitarias y espero que puedan leerse como tales. Pero las historias que se narran tienden a fusionarse con las del libro anterior.
P. Historia Cero, como sus ¨²ltimas novelas, transcurre en el presente. ?Ha abandonado la ciencia ficci¨®n m¨¢s futurista definitivamente? ?Qu¨¦ opina del g¨¦nero?, ?ya no sirve?
Nuestras ideolog¨ªas son reacciones a nuestras tecnolog¨ªas. Marx respond¨ªa a la realidad de la industrializaci¨®n"
R. Los ¨²ltimos tres libros representan un intento de utilizar la caja de herramientas de la ciencia ficci¨®n para analizar el presente. Despu¨¦s de todo, se trata de un presente con un fuerte componente de ciencia ficci¨®n. As¨ª que creo que el g¨¦nero no solo es ¨²til, sino que es m¨¢s ¨²til que en tiempos anteriores. Tambi¨¦n creo que nos hemos vuelto m¨¢s sofisticados respecto de las funciones culturales de los futuros imaginarios.
P. De nuevo la trama tiene un componente de investigaci¨®n y de novela negra. ?Qu¨¦ opina del florecimiento del g¨¦nero? ?Es lector de esa clase de literatura? Bueno, de joven le encantaba Sherlock Holmes ?no?
R. Entiendo que la novela detectivesca negra (que, claramente, fue en un principio un formato norteamericano) es donde se ubic¨® la modalidad del naturalismo literario en la modernidad. Los hermanos Goncourt quer¨ªan utilizar la ficci¨®n como una herramienta de una investigaci¨®n social radical. En Estados Unidos, eso mismo hicieron Hammett y Chandler. Es cierto que Doyle me gustaba mucho de ni?o, pero en su obra no hay ninguna investigaci¨®n social radical; m¨¢s bien una compleja celebraci¨®n del statu quo.
P. Cada vez veo m¨¢s parecido entre su escritura y la de Ballard. El sentimiento de enajenaci¨®n de la realidad por las descripciones: lo cotidiano se vuelve extra?o y extravagante simplemente por una cuesti¨®n de foco. ?No era Ballard el que dec¨ªa que la tierra es el verdadero planeta alien¨ªgena? Es la mirada, ?verdad?
R. Ahora pienso menos en Ballard. Tal vez debido a que ¨¦l era tan bueno en lo que hac¨ªa. Hoy en d¨ªa me parece que habitamos su mundo sin darnos cuenta. La cultura de la ¡°televisi¨®n de la realidad¡± (reality shows), por ejemplo, da la impresi¨®n de que existe porque ¨¦l la imagin¨® en los setenta.
P. En su fascinante colecci¨®n de ensayos Distrust that particular flavor (Putnam, 2012), que he le¨ªdo con much¨ªsimo inter¨¦s, habla en un texto de su estancia en Barcelona a finales de los ochenta. Es como si se refiriera a otra vida. En el diario consult¨¢bamos enciclopedias de papel. Le recuerdo entonces con abundante cabello y un gui¨®n para Alien III bajo el brazo. ?Qu¨¦ recuerdos tiene de aquella ¨¦poca?
R. Visit¨¦ Barcelona por primera vez en 1971, una ¨¦poca muy diferente. Fue fascinante regresar, para Art Futura, a la realidad pos-Franco, con esa potente sensaci¨®n de posibilidad y cambio. Barcelona siempre me deja una impresi¨®n muy profunda.
P. ?Le parece que las drogas han retrocedido en el escenario social en proporci¨®n inversa al ascenso de un progresivo sentido de la irrealidad fomentado por las nuevas tecnolog¨ªas? Usted menciona unas cuantas en sus libros: de la dextroanfetamina brasile?a al antagonista parad¨®jico.
R. Para m¨ª la mejor manera de analizar las drogas es como medio de alterar lo que recibimos de lo que nos rodea. Se convierten en un problema cuando decidimos que constituyen informaci¨®n (o datos). La ret¨®rica de los sesenta supon¨ªa que, por ejemplo, el LSD era informaci¨®n. Pero hoy dir¨ªa que eso equivale a creer literalmente que la camarera es m¨¢s guapa despu¨¦s de la tercera cerveza.
P. ?Y qu¨¦ opina de la cirug¨ªa est¨¦tica? Usted ya avanz¨® su expansi¨®n en forma de implantes.
R. En mis primeros relatos sugiero que la cirug¨ªa cosm¨¦tica tendr¨¢ como resultado una uniformidad realzada, una relativa falta de variedad. Creo que hoy en d¨ªa podemos verlo, hasta cierto punto. Los pa¨ªses interesantes para observar en ese sentido ser¨¢n las econom¨ªas emergentes. India y Brasil, por ejemplo.
P. Perdonar¨¢ que le pregunte por el ciberespacio, el suyo de 1981 y el de ahora. ?Cu¨¢l es su relaci¨®n actual con las nuevas tecnolog¨ªas? ?Twitter? ?Qu¨¦ opina de Google y su papel en el conocimiento?
R. Cuando empez¨® era sin duda m¨¢s f¨¢cil ver esas cosas objetivamente, desde fuera. Todav¨ªa no constitu¨ªan nuestra cultura, como s¨ª lo hacen hoy. Ahora me he convertido en una persona a la que le resulta dif¨ªcil imaginar (o recordar) el mundo antes de Internet. Como nos pasa a la mayor¨ªa. Todav¨ªa nos cuesta aprehender la profundidad del cambio.
P. ?Es el libro electr¨®nico el verdadero Fahrenheit 451?
R. El e-book no es m¨¢s que una nueva plataforma para el medio masivo m¨¢s antiguo. Los editores (en el sentido tradicional) ya no gozan de un relativo monopolio sobre los medios de producci¨®n. Pero no estoy seguro de cu¨¢l ser¨¢ el futuro de esto.
P. La web: he le¨ªdo que le gusta m¨¢s la met¨¢fora de pescar que la de surfear o discurrir por la autopista de la informaci¨®n.
R. Yo siento que soy un fl?neur de Internet. El ¡°arte de la deriva¡± de los situacionistas ha adoptado una realidad muy diferente, para nosotros.
P. En la protagonista de Historia Cero, que ha permanecido ajena al sistema por una d¨¦cada, me parece discernir una a?oranza de sus tiempos underground. ?Contin¨²a admirando a William S. Burroughs, a Ginsberg, la contracultura? ?Qu¨¦ opina de los antisistema?
R. Creo que nunca llegamos a conocer un sistema tan plenamente como cuando hemos estado fuera de ¨¦l, en alg¨²n sentido. Pero el sistema fuera del sistema siempre es otro sistema. Sospecho que los bohemios ya no son posibles de la misma manera, puesto que ahora los utilizamos como herramientas de marketing, fuentes de curiosidad, apenas nos enteramos de su existencia.
P. Ha usado la hermosa frase de Gene Wolfe ¡ª?ah, Severian el Torturador!¡ª acerca de que un ni?o que pierde a sus padres es como un superviviente de Atlantis para definirse a s¨ª mismo, hu¨¦rfano de padre a los seis ¡ªmuri¨® atragantado, es curioso que hay una menci¨®n a la maniobra Heimlich en Historia Cero¡ª y de madre en la adolescencia. ?Es ese el trauma que hay en la ra¨ªz de su carrera de escritor?
R. En la ra¨ªz de mi experiencia de vida, sin duda, ?pero espero que lo que soy no se reduzca a eso!
P. ?Qu¨¦ ha sido del ciberpunk? A usted nunca le gust¨® la etiqueta, que era una forma de meterles en el sistema.
R. Se convirti¨® en un sabor particular de la cultura popular, un ejemplo de una etiqueta period¨ªstica que termina devorando aquello que se invent¨® para describir. De todas maneras me parece que el impulso original ha sobrevivido a esa etiqueta carn¨ªvora. Hoy en d¨ªa prosperan impulsos de escritura similares al ciberpunk.
P. ?Persiste su inter¨¦s por Jap¨®n? Estuve en Chiba y no pude dejar de musitar el inicio de Neuromante, una novela que venero: ¡°El cielo sobre el puerto ten¨ªa el color de una pantalla de televisor sintonizado en un canal muerto¡±. De Casio a Muji parece haber pasado m¨¢s tiempo que desde el shogunato.
P. Jap¨®n siempre me interesa, porque su historia del siglo anterior fue tan surrealista. No se puede tener esa historia y ser aburrido.
P. ?Cuando mira hacia atr¨¢s se da cuenta de alguna manera de la trascendencia de lo que ha escrito? ?Es consciente de esa propiedad oracular de sus novelas?
R. Dedico un tiempo exagerado a negar lo oracular en mi obra. Confundimos la capacidad de reconocer lo extra?o del momento actual (el futuro que ha llegado) con una especie de videncia del futuro. Yo no soy un vidente, sino alguien que sabe mirar lo extra?o de la existencia. Cuando leo historia, lo que me atrapa es lo extra?o, no la familiaridad de una narrativa conocida. Aunque creo que la historia nunca es una narrativa: es una construcci¨®n especulativa, como la ciencia.
P. Esa obsesi¨®n por lo militar infiltrado conspirativamente en el tejido social, ?de d¨®nde le viene?
R. En la d¨¦cada posterior al 11-S estuvo presente m¨¢s de lo habitual en Estados Unidos. Estos tres libros son un intento de registrar el zeitgeist de esa era.
P. El siglo XXI ha arrancado m¨¢s extra?o y variopinto que cualquier siglo XXI de ciencia ficci¨®n, ?d¨®nde deja eso al g¨¦nero?
R. Creo que el g¨¦nero es problem¨¢tico, pero la ciencia ficci¨®n no. La ciencia ficci¨®n prospera, pero no necesariamente dentro del g¨¦nero.
P. ?En qu¨¦ manera los cambios tecnol¨®gicos condicionan la cultura?
R. Las tecnolog¨ªas emergentes han sido los impulsos centrales del cambio cultural humano. Nuestras ideolog¨ªas son reacciones a nuestras tecnolog¨ªas. Marx respond¨ªa a las realidades sociales de las tecnolog¨ªas de la industrializaci¨®n. Marx estaba impulsado por la tecnolog¨ªa.
P. Usted nunca ha cre¨ªdo que el papel de la ciencia ficci¨®n sea imaginar el futuro, pero qu¨¦ piensa que nos va a traer este a medio plazo: ?teleportaci¨®n?, ?vida artificial?
R. Es menos imaginable que nunca.
P. ?Viven los j¨®venes, con su inmersi¨®n en lo digital, en un tiempo diferente de las generaciones adultas?
R. S¨ª, pero eso no tiene nada de nuevo. La radio y la televisi¨®n fueron algo muy importante a su manera.
P. Parece que lo de los tel¨¦fonos m¨®viles se les ha escapado a todos los escritores de ciencia ficci¨®n: ?tan dif¨ªciles eran de imaginar?
R. Dick Tracy ten¨ªa radios de mu?eca en los a?os treinta. Sospecho que los tel¨¦fonos port¨¢tiles nunca han sido una herramienta de la ficci¨®n futurista porque les habr¨ªan dado demasiado trabajo a los escritores, puesto que interfieren con demasiados elementos de la estructura narrativa tradicional.
P. La ciencia ficci¨®n fue su primera cultura literaria. ?Lee a¨²n ciencia ficci¨®n? Recomi¨¦ndenos algo. ?Se puede hacer SF en la actualidad o queda obsoleta enseguida? ?Qu¨¦ opiniones tiene de la ciencia ficci¨®n cl¨¢sica, Asimov, Clarke, Bradbury, Ursula K. Leguin, Philip K. Dick. Me ha encantado leer que La m¨¢quina del tiempo ¡ªcon su versi¨®n cinematogr¨¢fica¡ª y Wells en general significan tanto para usted. Y Orwell.
R. Cualquier cosa de Charles Stross. Zoo City, del joven novelista sudafricano Lauren Beukes. Angelmaker de Nick Harkaway. La obsolescencia de cada futuro imaginado es uno de mis mayores placeres cuando leo ciencia ficci¨®n. Me deleitaba cuando yo era un ni?o y le¨ªa la ciencia ficci¨®n de los cuarenta.
P. ?Qu¨¦ me dice del cine? ?Qu¨¦ hay de nuevo que le haya gustado?
R. Disfrut¨¦ mucho de Origen; de Splice de Vincenzo Natali, y de las dos pel¨ªculas de Duncan Jones, Moon y C¨®digo Fuente.
P. ?Qu¨¦ opina de la crisis financiera global? ?No le parece un escenario de ciencia ficci¨®n, con un pa¨ªs, Grecia, hundido por algo tan abstracto como un porcentaje de d¨¦ficit?
R. Podr¨ªa decirse que es la primera crisis posmoderna, ya que los instrumentos financieros parecen brutalmente posmodernos en sus ra¨ªces evidentes. ?El pensamiento de quienes los crearon se asemeja m¨¢s que ninguna otra cosa a la teor¨ªa literaria posestructuralista!??
'Thriller' tecnol¨®gico en torno a unos 'jeans'
Historia Cero
William Gibson
Traducci¨®n de Rafael Mar¨ªn Trechera Ediciones Plata / Urano. Barcelona, 2012
480 p¨¢ginas. 21 euros (electr¨®nico: 10,99)
Casi tres d¨¦cadas despu¨¦s de Neuromante, que transcurr¨ªa en 2030, Historia Cero, la ¨²ltima novela de William Gibson, nos devuelve al presente. Transcurre en el Londres y Par¨ªs de ahora mismo y recicla un buen n¨²mero de personajes de sus dos novelas anteriores, Mundo espejo, que abordaba el 11-S y mostraba ?la excavaci¨®n de un Stuka!, y Pa¨ªs de esp¨ªas, lo que puede resultar algo enervante para los que no las hayan le¨ªdo. Historia Cero se centra en la investigaci¨®n encargada por el manipulador Bigend, director de una agencia de "publicidad global", para descubrir al dise?ador de una secret¨ªsima marca de ropa vaquera de culto, denominada Sabuesos de Gabriel. La firma fabrica, entre otras prendas, y ese es el Macguffin, los jeans perfectos (esos que todos querr¨ªamos tener). La cosa se complica porque la pesquisa revela turbias conexiones entre el mundo de la moda, el lobby militar y los contratistas y traficantes de armas, v¨ªa el dise?o de ropa de combate guay (!). Por si no lo sab¨ªan, los colores militares fashion son el verde alfa y el marr¨®n coyote, y que te guste la ropa militar se llama "fetichismo de equipamiento". Gibson nos mete en una aventura llena de acci¨®n, paranoia, tecnolog¨ªa, espionaje industrial, c¨®digos, marcas y realidad fluctuante, en la que los grandes protagonistas (las historias de los cuales van altern¨¢ndose) son la ex¨ªdolo rockera Hollis Henry y el traductor de ruso en proceso de desintoxicaci¨®n de drogas Milgrim. A ellos se va agregando una galer¨ªa de tipos inenarrables, nuevos y de las novelas anteriores, que incluye a la contundente exbater¨ªa del grupo de Hollis, el novio de la cantante especialista en performances suicidas, un peligroso excomandante de las Fuerzas Especiales, una agente del Departamento de Defensa de Estados Unidos obsesa de los tuits, el ladr¨®n de coches catal¨¢n Pep y hasta un gurka, Charlie (y un ping¨¹ino volador, en serio). La novela es de lectura compleja y me atrevo a decir que puede resultar desconcertante para los que no conozcan el mundo de Gibson. A diferencia de las dos anteriores me ha parecido sin embargo m¨¢s ligera, menos trascendente, con algo de divertimento y muchos gui?os (un ascensor steampunk). Por supuesto en ella uno puede disfrutar de la inconfundible y estimulante prosa de Gibson.
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