Est¨¦tica de la huelga general
Tanto la huelga general como la huelga de hambre son temibles e importantes en tanto que la naturaleza de su fuerza es igual a la negaci¨®n total. Fueron armas revolucionarias que representaban la refutaci¨®n de lo existente. Opon¨ªan al sistema no ya el antisistema inmediato sino la desaparici¨®n del sistema. El punto cero de la revoluci¨®n.
Pero todo ello ha perdido valor. Ni la huelga de hambre se hace efectivamente sin ingerir absolutamente nada, ni la huelga general lleva a la completa paralizaci¨®n del trabajo. De la primera huelga raramente se muere y de la segunda, raramente conlleva una plena abolici¨®n. Tanto un caso como otro son ahora teatralizaciones que recrean, como en las fiestas populares, momentos heroicos del pasado. Sea ese pasado perteneciente a la lucha de la clase obrera, sea remedo de los procesos en los que el individuo se inmolaba ebrio de su ideal.
El contenido de la huelga general, el fauvismo de la organizaci¨®n obrera o del ser humano que no cede al chantaje de sobrevivir, pretenden manifestar, en la ciudad o en la celda, la amenaza de producir un vac¨ªo pavoroso o un "no" demoledor. El capital posee el patrimonio, los ¨®rganos repletos, , mientras la clase obrera posee nada menos que la nada. A la bomba at¨®mica que todo lo destruye se opone la bomba de neutrinos que deja las instalaciones intactas y ayunas de funci¨®n.
Cabalmente, para que la huelga general alcance su excepcional categor¨ªa debe hallarse libre de cualquier excepci¨®n. Pueden seguir funcionando los servicios de salud hasta el grado en que no pueda imput¨¢rsele ning¨²n parecido terrorista pero ni un paso m¨¢s. De ese modo, las f¨¢bricas, las calles, los comercios, los transportes ingresan en la desolaci¨®n y se exponen como fantasmas, versiones del Manifiesto Comunista desfilando, como zombis, por la superficie de la sociedad.
No hay actividad, no hay movimiento, no hay nada. Que el seguimiento sea del 70 o del 80 por ciento no hace triunfar una huelga general. Ni siquiera un porcentaje mayor lo lograr¨ªa porque as¨ª como una columna si no llega al techo es irrelevante la altura que tenga, la huelga general pierde toda su funci¨®n, b¨¦lica y est¨¦tica, si hay servicios m¨ªnimos en otro sector que no sea la sanidad.
M¨¢s a¨²n: el servicio m¨ªnimo es la victoria del capital incrustado entre las filas del proletariado o del inmenso "precariado" actual. Con alguien respetando los horarios laborales en plena huelga general su condici¨®n pierde sentido. Su estampa se ver¨¢ salpicada de esquiroles y perjudicada por la racional servidumbre a las necesidades que el Estado ordena. De este modo, la huelga general en vez de protagonizar la m¨¢xima escena de la "improducci¨®n" subversiva deriva en el aspecto urbano de una festividad.
Se parecer¨¢ pues, a los domingos, por ejemplo, y con ello lo que aspiraba a ser un arma del "esclavo" se transforma en un d¨ªa del Se?or. O lo que es lo mismo, se presentar¨¢ como una jornada dentro de la semana laboral y su prop¨®sito aniquilador mutar¨¢ en un efecto inocuo o testimonial. De ah¨ª que el presidente del Gobierno pueda calificar a la pr¨®xima huelga general de "vana". Los mismos convocantes saben de antemano que esa acci¨®n no har¨¢ cambiar lo preexistente. La Ley no ser¨¢ alterada por turbulencia de la inacci¨®n (la inanici¨®n) sino que asumir¨¢ el suceso como otro dato contable y sin necesidad de revisar la vigente de contabilidad, sus recortes, sus normas y su arqueo criminal.
Con una huelga general los gobiernos quedaban antes "tocados" o malheridos. Ahora, sin embargo, quedar¨¢n incluso saneados: sea ante la Uni¨®n Europea que valora las extremas medidas adoptadas contra el d¨¦ficit maligno, sea ante la misma sociedad que, muerta de miedo, sabe que ya no puede emplear, como un arma eficiente, morirse todav¨ªa m¨¢s.
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