El magnetismo musical de dos mujeres
La joven alemana Julia Fischer es una fuerza de la naturaleza haga lo que haga Y la georgiana Elisso Virsaladze est¨¢ en la plenitud de su carrera
Los dos programas que ha presentado en Madrid la Royal Philharmonic de Londres ten¨ªan la misma estructura: un concierto para instrumento solista y orquesta en las primeras partes con Beethoven como argumento; un poema sinf¨®nico o una sinfon¨ªa popular en las segundas. Charles Dutoit es un maestro experimentado que cumple con eficacia sus cometidos. Impuso con su batuta peque?ita, casi como un lapicero, las condiciones necesarias para que todo estuviese en su sitio. Eso s¨ª, sin grandes alharacas. Con sentido de la mesura y sin excesiva brillantez. La orquesta, sea en Vida de heroe, de Strauss, sea en la Sinfon¨ªa del Nuevo Mundo, de Dvorak, cumpli¨® en ese resbaladizo terreno de la correcci¨®n. No defrauda pero tampoco arrebata.
Las que s¨ª arrebataron fueron son las dos solistas de los conciertos de Beethoven. Por motivos distintos. La georgiana Elisso Virsaladze est¨¢ en la plenitud de su carrera. Llev¨® el Concierto para piano n¨²mero 4 -¡ªel m¨¢s bello de toda la serie¡ª con una inteligencia y una sensibilidad admirables. Fue la suya una lectura profunda, excelentemente fraseada, de una irresistible ligereza en el l¨ªmite de lo cantabile, rico de matices, fascinante en el estilo. Orquesta y director se plegaron a su manera de sentir la m¨²sica.
ROYAL PHILHARMONIC ORCHESTRA
Director titular: Charles Dutoit. Solistas: Julia Fischer(viol¨ªn) y Elisso Virsaladze( piano). Obras de Beethoven, R. Strauss y Dvorak. Iberm¨²sica. Auditorio Nacional, 21 y 22 de marzo.
La joven alemana Julia Fischer es una fuerza de la naturaleza haga lo que haga. No se me va de la cabeza el impacto que me caus¨® el concierto para viol¨ªn de Matthias Pintscher, a ella dedicado, que estren¨® en el Festival de Lucerna. Su lectura fue apabullante. En el concierto de Beethoven en Madrid hizo tambi¨¦n diabluras. Siempre desde la belleza del sonido, siempre desde un dominio t¨¦cnico s¨®lido de las posibilidades de su instrumento, siempre desde un empuje no por juvenil menos incisivo e interiorizado, siempre desde la fantas¨ªa. La brillantez de la zarabanda de Bach, que ofreci¨® como propina, sirvi¨® para comprobar su facilidad de adaptaci¨®n a cualquier repertorio.
Tanto la pianista como la violinista dieron una lecci¨®n de elegancia. No lo digo tanto por la forma de vestir ¡ªque tambi¨¦n lo era; la una en negro, la otra en granate¡ª sino por la manera de abordar la m¨²sica. Experiencia y juventud se complementaban y hasta se intercambiaban. Virsaladze, a punto de cumplir los setenta, desplegaba una energ¨ªa que la rejuvenec¨ªa, de la misma manera que Fischer, con solo 28 a?os, demostraba a cada frase que su madurez est¨¢ muy por encima de lo que se espera a su edad. De todo ello se beneficiaron tambi¨¦n la orquesta y su director. Y, por supuesto, el p¨²blico, que goz¨® embelesado por el magnetismo musical de dos se?oras rebosantes de arte puro.
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