?Ay pena, penita, pena...!
Morante, Manzanares y Luque no supieron sacar partido a unos toros descastados Incomprensiblemente encontraron un grupo de incondicionales entre los espectadores
?Ay pena, penita, pena¡!, dijo una voz popular, salida de las entra?as mismas de los tendidos de sol, y nunca como la pasada tarde cuatro palabras definieron con tanto acierto la obra que se representaba en el albero sevillano. Tanto que merec¨ªa la pena seguir: ?¡pena de mi coraz¨®n; que me corre por las venas, pena, con la fuerza de un cicl¨®n¡!
Con las fuerzas, precisamente, que hab¨ªan abandonado tiempo ha a los toros de Juan Pedro Domecq, otra vez en la Maestranza, otro fracaso, otra chapuza¡
DOMECQ / MORANTE, MANZANARES, LUQUE
Toros de Juan Pedro Domecq, anovillados, muy flojos, descastados y bonancibles.
Morante de la Puebla. Casi entera (silencio); pinchazo ¡ªaviso¡ª dos pinchazos, tres descabellos ¡ªsegundo aviso¡ª y dos descabellos (ovaci¨®n).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares. Estocada contraria y ca¨ªda (oreja); estocada (ovaci¨®n).
Daniel Luque. Pinchazo y estocada (ovaci¨®n); estocada (silencio).
Plaza de la Maestranza. 8 de abril. Inauguraci¨®n de la temporada. Lleno de "no hay billetes". Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de Juan Belmonte con motivo del 50? aniversario de su muerte.
Al torero moderno le gusta el toro descastado. Esta puede ser la clave fundamental del fiasco ganadero. Porque el toro descastado molesta menos, deja estar, y si aguanta con vida 10 muletazos facilita el triunfo a quienes como Morante y Manzanares poseen suficiente aroma en sus mu?ecas.
Pena por los toros, chiquitines, con caritas de ni?os, sin pitones de los que presumir, inv¨¢lidos, sosos, sin codicia y descastados. Bonancibles, eso s¨ª, hasta dar penita los pobrecitos. Pena por los toreros, figuras los tres, que vienen a Sevilla con esta reata de tullidos a sabiendas de que solo la casualidad les permitir¨¢ el triunfo.
Y pena por los espectadores ¡ªque no aficionados¡ª que carecen del sentido de la medida exigencia que debe presidir la fiesta de los toros; que lo aplauden todo, que confunden frivolidad con hondura y pesadez con entrega. Pena por este p¨²blico que cree que el toreo verdadero es la superficialidad que desparram¨® la terna para ocultar sus pecados. ?Qu¨¦ generosidad, qu¨¦ condescendencia, qu¨¦ aguante¡! Y qu¨¦ sopor se apoder¨® de la plaza a medida que pasaba el tiempo y la espesura chapucera se fue adue?ando del espect¨¢culo.
Era la corrida inaugural del a?o, la m¨¢s importante, la de la gente guapa que acude a la Maestranza para ver, ser vista y escudri?ada por el vecino en estos tiempos dif¨ªciles en los que, a veces, es m¨¢s necesario aparentar que ser. Pero as¨ª es la vida: detr¨¢s de la apariencia y del bello decorado est¨¢ la realidad; fea y temible, quiz¨¢, pero real.
Quiz¨¢, Morante, Manzanares y Luque se limitaron a aparentar su condici¨®n de figuras. Quiz¨¢ por tal raz¨®n, Morante se eterniz¨® con el birrioso cuarto, un jabonero sucio, sin trap¨ªo ni hechuras de toro y con cara de borreguito. Trataban las cuadrillas de fijarlo de salida cuando sali¨® al aire la voz de la canci¨®n popular que inmortaliz¨® Lola Flores. Raz¨®n ten¨ªa el an¨®nimo cantante, pues el animal aguant¨® una faena larga, largu¨ªsima e insulsa de su matador, sin acometividad ni fiereza alguna, como un toro bobo que acude sin convicci¨®n ni largura donde lo llaman. Y all¨ª se entretuvo Morante con detalles luminosos, tandas sin enjundia y el delirio incomprensible de un numeroso grupo de partidarios. Son¨® la m¨²sica cuando la faena estaba acabada, y el torero se engall¨® entonces y dibuj¨® tres derechazos largos, embarcados y rematados con el de pecho, que fue el alegre colorario a un mitin con la espada en las manos. Su primero dej¨® claro que era un proyecto de cad¨¢ver, y el matador abrevi¨®.
Quiz¨¢, Morante, Manzanares y Luque solo aparentaron su condici¨®n de figuras
Llegaba Manzanares con ese aire de innato triunfador tras el indulto de Arrojado el a?o pasado. Pero esta vez no son¨® la flauta. Se mostr¨® aseado con su primero, otro soso y noble animal con cara de ni?o, y aseado en este torero quiere decir elegante y arom¨¢tico. La primera tanda con la mano derecha, larga, templada y ligada, tuvo ef¨ªmera calidad. Ante la falta de vibraci¨®n de su oponente, ech¨® manos de sus conocimientos de enfermer¨ªa y aprovech¨® su docilidad. Le concedieron una orejita de tr¨¢mite, sin peso, de esas que se piden sin emoci¨®n. Y no tuvo posibilidades en el quinto, al que banderille¨® primorosamente Curro Javier en un segundo par extraordinario: aguant¨®, se asom¨® al balc¨®n y dej¨® los garapullos en todo lo alto. Son¨® la m¨²sica en su honor, como debe ser.
Y Luque tuvo dos detalles: uno, su deseo de triunfo; y dos, la sinfon¨ªa a la ver¨®nica con la que recibi¨® al tercero, lenta y suavemente, ganando terreno en cada lance, sinti¨¦ndose y sinti¨¦ndonos. Y la banda surgi¨® jubilosa para cantar la obra.
Algo es algo. ?Ay pena, penita, pena¡!
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