Sobera
A muchos la reforma laboral les parece una hueca estrategia para rebajar los derechos laborales, reducir plantillas y rebajar salarios. Si es as¨ª, feliciten a los dise?adores, porque el p¨¢nico del desempleo y el pavor de la crisis est¨¢n imponiendo como recetas los sue?os m¨¢s h¨²medos del primer capitalismo. Pero si alguien se suda el salario es Carlos Sobera al frente de Atrapa un mill¨®n en Antena 3. Realiza con precisi¨®n una tarea doble. Dota de tensi¨®n a un concurso que se alarga artificialmente, con tan solo un concursante por d¨ªa que elige d¨®nde colocar sus fajos de billetes para verlos desaparecer a medida que duda o yerra.
En el concurso que le precede, Ahora caigo, no es el dinero el que se precipita a un agujero sin fondo, sino los propios concursantes. Espacio de una crueldad divertida, se contamina del esp¨ªritu anarco juerguista de Arturo Valls, que tiene algo de la escuela de superviviente inteligente de Pablo Carbonell. ?ltimamente los concursos triunfan en la televisi¨®n. Como la loter¨ªa y las apuestas ofrecen a las v¨ªctimas de la crisis un rinc¨®n para la fe. Es tremendo cuando los mandan a casa con las manos vac¨ªas y de regalo un juego de mesa del propio concurso. Cualquier d¨ªa va a suceder una desgracia con alg¨²n concursante irascible. La pericia de los presentadores es notable para transmitir relajaci¨®n y buen rollo.
Lo de Sobera tendr¨ªa que estudiarse en escuelas de arte dram¨¢tico. M¨¢s all¨¢ del circo en las cejas que le hizo famoso con otro teleartificio para captar aspirantes a millonarios, destila habilidad para alargar la tensi¨®n entre respuesta del concursante y resultado final. Su capacidad, emparentada con la vasquidad entra?able de Argui?ano, para comentar, traer an¨¦cdotas de la vida cotidiana y hasta obligar a los concursantes a mostrarse como realmente son, lo hacen insustituible. Solo las tablas de este antiguo profesor de Deusto y agitador del teatro universitario le permiten cargarse a las espaldas un programa lleno de paja y relleno, que convierte lo que ser¨ªa una competici¨®n de un cuarto de hora en un tenso proceso de ruina de m¨¢s de una hora. Quiz¨¢ la crisis contada por Sobera fuera m¨¢s soportable que esta loca carrera hacia la desigualdad social, que dicen que es lo que Dios manda.
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