"Ser¨ªa una tragedia que la cultura acabe en puro entretenimiento"
Premio Nobel de Literatura. Publica ahora el ensayo ¡®La civilizaci¨®n del espect¨¢culo¡¯
A Mario Vargas Llosa (Arequipa, Per¨², 1936) le asaltaba desde hac¨ªa alg¨²n tiempo la inc¨®moda sensaci¨®n de que le estaban tomando el pelo. Lo empez¨® a sentir al visitar ciertas exposiciones y bienales, asistir a algunos espect¨¢culos, ver determinadas pel¨ªculas y programas de televisi¨®n e incluso le ocurr¨ªa cuando se arrellanaba en el sill¨®n para leer ciertos libros y peri¨®dicos. En esos momentos, como ¨¦l mismo cuenta, le sobreven¨ªa la sensaci¨®n, poco definida al principio, de que se estaban burlando de ¨¦l, de que estaba ¡°indefenso ante una sutil conspiraci¨®n¡± para hacerle sentir un inculto o un est¨²pido, para hacerle creer que un fraude era arte; un embuste, cultura.
De esa sensaci¨®n surgi¨® una convicci¨®n y de esta un ensayo, La civilizaci¨®n del espect¨¢culo (Alfaguara). En sus p¨¢ginas el premio Nobel de Literatura disecciona la conversi¨®n de la cultura en un caos donde ¡°como no hay manera de saber qu¨¦ cosa es cultura, todo lo es y ya nada lo es¡±. Esa disoluci¨®n de jerarqu¨ªas y referentes es consecuencia, para Vargas Llosa, del triunfo de la frivolidad, del reinado universal del entretenimiento. Pero los efectos de este clima de banalizaci¨®n extrema no se limitan a la cultura. Para el escritor, y quiz¨¢ sea este su juicio m¨¢s severo, el empuje de la civilizaci¨®n del espect¨¢culo ha anestesiado a los intelectuales, desarmado al periodismo y, sobre todo, devaluado la pol¨ªtica, un espacio donde gana terreno el cinismo y se extiende la tolerancia hacia la corrupci¨®n, algo que el autor de Conversaci¨®n en La Catedral ilustra con una an¨¦cdota de su tierra natal:
¡°En las ¨²ltimas elecciones peruanas, el escritor Jorge Eduardo Benavides se asombr¨® de que un taxista de Lima le dijera que iba a votar por Keiko Fujimori, la hija del dictador que cumple una pena de 25 a?os prisi¨®n por robos y asesinatos.
¡°?A usted no le importa que el presidente Fujimori fuera un ladr¨®n?¡±, le pregunt¨® al taxista.
¡°No¡± ¡ªrepuso este¡ª ¡°porque Fujimori solo rob¨® lo justo¡±.
Lo justo. La indiferencia moral. La civilizaci¨®n del espect¨¢culo.
¡°La frivolidad es teneruna tabla de valores completamente confundida,
es el sacrificio de la visi¨®n del largo plazo por el corto plazo, por lo inmediato. Justamente eso es el espect¨¢culo¡±
El ensayo, un diamante para la pol¨¦mica, lo explica Vargas Llosa con voz c¨¢lida y precisa, que inunda la l¨ªnea telef¨®nica desde el otro lado de Atl¨¢ntico, viernes por la ma?ana en Lima.
P. Mantiene usted que la cultura se ha banalizado, que triunfa la frivolidad en su peor sentido, que el erotismo pierde en favor de la pornograf¨ªa, que la posmodernidad es, en parte, un experimento fallido y pedante, que el periodismo amarillea, que la pol¨ªtica se degrada, que en la civilizaci¨®n del espect¨¢culo el c¨®mico es el rey¡ ?Hay escapatoria?
R. S¨ª, hay escapatoria. La historia no est¨¢ escrita, no es fat¨ªdica, cambia. Justamente nos ha tocado vivir una ¨¦poca en que hemos visto las transformaciones hist¨®ricas m¨¢s extraordinarias e inesperadas. Si alguien me hubiera dicho cuando yo era joven que iba a ver la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, la transformaci¨®n de China en un pa¨ªs capitalista; si alguien me hubiera dicho que Am¨¦rica Latina iba a estar en pleno proceso de crecimiento, mientras Europa viv¨ªa su peor crisis financiera en un siglo, no me lo hubiera cre¨ªdo y, sin embargo, todas esas cosas han pasado. Desde luego que se puede esperar una renovaci¨®n de la vida cultural, de las artes, de las humanidades, y que abandone ese sesgo cada vez m¨¢s fr¨ªvolo, superficial, que yo creo que es una de sus caracter¨ªsticas principales hoy en d¨ªa; no la ¨²nica, porque hay excepciones a la regla, afortunadamente. Pero esa banalizaci¨®n tiene consecuencias no solamente en el campo de la cultura, sino en todos los otros. Por eso en el libro me refiero a la pol¨ªtica, incluso a la vida sexual, a la relaci¨®n humana. Todo eso se puede ver muy afectado si la cultura vive en la banalizaci¨®n, la frivolizaci¨®n permanente.
¡°No todos pueden ser cultos de la misma manera, no todos quieren ser cultos de la misma manera y no todos tendr¨ªan que ser cultos??
de la misma manera, ni much¨ªsimo menos¡±
P. Y eso le produce un cierto enfado, sensaci¨®n de tomadura de pelo. ?Desde cu¨¢ndo?
R. Es un proceso, no llega de una vez, pero s¨ª recuerdo, por ejemplo, el shock que supuso para m¨ª hace algunos a?os visitar la Bienal de Venecia, que era una vitrina del prestigio y la modernidad, de la novedad, del experimento, y de pronto, despu¨¦s de un recorrido de un par de horas, llegar a la conclusi¨®n de que all¨ª hab¨ªa mucho m¨¢s fraude, embuste, que seriedad, que profundidad. Fue para m¨ª una experiencia bastante importante, que me llev¨® a reflexionar sobre este tema. Al final del libro, en un texto que es bastante personal, cuento c¨®mo enriqueci¨® mi vida leer buenos libros, conocer la gran tradici¨®n pict¨®rica, el mundo de la m¨²sica, c¨®mo eso dio un sentido, un orden, una organizaci¨®n al mundo que lo hizo para m¨ª much¨ªsimo m¨¢s interesante, m¨¢s rico, m¨¢s estimulante. Yo creo que ser¨ªa una tragedia que justamente en una ¨¦poca en que hay un progreso tecnol¨®gico, cient¨ªfico, material extraordinario, al mismo tiempo, la cultura vaya a convertirse en un puro entretenimiento, en algo superficial, dejando un vac¨ªo que nada puede llenar, porque nada puede reemplazar a la cultura en dar un sentido m¨¢s profundo, trascendente, espiritual a la vida.
Los peri¨®dicos m¨¢s serios tratan de resistir al sensacionalismo, pero si la supervivencia est¨¢ en juego tienen que hacer concesiones
P. Hay un momento, cuando habla usted de la a?oranza, en el que dice: ¡°Lo peor es que probablemente este fen¨®meno [la banalizaci¨®n de la cultura] no tenga arreglo y lo que yo a?oro sea polvo y cenizas sin reconstituci¨®n posible¡±.
R. Espero equivocarme.
P. Ese pesimismo resulta llamativo en alguien de su ¨¦xito.
R. ¡nostalgia de viejo. A ratos siento, s¨ª, cierta angustia porque¡ Mire, yo viv¨ª en Inglaterra y me acuerdo el deslumbramiento que me produjo ver la televisi¨®n; la que hab¨ªa conocido antes era muy pobre, muy mediocre, y de pronto descubr¨ª que s¨ª hab¨ªa posibilidades de utilizar la televisi¨®n en un sentido creativo y no solo porque los mejores escritores y dramaturgos escrib¨ªan para la televisi¨®n¡ Hab¨ªa un programa que ve¨ªa con pasi¨®n, se llamaba Panorama, periodismo de investigaci¨®n. Me acuerdo, por ejemplo, de una entrega de dos horas sobre los disidentes en la Uni¨®n Sovi¨¦tica filmado en Mosc¨² clandestinamente. Y de pronto, al cabo de los a?os, vi que la televisi¨®n de Inglaterra hab¨ªa ca¨ªdo tambi¨¦n en la frivolidad total. Los mejores pa¨ªses, los que uno supondr¨ªa que est¨¢n m¨¢s defendidos contra eso, han ido tambi¨¦n sucumbiendo a esa especie de mandato generacional hacia el facilismo, la superficialidad, la frivolidad. Hay excepciones, desde luego...
P. ¡su propia obra es una excepci¨®n. ?No es un ejemplo de que la capacidad de autocr¨ªtica sobrevive? ?Qu¨¦ no todo es autocomplacencia y frivolidad?
¡°Estallidos como el 15 M son interesantes si no caen en el conformismo de la inconformidad¡±
R. S¨ª, pero es siempre preocupante que el mayor vigor, la mayor riqueza, est¨¦ ahora en el pasado m¨¢s que en el presente; que no sea algo de actualidad, sino que hay que volver la vista atr¨¢s¡ Y hay otro aspecto. Junto a la frivolizaci¨®n, hay un oscurantismo embustero que identifica la profundidad con la oscuridad y que ha llevado, por ejemplo, a la cr¨ªtica a unos extremos de especializaci¨®n que la pone totalmente al margen del ciudadano com¨²n y corriente, del hombre medianamente culto al que antes la cr¨ªtica serv¨ªa para orientarse en la oferta tan enorme.
P. Pero lo que plantea es volver a los patrones culturales. ?Es eso posible? ?Existe legitimidad para hacerlo? ?No hay un cierto aristocratismo en todo ello?
R. Aristocratismo es una palabra que provoca mucho rechazo, pero por otra parte el rechazo de la ¨¦lite en bloque es una gran ingenuidad. No todos pueden ser cultos de la misma manera, no todos quieren ser cultos de la misma manera y no todos tendr¨ªan que ser cultos de la misma manera, ni much¨ªsimo menos. Hay niveles de especializaci¨®n que son perfectamente explicables, a condici¨®n de que la especializaci¨®n no termine por dar la espalda al resto de la sociedad, porque entonces la cultura deja ya de impregnar al conjunto de la sociedad, desaparecen esos consensos, esos denominadores comunes que te permiten discriminar entre lo que es aut¨¦ntico y lo que es postizo, entre lo que es bueno y lo que es malo, entre lo que es bello y lo que es feo. Parece mentira que se haya llegado a un mundo donde ya no se pueden hacer este tipo de discriminaciones. Porque eso s¨ª, si desaparecen esas categor¨ªas es el reino del embuste, de la picard¨ªa¡ La publicidad reemplaza al talento, lo fabrica, lo inventa.
P. Usted extiende su cr¨ªtica a la cocina o la moda que est¨¢n pasando a formar parte de la alta cultura.
R. Justamente esa es una de las manifestaciones de esa banalizaci¨®n y de esa frivolidad. No tengo nada contra la moda, me parece magn¨ªfico que haya una preocupaci¨®n por la moda, pero desde luego no creo que la moda pueda reemplazar a la filosof¨ªa, a la literatura, a la m¨²sica culta como un referente cultural. Y eso es lo que est¨¢ pasando. Hoy en d¨ªa hablar de cocina y hablar de la moda, es mucho m¨¢s importante que hablar de filosof¨ªa o hablar de m¨²sica. Eso es una deformaci¨®n peligrosa y una manifestaci¨®n de frivolidad terrible. ?Qu¨¦ cosa es la frivolidad? La frivolidad es tener una tabla de valores completamente confundida, es el sacrificio de la visi¨®n del largo plazo por el corto plazo, por lo inmediato. Justamente eso es el espect¨¢culo.
P. Pero no encierra esa perspectiva una excesiva idealizaci¨®n del pasado, como esa edad dorada plat¨®nica que tanto criticaba Popper, y que tiene como consecuencia fosilizar la sociedad, cerrarla al cambio...
R. No, yo no estoy por la fosilizaci¨®n. No soy un conservador en ese sentido, desde luego que no, y s¨¦ que en el pasado, al mismo tiempo que Cervantes y que Shakespeare, exist¨ªa la esclavitud, el racismo m¨¢s espantoso, el dogmatismo religioso, la Inquisici¨®n, las hogueras para el disidente¡ Yo s¨¦ muy bien que el pasado ven¨ªa con todo eso, pero al mismo tiempo no se puede negar que en ese pasado hab¨ªa cosas muy admirables, que han marcado profundamente el presente, que enriquecieron la vida de las gentes, la sensibilidad, la imaginaci¨®n. Y esa era una funci¨®n que ten¨ªa la alta cultura, y hoy d¨ªa no se puede ni siquiera hablar de alta cultura porque eso es incorrecto, pol¨ªticamente incorrecto.
¡°Hablar de moda y cocina se ha vuelto m¨¢s importante que hablar de filosof¨ªa o m¨²sica¡±
P. Hay una defensa muy interesante del erotismo en el libro, como obra de arte frente al ¡°sexo descarnado¡±.
R. El erotismo fue en el mundo de la experiencia la conversi¨®n de un instinto en algo creativo, en una verdadera obra de arte y eso fue posible gracias a la cultura. Yo no creo que el erotismo nazca simplemente de una experiencia pragm¨¢tica del sexo, ni much¨ªsimo menos. Creo que es la cultura, que son las artes, el refinamiento de la sensibilidad que produce la alta cultura, la que crea el erotismo. El erotismo es una manifestaci¨®n de civilizaciones, se da en sociedades que han alcanzado un cierto nivel de civilizaci¨®n. Y al mismo tiempo significa el respeto de las formas, la importancia de las formas en la relaci¨®n sexual. Y ah¨ª yo cito mucho a Georges Bataille, ¨¦l defendi¨® siempre el erotismo justamente como una manifestaci¨®n de civilizaci¨®n, y fue muy reticente a la permisividad total porque cre¨ªa que la permisividad total iba a matar las formas y al final se iba a llegar, otra vez, a una especie de sexo primitivo, salvaje. Y algo de eso ha pasado en nuestro tiempo.
P. Es decir, le falta erotismo a nuestra cultura.
R. Por eso el sexo significa tan poco para las nuevas generaciones. Significa un entretenimiento que es casi una gimnasia. Es como segar una fuente riqu¨ªsima no solo de placer sino de enriquecimiento de la sensibilidad.
P. ?Qu¨¦ pensar¨ªa el Vargas Llosa de 25 a?os del libro que ha escrito el Vargas Llosa de ahora?
R. No me lo puedo imaginar. A nosotros nos ha tocado vivir una diferencia generacional sin precedentes en la historia. Precisamente por la extraordinaria revoluci¨®n tecnol¨®gica, audiovisual, el mundo es tan absolutamente diferente que es muy, muy dif¨ªcil ponerse hoy en d¨ªa en la piel de un joven. Hay muchas cosas en el pasado que hay que suprimir, que hay que reformar sin ninguna duda. Pero hay una que yo creo que no, que hay que conservarla renov¨¢ndola, actualiz¨¢ndola, que es la cultura. Una civilizaci¨®n que ha producido Goya, Rembrandt, Mahler, Goethe no es despreciable, no puede ser despreciable. Eso fij¨® unos ciertos patrones que deben ser, si se quiere, criticados pero mantenidos, continuados. Y esa continuaci¨®n es la que yo creo que se pierde si la cultura pasa a ser una actividad secundaria y relegada al puro campo del entretenimiento.
P. Habla del pesimismo, del catastrofismo, incluso como un peligro mayor que la corrupci¨®n y cita una juventud ap¨¢tica, recluida en la hostilidad sistem¨¢tica, aburrida. Fen¨®menos como el del 15-M, el de Occupy Wall Street, ?no le generan cierta esperanza?
R. S¨ª, cierta esperanza s¨ª. Siempre y cuando no se orienten en el sentido equivocado. Porque hay un cierto conformismo en la inconformidad. En eso Foucault escribi¨® cosas muy interesantes. Pero s¨ª, creo que hay estallidos entre los j¨®venes que son bastante interesantes. No soy pesimista, sino m¨¢s bien optimista, las cosas pueden cambiar para mejor. Pero hay algunos aspectos en los que es muy importante una cr¨ªtica muy radical de un fen¨®meno representa una decadencia.
P. Una decadencia en la que incluye la corrupci¨®n pol¨ªtica. Para ilustrarla cita usted una an¨¦cdota vivida por el escritor Jorge Eduardo Benavides, en Lima, cuando un taxista le dijo que votaba a Fujimori porque ¡°solo rob¨® lo justo¡±.
R. A m¨ª me pareci¨® maravillosa la historia. Hay una mentalidad ah¨ª detr¨¢s ?no? Un pol¨ªtico puede robar; es m¨¢s, no puede no robar, pero lo importante es que robe no m¨¢s de lo debido.
P. Y ese tipo de conductas se est¨¢n extendiendo¡
R. ¡es por el desplome de los valores, no solamente est¨¦ticos, sino otros que antes, por lo menos de la boca para fuera, todos respet¨¢bamos. El pol¨ªtico ya no debe ser honrado, debe ser eficaz. El ser honrado parece una imposibilidad connatural al oficio. Bueno, si se llega a un pesimismo de esa naturaleza entonces estamos perdidos. Y creo que no es verdad y yo lo digo, eso no es verdad. Pero hay una mentalidad que identifica la pol¨ªtica con la picard¨ªa, con la deshonestidad. Es peligros¨ªsimo sobre todo para el futuro de la cultura democr¨¢tica. Si vamos a pensar eso entonces la cultura democr¨¢tica no tiene sentido y a la corta o la larga va a desplomarse tambi¨¦n.
P. Pero hay pa¨ªses donde hay mayor protecci¨®n frente a la corrupci¨®n.
R. Por supuesto. La gran diferencia est¨¢ en el mundo de la democracia y en el mundo del autoritarismo. En democracia hay corrupci¨®n, desde luego, lo estamos viendo todos los d¨ªas. Pero precisamente lo vemos, sale a flote, existe una justicia m¨¢s o menos independiente que puede todav¨ªa sancionar a los culpables. Espa?a es un ejemplo. Se puede decir que hay mucha corrupci¨®n pero estamos viendo casos de pol¨ªticos important¨ªsimos que son sentados en el banquillo de los acusados y que son condenados por p¨ªcaros, por ladrones, por traficantes. Bueno, esa es la gran diferencia. Eso no se ve en Cuba o China, donde de repente te enteras de que le cortan la cabeza a un se?or porque dicen que delinqui¨® y ten¨ªa cargos pol¨ªticos. Hay diferencias. Y dentro de las democracias tambi¨¦n. Las m¨¢s avanzadas son menos corruptas que las m¨¢s primitivas, las que son mucho m¨¢s ineficientes. Recuerdo que en los a?os en que viv¨ª en Inglaterra, el esc¨¢ndalo m¨¢s grande de corrupci¨®n fue el de un ministro de Margaret Thatcher, que no solamente perdi¨® su ministerio sino que fue preso y perdi¨® pr¨¢cticamente todo su patrimonio por haber pasado un fin de semana en el Hotel Ritz de Par¨ªs, pagado por un jeque ¨¢rabe. O sea, una corrupci¨®n de unos cuantos cientos o unos cuantos miles de libras esterlinas. Como comprender¨¢, eso en la ¨¦poca de Fujimori en el Per¨² era lo que robaba normalmente un peque?o alcalde. Ya no le digo los millones de millones de millones que consiguieron Fujimori y Montesinos. La sanci¨®n social fue muy escasa, puesto que en las ¨²ltimas elecciones estuvo a punto de subir otra vez al poder con el voto popular. Esas diferencias s¨ª son muy importantes. Y creo que es fundamental ser muy exigente y riguroso en ese campo, y no pensar que por ser pol¨ªtico se tiene derecho a robar hasta cierto l¨ªmite.
P. En las dictaduras hay evidentemente m¨¢s corrupci¨®n. Pero tambi¨¦n se da un fen¨®meno inverso. Ah¨ª es donde la lucha de los intelectuales cobra mayor sentido. Es el caso de China con un premio Nobel de la Paz encarcelado.
R. Absolutamente. Cuando la libertad desaparece es cuando la libertad de pronto resulta importante. Y cuando la lucha por la libertad se convierte en una prioridad, el intelectual, el escritor, el poeta, el novelista, el pintor, de pronto empiezan a tener una importancia central en esa lucha. Ese es un fen¨®meno que lo estamos viendo en China, es interesant¨ªsimo, el caso de Ai Weiwei. Es una figura que representa hoy en d¨ªa el esp¨ªritu de resistencia, la voluntad de apertura, de modernizaci¨®n, de democratizaci¨®n.
P. Al tratar de la degradaci¨®n de los valores, incluye tambi¨¦n el sensacionalismo en la prensa. ?Cree usted en la autorregulaci¨®n como una v¨ªa para atajar estas pr¨¢cticas?
R. Creo que es la ¨²nica. Que la propia prensa asuma una responsabilidad. Eso no se resuelve con sistemas de censura, ni much¨ªsimo menos. Pero adem¨¢s yo creo que el sensacionalismo es la expresi¨®n de una cultura. La prensa forma parte de la vida cultural de un pa¨ªs. Y si la cultura empuja a la prensa a la chismograf¨ªa, y hace de la chismograf¨ªa un elemento central, al final el mercado se lo va a imponer a los peri¨®dicos, por m¨¢s responsables y serios que quieran ser. Y eso lo estamos viendo en todas partes. Los peri¨®dicos m¨¢s serios tratan de resistir, pero en un momento dado, si la supervivencia est¨¢ en juego, tienen que hacer concesiones. El origen no est¨¢ en los peri¨®dicos, el origen est¨¢ en la cultura reinante, que impone la frivolidad y el amarillismo.
Hay una mentalidad que identifica la pol¨ªtica con la deshonestidad, eso es peligros¨ªsimo para el futuro de la cultura democr¨¢tica
P. Usted ha sufrido el sensacionalismo.
R. Lo he padecido. Toda persona que es conocida hoy en d¨ªa es irremediablemente v¨ªctima de la chismograf¨ªa. Pasas a ser un objeto que ya no puede controlar su propia imagen. La imagen se puede distorsionar hasta unos extremos indescriptibles. Mucho m¨¢s si haces pol¨ªtica en un mundo subdesarrollado. All¨ª ya todo puede ocurrir.
P. Y hay un efecto multiplicador con las nuevas tecnolog¨ªas.
R. Frente a las cuales te puedes defender muy mal. A m¨ª me pas¨® una experiencia hace un tiempo en Argentina. Una se?ora me felicit¨® por un texto que me dijo le hab¨ªa conmovido mucho de homenaje a la mujer. Y yo le dije que muchas gracias, pero que no hab¨ªa escrito ning¨²n homenaje a la mujer. Pens¨¦ que era una cosa que se hab¨ªa inventado ella o que se hab¨ªa confundido. Un tiempo despu¨¦s me mandan mi elogio a la mujer, que hab¨ªa aparecido en Internet. Un texto de una cursiler¨ªa que da verg¨¹enza ajena, firmado por m¨ª y lanzado al espacio con motivo de no s¨¦ qu¨¦. ?C¨®mo te defiendes contra eso? Es absolutamente terrible. De pronto pierdes tu identidad, porque hoy en d¨ªa hay esos mecanismos que permiten falsificaciones de esa ¨ªndole. A m¨ª me parece bastante aterrador. Tampoco puedes dedicar tu vida a rectificar. Al final dejas de escribir, dejas de leer, para tratar de rectificar todas las falsedades, invenciones que te atribuyen. Eso es uno de los aspectos justamente de la irresponsabilidad que ha tra¨ªdo la gran revoluci¨®n audiovisual.
P. Pero tambi¨¦n hay que reconocer que el universo de Internet y las redes sociales permiten la exposici¨®n universal de un artista o de un pensador al instante.
R. Y burlar todos los sistemas de censura; eso es un progreso. Pero al mismo tiempo tambi¨¦n es otra forma de confusi¨®n que tiene efectos muy negativos en la cultura, en la informaci¨®n. El exceso de informaci¨®n en ¨²ltima instancia tambi¨¦n significa la desaparici¨®n de la discriminaci¨®n, de las jerarqu¨ªas, de las prioridades. Todo alcanza un mismo nivel de importancia por el simple hecho de estar en la pantalla.
P. Aunque no ataca a las religiones, sino al contrario, se percibe en el libro un canto al ate¨ªsmo ilustrado. Hay un momento incluso que identifica cultura profunda con aquella fuerza capaz de reemplazar el vac¨ªo dejado por la religi¨®n.
R. La idea liberal, tradicional, de que con el avance del conocimiento, la religi¨®n se iba a ir desvaneciendo fue una ingenuidad. El grueso de la gente, pa¨ªses cultos o pa¨ªses incultos, necesita una trascendencia, algo que le asegure que no perecer¨¢ definitivamente, y que habr¨¢ otra vida de la ¨ªndole que sea, y eso es lo que sostiene la religi¨®n. Solo una minor¨ªa de personas, y eso ha sido igual en el pasado y en el presente, llega a llenar ese vac¨ªo con la cultura, que les da suficiente seguridad, suficiente resistencia para aceptar la idea de la extinci¨®n. Pero es una ingenuidad combatir a la religi¨®n. Tiene una funci¨®n que cumplir, y es dar ese m¨ªnimo de seguridad que permite vivir a la gente con la esperanza de otra vida, de una defensa contra la extinci¨®n que aterra a todas las generaciones, no importa que nivel de cultura tenga esa sociedad. Eso lo debemos aceptar los creyentes o no creyentes, siempre y cuando la religi¨®n no pase a identificarse con el Estado, porque entonces desaparece la libertad. La religi¨®n por definici¨®n es dogm¨¢tica, establece verdades absolutas, y no quiere coexistir con verdades contradictorias. Pero mientras la religi¨®n ocupe el espacio que le es propio, creo que es indispensable para que una sociedad sea verdaderamente democr¨¢tica, libre, en la que se pueda coexistir en la diversidad.
La diversidad, la libertad, la tolerancia. El escritor vive y revive en esas palabras. A lo largo de la entrevista, la amargura que, a veces, asoma en su discurso ante lo que considera la devastaci¨®n de la cultura, siempre se atempera con ellas. De alg¨²n modo, son su anclaje ateo y su religi¨®n frente al espect¨¢culo.
¡ª¡°Hemos escrito otro libro, ?eh?¡±, bromea antes de despedirse
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