Desastres, modas y algunas ideas
Entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, durante 74 interminables d¨ªas con sus noches, tuvo lugar la guerra de las Malvinas (Falkland War en la anglosfera), ¨²ltimo episodio sangriento de los sucesivos contenciosos en torno a la soberan¨ªa de las islas australes que han venido desarroll¨¢ndose con intermitencias desde el siglo XVII. De uno de aquellos momentos, cuando la Corona espa?ola y la inglesa se disputaban la posesi¨®n del archipi¨¦lago, da fe el op¨²sculo propagand¨ªstico de Samuel Johnson (originalmente an¨®nimo) que acaba de publicar F¨®rcola con el t¨ªtulo de Falkland-Malvinas, panfleto contra la guerra. El ¨²ltimo conflicto b¨¦lico, sin embargo, en el que perecieron m¨¢s de ochocientas personas, ostenta el lamentable honor de haberse convertido ante buena parte de la opini¨®n p¨²blica en una de las guerras m¨¢s est¨²pidas de un siglo pr¨®digo en ellas. El triunvirato militar y el Gobierno democr¨¢tico de Margaret Thatcher consiguieron concitar el entusiasmo patriotero o el apoyo resignado (incluido alguno sorprendente, como el de Ernesto Sabato) de buena parte de sus respectivas ciudadan¨ªas. Cuando todo acab¨®, la derrota de unos sirvi¨® para poner fin a una sangrienta dictadura, y la victoria de otros para darle ox¨ªgeno a la ¡°dama de hierro¡±, que consigui¨® ganar las siguientes elecciones. En todo caso, aquella guerra ha dejado una significativa impronta en las manifestaciones culturales de ambas naciones, desde la m¨²sica popular (por ejemplo, el estupendo ¨¢lbum de Pink Floyd The Final Cut, publicado en 1983) hasta el cine (la tard¨ªa pel¨ªcula de Trist¨¢n Bauer, Iluminados por el fuego, 2005). Y, desde luego, en la literatura: comenzando por el senil poema de Borges Juan L¨®pez y John Ward, de 1985, en el que se evoca el encuentro mortal de dos soldados (el ingl¨¦s, lector del Quijote; el argentino, de Conrad), los escritores argentinos han reflejado de manera casi un¨¢nime el absurdo y la crueldad de aquella guerra est¨²pida. Entre las obras que he podido leer, recuerdo con agrado un par de novelas muy distantes (A sus plantas rendido un le¨®n, de Osvaldo Soriano, 1986, y Una puta mierda, de Patricio Pron, 2007) y un relato desbordante de fuerza (La soberan¨ªa nacional, de Rodrigo Fres¨¢n, incluido en el estupendo volumen Historia argentina, 1991, reeditado por Anagrama). Pero la obra maestra inspirada por aquel conflicto me sigue pareciendo Los pichiciegos (Perif¨¦rica), de (Rodolfo) Fogwill (1941-2010), una novela compuesta febrilmente en menos de una semana, durante los d¨ªas inmediatamente anteriores y posteriores a la rendici¨®n de Argentina, que fue publicada en 1983. Los pichiciegos del t¨ªtulo es como se autodenomina un grupo de desertores argentinos que decide vivir con sus propias leyes en un escondite subterr¨¢neo, ajenos a la guerra (a esa y a todas) mientras trapichean con unos y otros, discuten sobre los asuntos m¨¢s diversos y sobreviven con la ¨²nica esperanza de seguir haci¨¦ndolo. Una novela imprescindible sobre lo que nunca pueden contarnos los libros de historia.
Nostalgias
Al tiempo que Robert Darnton, gran historiador del libro y actual director de la biblioteca de Harvard, anuncia que la Digital Public Library de Am¨¦rica ¡ªun proyecto bibliotecario que pretende digitalizar y poner gratuitamente a disposici¨®n del p¨²blico millones de obras¡ª empezar¨¢ a funcionar el pr¨®ximo a?o seg¨²n protocolos que intentan conciliar la democratizaci¨®n de la cultura y los ¡°leg¨ªtimos intereses de la industria del libro¡±, aumenta por doquier la conciencia de que el modelo de negocio tradicional de dicha industria se halla en fase terminal. Y, sin embargo, nunca como ahora tanta gente ha tenido tan amplio acceso al patrimonio escrito de la humanidad, sea cual sea el formato que elija, lo que podr¨ªa dar la raz¨®n a los optimistas que insisten (y ya me est¨¢n convenciendo) en que el siglo XXI ver¨¢ surgir una nueva edad de oro de la lectura. Sea como fuere, esa percepci¨®n de final de ¨¦poca viene alentando la moda de libros (especialmente novelas) que explotan anticipadamente la nostalgia de cierto modo de vivir la lectura. En La librer¨ªa de las nuevas oportunidades (Lumen), de Anjali Banerjee, que he encestado en la caja de las desechables cuando a¨²n no hab¨ªa llegado a su mitad, esa condici¨®n nost¨¢lgica y amable, empedrada (como el infierno) de nobles sentimientos, viene enfatizada por la frase que sus editores han incluido en los paratextos de la faja, a modo de astuta captatio benevolentiae: ¡°Dedico esta novela a todos los libreros, est¨¦n donde est¨¦n. Ellos son los ¨²nicos que nunca se cansan de vender sue?os¡±. Aunque solo fuera por esa dedicatoria y por esas palmaditas en sus agobiadas (y con motivo) espaldas, supongo que m¨¢s de uno le habr¨¢ concedido un lugar preferente en las mesas de novedades (al menos durante el suspiro que duran en ellas los libros que no se venden demasiado). Mayor inter¨¦s y autenticidad he encontrado en La librer¨ªa ambulante (Perif¨¦rica), una novela de Christopher Morley, publicada en 1917, que cuenta las divertidas peripecias y variados encuentros de una granjera solterona que decide comprar una biblioteca ambulante tirada por una yegua y descubrir con ella el mundo. En todo caso, tambi¨¦n aqu¨ª los editores han jugado en los paratextos con la difusa nostalgia de los viejos buenos tiempos: ¡°Estas p¨¢ginas huelen a las hogazas de pan reci¨¦n sacadas del horno¡±, dicen para abrir boca. En fin, que si contin¨²a la moda de la nostalgia libresca no me extra?ar¨ªa que pronto se vendan novelas retractiladas con un tubito de miel de romero, para endulzarlas a¨²n m¨¢s.
¡°Copycat¡±
No le veo mucho sentido a que la serie de no ficci¨®n Great Ideas, que ahora publica Taurus, conserve el nombre que recibi¨® en la edici¨®n inglesa, con lo f¨¢cil que resulta traducirlo. Supongo que se debe a alguna imposici¨®n de Penguin, que es el sello que la lanz¨® (en 2004) en Reino Unido y Estados Unidos, y que ha conseguido vender m¨¢s de tres millones de ejemplares de sus libritos. La f¨®rmula no pod¨ªa ser m¨¢s simple. Se eleg¨ªan libros cl¨¢sicos (antiguos y modernos) ya publicados por la editorial (en su serie Penguin Classics), se entresacaban de ellos art¨ªculos o cap¨ªtulos interesantes (a veces extract¨¢ndolos) y se publicaban arropados en un dise?o tan elegante como original, con t¨ªtulos llamativos pensados para la ocasi¨®n y en formato menor de bolsillo. Todo ello, claro, a unos precios asequibles, para lo que resultaba conveniente que en el c¨®mputo final existiera un equilibrio entre los libros de derecho p¨²blico y los sujetos a copyright. Penguin lanz¨® cinco tandas de 20 libros y cerr¨® luego la colecci¨®n. Taurus acaba de lanzar una primera tanda de diez (todos procedentes de la serie de Penguin), a los que se sumar¨¢n ¡ªcrucemos dedos¡ª otros de fabricaci¨®n propia (incluida Hispanoam¨¦rica). Entre los primeros t¨ªtulos, obras de Kant, Proust, Trotski, Shakespeare (una recopilaci¨®n de textos sobre el poder), Darwin y san Agust¨ªn. Aparte de los contenidos, en general muy bien elegidos, son tan bonitos que si los ven seguro que cae alguno (6,99 eurillos).
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